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Columna
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Historias

Para el nacionalismo vasco la historia no es una visión del pasado, sino una versión del presente e incluso la imaginación de un futuro. Eso sí, las fantasías sobre el pretérito se presentan con pretensión de objetividad plena. No buscan entender nada de lo que sucediera en otros tiempos, sino apuntalar las pretensiones políticas del día. Además, la interpretación del pasado forma parte consustancial de la ideología y planteamientos nacionalistas. No constituye un elemento complementario o legitimador, sino que está en el corazón de su doctrina. Por lo común, la visión de la sociedad que tiene el nacionalismo es historicista, con un alto grado de especialización ideológica, cuyas claves tienden a ser comprensibles sólo por los partícipes de la filosofía del movimiento.

El nacionalismo tiene su propia versión de la historia, y ésta impregna toda su ideología, de la que resulta difícil diferenciarla

De esta forma, el nacionalismo tiene su propia versión de la historia, y ésta impregna toda su ideología. Su interpretación histórica la presenta no como fruto de un análisis, o como una visión propia cuya certeza deba demostrarse, sino con la pretensión de objetividad incuestionable, los "hechos tal como fueron", como verdades axiomáticas que no se pueden poner en tela de juicio. La mera duda, si la tuviese, descalificaría al nacionalista como tal; y por lo mismo convierte al no nacionalista en una suerte de crítico contumaz, quizás depravado por intereses turbios, desposeído de cualquier atisbo de razón. La creencia en la versión nacionalista de la historia constituye un punto de partida de la aceptación ideológica. La fe en tal interpretación resulta definitoria de la adscripción al nacionalismo.

La "historia", esto es, la referencia al pretérito, resulta omnipresente en el discurso nacionalista. El peso del pasado adopta a veces las formas explícitas de "territorios históricos", "derechos históricos", "contencioso histórico", "momento histórico", "decisión histórica", "problema histórico" o la no tan fácilmente comprensible fórmula del Pacto de Lizarra, para el que el contencioso vasco es un conflicto histórico de naturaleza política. Su resolución debe ser necesariamente política (¿no podría haberse dicho "el contencioso vasco es un conflicto político de naturaleza histórica. Su resolución debe ser necesariamente histórica"?: parece lo contrario pero se entiende lo mismo; o sea, nada). Y así el historicismo inunda la política vasca.

Los ejemplos de la presencia de la historia en el discurso nacionalista pueden repetirse casi de forma indefinida. Valgan algunas citas de manifiestos del EBB cogidas al azar: "Desde hace cien años (...)" "Ha vivido demasiado el nacionalismo vasco(...), "El Pueblo Vasco, el más antiguo de los pueblos europeos...", "El Pueblo Vasco ha superado hasta hoy el embate de los pueblos invasores de tecnología superior, de cultura más sofisticada y de organización superior", "Hemos vivido cuatro años históricamente emocionantes (...)", "Somos un pueblo acostumbrado a ver Reyes que juraban sus fueros(...)", "Hace más de un siglo nos trasladaron las aduanas, nos impusieron aranceles, nos introdujeron en un ámbito económico cerrado, nos quitaron por la fuerza nuestro régimen político, nos avasallaron culturalmente", "El Partido Nacionalista Vasco, que ha superado toda clase de adversidades en su larga historia...".

Los ejemplos pueden encontrarse en todas las manifestaciones públicas nacionalistas. Esta constante presencia de la historia en el discurso cumple funciones precisas: legitimar ideología o posturas, suministrar datos para la elaboración doctrinal, enaltecer el movimiento nacionalista, denostar al adversario, situar la experiencia cotidiana en una suerte de trascendencia esencial que sobrepasa lo inmediato... En realidad, ningún documento elaborado por el nacionalismo, si tiene alguna intención de sentar posiciones políticas, suele carecer de la correspondiente alusión histórica y de una referencia al pasado o del enmarque de la coyuntura.

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En estas condiciones, las versiones del pasado que elabora y difunde el PNV resultan a veces historietas disparatadas y chocantes, aunque, sorprendentemente, sus mentores parecen crer en ellas con gran fervor. La historia se convierte, pues, en una cuestión de fe. Cabe recordar, como ejemplo, las extrañas alusiones lehendakariles a los orígenes de la cosa vasca (a nuestros problemas les otorga últimamente una antigüedad de 170 años; vamos ganando, pues hace unos meses esto arrancaba de hace 200 años). Y la semana pasada tuvimos un gracioso ejemplo de los afanes nacionalistas por inventar y propagar pasados. Se lo debemos a un hombre serio en otros terrenos, pero ese día sin reparos en retocar pretéritos. Me refiero al eurodiputato Ortuondo, nada menos, que aseguraba en San Sebastián (quizás no para entender el pasado, sino para atar el futuro) que "la unidad de España no se produjo en 1492, sino con la Constitución de 1812" (sic, aunque pasme la buena nueva), que "además el País Vasco ha sido independiente durante muchos siglos" (sic: ahí queda eso); y que "mantuvo un pacto con la Corona de Castilla" (sic: buen remate de la faena). ¿De dónde se sacarán estas cosas tan raras? Lo que asombra es que las enuncien públicamente ante el universo mundo, no ya en los conciliábulos internos de los batzokis, que parece ámbito más propio para las fantasías históricas, y que se queden tan frescos. Resulta verdaderamente increíble.

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