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MAR DE COPAS
Columna
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Estar o no piripi

En julio de 1921, cuando el fotógrafo Man Ray llegó a París, fue recibido por un grupo de artistas locales entre los que figuraban Paul Eluard, Louis Aragon, André Breton y Gala, esa mujer a la que siempre se describe como enigmática (ese adjetivo que, en lugar de concretar, dispersa). Cuenta Ray que una de las primeras cosas que hicieron al conocerse fue irse a cenar curry y arroz y añade: "Pidieron innumerables botellas de vino tinto y se pusieron alegres y dicharacheros". Ser benevolente con la memoria es legítimo. El género autobiográfico se presta a semejantes patrañas: suaviza la realidad incluso cuando la exagera. La afirmación de Man Ray, sin embargo, incluye una contradicción: si pidieron innumerables botellas es imposible que sólo se pusieran alegres y dicharacheros. Lo más curioso es que, recordando aquella noche, el fotógrafo cuenta que después de la cena se fueron a un parque de atracciones: "Mis amigos corrían de una atracción a la siguiente como si fueran niños, pasándolo en grande; terminaron pescando en un estanque, con unas cañas rematadas por una anilla, las botellas de vino o de champán barato que flotaban en el agua. Yo me limité a mirar, asombrado por el ánimo juguetón, por la renuncia a toda apariencia de dignidad en personas que, por lo demás, se tomaban tan en serio, personas que empezaban a tener una influencia revolucionaria en el arte y el pensamiento de la nueva generación". Ray vuelve a pecar de benevolente. "Ánimo juguetón", no te jode. Lo que tenían sus amigos era una tajada como un piano.

La anécdota ilustra un problema común a la hora de calificar los efectos del alcohol. Al no existir una graduación científica como la que establece la magnitud de los terremotos, confiamos en los matices de un idioma que, en ocasiones, intenta hacernos pasar gato achispado por liebre beoda. Si estableciéramos un in crescendo habría que empezar por la categoría de "alegre", con sus sinónimos "achispado" y, en personas de vocabulario cursi, "piripi". De "piripi" se puede pasar a un enunciado más objetivo y que todos hemos utilizado alguna vez: "Creo que he bebido demasiado". Estamos en un nivel consciente y, por tanto, una retirada a tiempo todavía es posible. Más allá de esta frontera, se abre un abanico de posibilidades y adjetivaciones contundentes: ebrio, borracho, curda o mamado. Pues bien: los amigos surrealistas de Man Ray, que subían y bajaban de montañas rusas parisienses, que compartían tertulias y que se desnudaban y vestían con la excusa de posar en cuadros y fotografías, tenían más tendencia a estar mamados que a estar piripis. Al pan, pan, y al vino, vino.

Cóctel del día: Sherry Flip

Dos partes de Jerez, una cucharadita de azúcar, un huevo y nuez moscada rallada. En una coctelera con hielo picado, mezclar el Jerez, el azúcar y el huevo con el hielo y agitar con ganas. Pasar por el colador y verter en una copa de vino. Espolvorear con nuez moscada. Noroc! (¡Salud! en rumano).

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