Galicia: alto el fuego
Con el fallecimiento ayer de uno de los heridos días atrás son ya cuatro los muertos a causa del fuego que arrasa Galicia desde el 4 de agosto. Han sido detenidas 24 personas, de las que cuatro están en prisión; una, internada en un psiquiátrico; una decena, en libertad, y el resto, pendiente de decisión judicial. Estas detenciones no permiten por ahora establecer una hipótesis solvente sobre la existencia de una trama organizada que estaría detrás de esta catástrofe. Habrá por tanto que seguir investigando, como ya lo hacen especialistas de la Guardia Civil. Más que abrumarles con teorías más o menos verosímiles, conviene dejarles trabajar con tranquilidad. Ahora la prioridad es apagar el fuego, no cargarse de razón sobre quién es más culpable.
Todos los años se repiten los mismos tópicos y reproches; ni siquiera la expresión terrorismo incendiario es nueva: la puso en circulación Fraga hace más de 15 años y es raro el verano en que no la repite alguien. Las motivaciones que en teoría explicarían la proliferación de incendios son las que vienen señalando los expertos (por ejemplo, los del Servicio de Protección de la Naturaleza, Seprona): intereses de los ganaderos (para aumentar la superficie de pastos) o de los madereros (para comprar madera más barata); acción de pirados o aventados que aman el fuego; razones de rivalidad o venganza entre vecinos o parientes en pleitos; resentimiento de trabajadores de las brigadas antifuego despedidos; intereses inmobiliarios. Incluso podría hoy añadirse a personas interesadas en que no se edifique en un determinado paraje y saben que no podrá hacerse en 30 años en terrenos que hayan ardido. O a narcos interesados en que la policía investigue incendios más que alijos. Todo vale como hipótesis.
En situaciones de calamidad grave, es muy humano intentar encontrar una causa única que explique lo que no parecer tener razón de ser: que identifique a un culpable claro y único. En ausencia de otra hipótesis, las características especiales de los incendios de este año (proximidad a zonas habitadas, etcétera) podrían quizá dar verosimilitud a la teoría de la conspiración destinada a desestabilizar y desacreditar al nuevo Gobierno gallego. Sin embargo, que algo sea verosímil no lo convierte en verdadero; no han aparecido pruebas que relacionen entre sí a los detenidos, y sus características personales (edad, ocupación, etcétera) son demasiado dispares como para elaborar cualquier teoría.
Es difícil que exista una causa única. Pero es en cambio cierto que todas las posibles causas señaladas se combaten con más vigilancia. La presencia de 400 efectivos de la Brigada Paracaidista, con sus vehículos, anunciada ayer por el ministro de Defensa, marca un camino que seguramente es el apropiado para hacer frente (con medios adecuados, no sólo con voluntarismo) a una emergencia que ha desbordado claramente a los servicios antiincendios existentes.
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