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Feria de San Fermín

Encierro masificado y rápido de los 'miuras'

Los miuras son la bendición de Pamplona. Gregarios, nobles y veloces, consiguen año a año engrandecer su leyenda en los encierros. El recurso a esta ganadería llega siempre el domingo de San Fermín, cuando apenas resta un jirón de calle por el que pasar y a los corredores habituales se les une una marea de novatos en pésimas condiciones.

Ayer, en el tercer encierro, la torada Miura no defraudó, sino que se comportó de manera sublime. Sólo un herido en el encierro por una cornada en el abdomen, cuando fue atropellado a la altura del ayuntamiento. Se trata del joven jacetano David Llorente, de 21 años, que tuvo que ser trasladado directamente al quirófano del Hospital Virgen del Camino para ser intervenido y cuyo estado era ayer grave aunque su vida no corría peligro. Tres de los heridos en el primer encierro continúan ingresados en estado grave.

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Los malos toros de siempre

El resto de la carrera, como para enmarcar. Los toros salieron de los corrales con timidez, pero una vez pasado el susto inicial de hallarse en lugar ajeno y rodeados de personas supieron comportarse. Siempre agrupados y con tres burracos a la cabeza, el ritmo de la manada resultó trepidante.

Los mozos más experimentados supieron encontrar hueco en la cuesta de Santo Domingo y protagonizaron carreras muy cortas debido a la gran velocidad de los animales pero de gran valor, con auténticos trenes de más de 650 kilogramos presionándolos a apenas unos centímetros.

En la entrada al Ayuntamiento, dos de los astados se abrieron ligeramente hacia el vallado, pero sin derrotar ni prestar atención a los corredores. Sin embargo, la sola aproximación a las tablas provocó los momentos de mayor tensión ya que no había hueco posible para la escapatoria ni apenas tiempo de reacción debido al tranco de los animales. El resultado de estas apreturas fue el del joven que resultó corneado y el de otro mozo lanzado al suelo sin mayores consecuencias.

Lazos invisibles

A pesar del ritmo tan elevado de carrera, ninguno de los miuras cayó en la curva entre Mercaderes y Estafeta y sólo una persona resultó pisoteada por los cornúpetas, algo inhabitual en uno de los puntos más calientes del recorrido. Con la manada unida por unos lazos invisibles, ni la presencia de centenares de descerebrados que se colgaban de los costados de los animales, los citaban o golpeaban consiguió cambiar el rumbo del grupo.

En el adoquinado de Estafeta se pudieron contemplar carreras de gran mérito, ya que ayer el precio que había que pagar por encontrar toro era, como poco, el suelo. Con la imponente presencia de la que sólo los Miura pueden hacer gala unida al quehacer de los buenos corredores se vivieron los momentos que dan sentido a la carrera, la sempiterna pelea entre animal y hombre en condiciones de igualdad y que, por una milésima de segundo, roza la fusión mística.

Los incidentes tampoco existieron en la recta final de Estafeta ni en la entrada al callejón, aunque en el albero, debido a la increíble cantidad de mozos, se produjeron tropezones y caídas cuando ya los toros, en la misma formación cuasi militar que en el inicio de la carrera, entraban a los toriles tras dos minutos 13 segundos, lo que convirtió la carrera de ayer en la más rápida de las tres de estas fiestas.

Hoy, con la presencia de menos público y corredores, la siempre peligrosa ganadería de Cebada Gago, uno de los hierros con más picante para los encierros y con un comportamiento menos previsible, volverá a despertar a Pamplona entre el miedo y a la tradición.

Cogida de David Llorente ayer en el encierro de Miura.
Cogida de David Llorente ayer en el encierro de Miura.BERTA BERNARTE

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