Barajas-Gatwick, sin bolsas ni zapatos
Las nuevas medidas de seguridad comienzan a aplicarse de forma irregular en las terminales
La empleada de Aerolíneas Argentinas era clara y concisa al otro lado del teléfono: "No se puede llevar equipaje de mano. Ni ordenador personal ni teléfono móvil". Como ella, otras empleadas de las diferentes compañías aéreas repitieron las mismas instrucciones a los pasajeros que pretendían volar el viernes a cualquier destino, especialmente a Reino Unido o Estados Unidos.
Viajar sin otra cosa que la tarjeta de embarque, el pasaporte y algo de dinero era ayer poco menos que la consigna oficial en los aeropuertos europeos. Pero la teoría fue dando paso a una práctica irregular y más bien caótica. Así, los pasajeros más obedientes, que enterraron con grandes dosis de angustia su ordenador entre la ropa de la maleta, y abandonaron en ella el móvil, quedaban sorprendidos al ver entrar en el mismo avión a pasajeros, procedentes de otra escala, cargados hasta los dientes de bolsos de viaje, ordenadores y toda clase de bultos de mano. Fue inútil preguntar o pedir cuentas.
En Gatwick les esperaba una nueva sorpresa a los pasajeros del vuelo de Aerolíneas Argentinas: tranquilidad absoluta en el control de pasaportes. Ninguna cola, y ninguna pregunta por parte de los despectivos agentes de la seguridad aeroportuaria británicas.
La cosa parecía algo diferentes en Heathrow, el mayor aeropuerto de Europa, objetivo esencial de los terroristas. Allí, los pasajeros seguían recibiendo recomendaciones expresas de no viajar con otro equipaje de mano que el imprescindible para su identificación y su admisión a bordo de la aeronave, bien visible todo ello en una bolsa de plástico.
Instrucciones que aparecían impresas en la mayoría de los grandes rotativos británicos que advertían a los viajeros de la gravedad de portar en el bolso de mano los nuevos productos letales: botellas de agua, pasta de dientes o líquido para el mantenimiento de las lentes de contacto.
La situación era particularmente complicada para los enfermos y los viajeros con niños. En el aeropuerto de Madrid, varias mujeres policías daban instrucciones precisas a los pasajeros de que debían descalzarse, antes de pasar el arco detector de metales. Un hombre portador de una pierna ortopédica se negó, horrorizado, a quitársela en público. La agente más experta le dirigió hacia una habitación para ser revisado en privado.
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