Hezbolá dispara un misil de mayor alcance y carga explosiva
El cohete, de fabricación iraní, impactó a más de 50 kilómetros en el interior de Israel
El Ejército israelí batalla por tierra en el sur de Líbano mientras Hezbolá golpea con sus misiles el punto más lejano nunca alcanzado en Israel. Ya lo advirtió Hasan Nasralá, líder de la milicia chií: atacaremos al sur de Haifa. Ayer cumplió. La guerrilla islamista lanzó un misil Fajr-5, de fabricación iraní, que impactó en una zona despejada de Afula, 50 kilómetros al sur de la frontera. Nunca un proyectil de tan largo recorrido y gran carga explosiva había caído sobre Israel.
El Estado judío no va a perdonar esta afrenta de la milicia chií. El torbellino bélico se antoja imparable. "Es el comienzo de una etapa de combates", anunció Hezbolá a través de la televisión Al Manar. Su estrategia pasa por extender el miedo al corazón del Estado judío.
Con el disparo del Fajr-5, que tiene un alcance de 90 kilómetros y una carga de 100 kilos de explosivos, la guerrilla chií está poniendo a prueba los nervios de Israel, que no sufría una agresión de este calado desde la guerra de Yom Kipur, en octubre de 1973. En respuesta al desafío, el Gobierno de Ehud Olmert anunció el despliegue de misiles antimisiles Patriot en Netania y Tel Aviv, decenas de kilómetros al sur de Haifa.
La guerra que enfrenta a Israel y Hezbolá desde el 12 de julio adquiere cada día cotas más altas de violencia. El bombardeo masivo sobre los pueblos y ciudades desiertos del sur de Líbano -seis personas murieron ayer- no tiene pausa; los misiles destrozaron una base central de Hezbolá en Tiro; miles de reservistas se incorporan a sus unidades, y las batallas en Bint Yebel, baluarte de Hezbolá a cuatro kilómetros de la frontera, continúan, aunque las Fuerzas Armadas israelíes han asegurado dos veces que la ciudad había caído.
Los combates son encarnizados. Según portavoces hebreos, unos 200 milicianos han perecido en la batalla. Pero Hezbolá, por su parte, aseguró haber matado a varios soldados, expulsado a las tropas de algunos campos de batalla, y disparó más de 100 cohetes Katiusha sobre un Israel desconcertado.
No se ponen de acuerdo los jefes del espionaje militar y civil del Estado sionista. Mientras el jefe del Mossad, Meir Dagan, afirma que Hezbolá es capaz de mantener el fuego por largo tiempo, el jefe del Servicio Secreto Militar, Amos Yadlin, dice que la guerrilla está seriamente dañada.
También en el Gobierno hay discrepancias sobre el camino a seguir. Si el ministro de Justicia, Haim Ramon, se decanta por arrasar las infraestructuras civiles -se extrañó de que la población aún dispusiera de luz en el valle de la Bekaa libanés-, otros optan por métodos no tan bárbaros. Ramon, que el jueves aseguró que el mundo apoya a Israel, fue desacreditado ayer por Estados Unidos. Un portavoz del Departamento de Estado señaló que las opiniones de Ramon "eran intolerables".
Expectativa de invasión
Los obstáculos ya se han esfumado para que los uniformados israelíes se lancen a una invasión masiva de Líbano para ocupar la franja al sur del río Litani, a 20 kilómetros de la frontera, como ya hicieran en 1978. Cuentan con el respaldo de Estados Unidos, pero la historia juega en contra.
"Debemos conseguir un alto el fuego antes de que la situación sea inmanejable... Pensando a largo plazo es necesaria una reforma para examinar la dependencia del Gobierno respecto del Estado Mayor del Ejército. No es agradable decirlo en este momento, pero es la realidad. No hay solución militar a este conflicto", opina el profesor de la Universidad Hebrea Zeev Sternhell. Lo sugirió el jueves el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz: "No hay solución militar a este conflicto".
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