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Retrasar el infarto

Javier Sampedro

La esperanza de vida viene aumentando en los países occidentales a un ritmo constante de dos o tres años cada década, y Valentín Fuster vaticina que ese ritmo se sostendrá durante varias décadas más. Según sus cálculos, un bebé nacido hoy en un país rico ya tiene una esperanza de vida de 100 años. Pero la razón casi exclusiva de este incremento son los avances en el tratamiento del infarto. Son técnicas caras e imperfectas, y ésa es la razón de que el aumento de la vida no haya ido correlacionado con un ahorro en el gasto sanitario. La gente se sigue muriendo de infarto, aunque unos años más tarde.

Lo peor es que ese gasto no puede más que crecer en las próximas décadas. Para saberlo, a Fuster le basta consultar la evolución de la dieta que ha experimentado Occidente, que es casi idéntica a la del Tercer Mundo ahora: las grasas que componían el 15% de las calorías ingeridas invaden ahora el 40%, y los carbohidratos complejos (como el almidón del pan y las patatas) han cedido a la presión de los mucho más perjudiciales azúcares simples (los dulces).

Estas tendencias alimentarias se traducirán pronto en un incremento proporcional de la diabetes de tipo 2, muy asociada al sobrepeso. Puesto que la diabetes es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, cabe predecir con certeza un correspondiente aumento de los infartos y accidentes cerebrovasculares. Y de los gastos asociados a su tratamiento.

"Esos costes serán insoportables", predice Fuster. "La solución sólo puede venir de la investigación. Y la clave es saber quién tiene talento para investigar". El científico menciona medio en broma el caso de Singapur, que obliga a los jóvenes de talento a pasar dos años en un laboratorio extranjero... Pero luego los obliga a volver a Singapur.

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