Un vastísimo territorio
Los desencuentros entre la literatura (y más la poesía) en las dos orillas del idioma son múltiples y tristes. Sin duda el desconocimiento, la escasa circulación de libros de uno al otro lado, sean los peores. Los poetas españoles suelen decir -no siempre con razón- que nosotros conocemos hoy mejor lo que se hace allende el Atlántico que a la inversa. Puede haber razones económicas en ello, además. Pero está claro que el desconocimiento general es amplio (salvo excepciones) y que estamos muy lejos del periodo modernista, por ejemplo, cuando los poetas de ambas orillas se conocían, intercambiaban libros y se respetaban. (Neruda adolescente, en Temuco, había leído la poesía de Valle-Inclán en 1919. Villaespesa viajaba a América. Santos Chocano o Alfonso Reyes vivieron en España). Temo que hoy, con mejores comunicaciones, algo parecido sea más excepcional.
ANTOLOGÍA. La poesía del siglo XX en Venezuela
Edición de Rafael
Arráiz Lucca
Visor. Madrid, 2006
323 págs. 14 euros
ANTOLOGÍA. La poesía del siglo XX en Chile
Edición de J. Espinosa Guerra
Visor. Madrid, 2006
505 páginas. 20 euros
De otro lado la poesía, pues de ella hablamos, es en nuestro idioma un territorio y una vastedad gigantesca, hoy día, por lo que estar al tanto -no digo "al día"- es realmente difícil. Aproximarnos a ese inmenso territorio de nombres y estilos es lo que pretenden estas antologías que continuarán con el título de la revista La Estafeta del Viento.
La poesía venezolana del si
glo pasado (se antologa siempre a partir de la modernidad) nos depara muchas sorpresas, porque es de las menos conocidas en España. Si exceptuamos -y es conocimiento reciente, al haber aparecido aquí libros suyos- al suicida José Antonio Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Juan Liscano; y vivos aún, Rafael Cadenas o Eugenio Montejo. He citado a cinco poetas muy notables, y la antología de Arráiz Lucca (que se detiene en poetas nacidos en torno a 1950) consta de 17 autores. Poco sabemos del popular -allá- Andrés Eloy Blanco (1896-1955) o de poetas tan singulares como Guillermo Sucre -conocido además por su faceta crítica-, Fernando Paz Castillo o José Barroeta, entre los que más me han interesado y que -lo confieso- algunos hay que ni de nombre conocía. El lector tendrá donde hacer (y continuar luego) su cosecha.
La poesía chilena nos es, por
lo general, algo más conocida, incluso prescindiendo del nombre mítico de Pablo Neruda. Nicanor Parra (el más veterano), Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Jorge Teillier u Óscar Hahn son poetas muy notables, en diferentes estelas, que hace años llegaron a nosotros. Pero el más joven de los citados (Hahn) nació en 1938. Quiero con ello decir que el ritmo, con todo, va atrasado, lento. La antología consta de 20 poetas, de los que sólo los dichos (y Raúl Zurita) son familiares al lector español atento. De los restantes me quedo con Waldo Rojas, Diego Maqueira, Verónica Zondek o Alexis Figueroa. De nuevo (y ante lo nuevo) el lector tendrá donde elegir, después de los clásicos modernos, donde proseguir y donde asombrarse. Contando que, por su mismo ser, una antología nunca es exhaustiva y como depende del criterio del antólogo -que se muestra amplio en ambas- alguien aún faltará, el portento de la poesía en nuestro idioma (nuestra cultura) no podrá sino hacernos ver cuánto queda por andar.
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