Un modoso desfile del amor
La Love Parade reúne 230 pinchadiscos de 17 países, entre ellos RaveBoy, un niño de 13 años llamado Sascha
La Love Parade, el desfile del amor que nació en 1989 y se hizo célebre en Berlín en los noventa, regresó ayer a la capital alemana con menos afluencia de gente que en sus mejores días, sin los excesos anteriores y con una oferta musical más amplia. En su primera edición desde 2003, el magnífico parque Tiergarten: house, trance, chill out y drum'n'bass, entre otros ritmos electrónicos, se mezclaron en una combinación festivamente digerida por los cerca de un millón de participantes en el desfile. No se alcanzaron las cifras de los años de esplendor, cuando por el Tiergarten desfilaban un millón y medio de personas, ni apareció el creador de la fiesta, el Dr. Motte, pero la fiesta mereció la satisfacción de los actuales organizadores. La Love Parade regresó tras dos ediciones suspendidas por falta de financiación. Un total de 40 carrozas con diferentes estilos electrónicos rotaron desde las dos de la tarde por la berlinesa calle del 17 de junio, el mismo lugar donde hasta hace una semana se coreaban ante pantallas gigantes los goles del Mundial. Desde las seis, la fiesta se centró en la columna de la Victoria, en el centro de la avenida, con la actuación de Dj's como Westbam, Paul van Dyk o Louis Osbourne, hijo del rockero Ozzy Osbourne. En la Love Parade más internacional de la historia, con representantes de Chile, Dinamarca, Australia, Singapur, Canadá, India, Finlandia y las repúblicas bálticas, participaron un total de 230 pinchadiscos de 17 países, entre ellos el joven RaveBoy, un niño de 13 años llamado Sascha, venido de las cercanías de Heidelberg. A cargo de la música estaban, entre otros, dos clubes de Ibiza: Privilege Ibiza y Club Space, cada uno con su larga cartera de Dj's.
Pero a pesar de una oferta musical más variada y una agradable temperatura, el ambiente no llegaba a la euforia de otros años. Los organizadores se mostraron "extremadamente satisfechos" por el número de participantes, estimados entre medio y un millón. Sin embargo, el ambiente parecía haberse desinflado. La Love Parade, la otrora exaltación del amor, la música tecno y el erotismo, donde hasta se dice que se rodaban películas pornográficas a bordo de sus carrozas, se transformó ayer en fiesta familiar. En previsión de antiguos excesos, hasta se habían desmontado las farolas para que los entusiastas del baile compulsivo no las rompieran al trepar por ellas. Pero el desmadre no llegó a los niveles de otros tiempos más salvajes.
Gente de todas las edades se paseaba por la avenida que atraviesa el Tiergarten. Jürgen, de 67 años, observaba el ir y venir de jóvenes disfrazados y chicas en paños menores. "He venido todos los años a verlo porque soy de Berlín. Este año está menos animado", explicaba junto a Sonja, de 63 años. Stefan, de 36 años, vino acompañado de toda su familia, incluidos sus hijos de 4 y 2 años. "Es que vivimos aquí cerca. Hemos venido para que los niños lo vean. Al fin y al cabo, esto no es más que una gran fiesta", decía Stefan. Este padre de familia asegura que ni siquiera le gusta la música tecno, "aunque hoy ha habido cosas interesantes", reconoció.
Estos tres años de espera han sido largos para Simone, de 23 años. "Lo echaba mucho de menos", dice esta joven de Lübeck (norte de Alemania), que visita la Love Parade por tercera vez. Con su amiga Jenny, de 19 años, ideó un llamativo disfraz para lucir en este caluroso día. "Quisimos hacer algo especial porque no sabemos si esta será la última vez", explica Simone.
La Love Parade 2006 tuvo que celebrarse por primera vez sin la participación de su inventor, el Dj Dr. Motte (Doctor Polilla), que abandonó por su negativa a aceptar que fueran los mismos aficionados los que seleccionaran, a través de Internet, las 40 carrozas que podían participar en la marcha. El Dr. Motte organizó la parada desde 1989, con 150 asistentes, hasta 2003, con medio millón de visitantes.
Entonces ya era palpable la decadencia de la que fuera la mayor fiesta tecno del mundo. La falta de patrocinadores, las protestas de los ecologistas por los daños que sufría el parque, el rechazo de los vecinos por el ruido, pero sobre todo el desacuerdo con la ciudad por la factura de la limpieza hicieron que los amantes de la música tecno, llamados ravers, tuvieran que esperar tres años para volver a su fiesta preferida.
Babelia
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