Los malos toros de siempre

Poco importa que la corrida de Miura vuelva a ser, de un extremo a otro extremo del año, la historia de un fracaso anunciado. Los organizadores de la Feria siguen contando en sus carteles con los miuras. La cosa es como para pensarla seriamente.

La crónica de la corrida de ayer no difiere de las formuladas otros años anteriores. Puede abrirse diciendo que los toros eran grandes, largos, abiertos de cuerna, con aspecto sombrío, como para inscribirlos en los dominios de Goya. Lo poco destacable se lo llevó el cuarto, que en determinados momentos de la faena se dejó torear un poco. Destacable, sin ningún reparo, la fuerza que demostró el segundo de la tarde a resistirse a morir. Se le aplaudió con fuerza en el arrastre por haber vendido cara su muerte. Lo demás, mejor queda para el olvido.

El Fundi no hizo nada en su primero y en su segundo hay que contabilizar en su haber las buenas intenciones y su sentido profesional. Quitó por chicuelinas e intentó dejarse ver pero sin éxito.

Juan José Padilla estuvo toda la tarde en un papel poco aleccionador. Lamentablemente en su segundo dio un mitin con la espada en toda regla. Un despiste de la presidenta de la plaza le salvó de que mandaran el toro al corral. El torero gaditano por poco no mata a ese toro. Muy mal. Rematadamente mal. En su segundo toro, no dejó nada para el recuerdo. Faena insulsa, efectista, sin un átomo de calidad.

Luis Vilches estuvo toda la tarde con la intención de hacer las cosas bien. Inició sus faenas, tanto en su primero como en su segundo toro, tercero y sexto respectivamente, con pases de rodillas. En las dos faenas intentó hacer un toreo de calidad. Porque él es un torero artista, pero los toros de Miura no dan facilidades a los buenos toreros.

Llegará el año próximo y otra vez aparecerán en los carteles los toros de Miura.