El enigma vasco
Las relaciones entre el Gobierno y el PSE de un lado, y el tándem ETA-Batasuna de otro, recuerdan últimamente la famosa escena final de Some like it hot de Billy Wilder. ETA insiste en que su firme voluntad de paz no significa rectificación ni autocrítica alguna, y que la lucha seguirá hasta lograr sus objetivos de siempre. Sus dirigentes procesados exhiben todo un repertorio de comportamientos nada pacíficos, patadas contra el cristal incluidas. Por su parte, Batasuna sigue sin rechazar explícitamente "la violencia", actúa de la mano de ETA y, como colofón de la "histórica" entrevista con Patxi López, deja claro el punto central de su estrategia: "lo que decidamos los vascos y las vascas, sin ningún tipo de limitación, tiene que ser respetado por todo el mundo". Dicho de otro modo: la autodeterminación es la condición indispensable para cualquier acuerdo de normalización política.
A todo esto, Zapatero, López, Blanco, no le otorgan significación alguna, y sin dudarlo deciden aparcar la Ley de Partidos celebrando una entrevista pública con la organización ilegalizada. "No importa, nadie es perfecto", proclaman a coro, destacando una y otra vez el impresionante éxito que aguarda al "proceso de paz" en curso. En la solemne declaración efectuada en el edificio del Congreso, que no en el Congreso, Zapatero ya se apunta el tanto cual nuevo salvador de la convivencia política en Euskadi y en España: "Asumo la responsabilidad de colmar ese deseo de paz". Como prueba de su acierto, ahí está el rechazo del PP. No es que el Gobierno olvide la importancia de la oposición conservadora para lograr que la opinión pública acepte su arriesgada apuesta. Todo lo contrario: es la actitud cerril de los dirigentes populares lo que sin más argumentos da la razón al Gobierno.
A primera vista, el enigma resulta de difícil solución. Si Batasuna, a través de ella ETA, mantiene sobre el tapete, con unas u otras palabras, y el respaldo implícito de Ibarretxe para lo esencial, las reivindicaciones de autodeterminación y territorialidad (léase Navarra), ¿qué puede esperarse de unas negociaciones donde el Gobierno declara su voluntad de no hacer concesiones políticas? La pata de la mesa de partidos estaría quebrada de antemano. Sin embargo, la escenificación de la entrevista celebrada entre el PSE y Batasuna, más determinados puntos deliberadamente oscuros de las declaraciones de Zapatero y de Blanco, muestran un panorama más abierto al optimismo de las partes, como ese "marco incomparable de la Concha" cantado por Otegi. Lo importante no fue la foto, sino el perfecto encaje de las respectivas actitudes y declaraciones, incluso a la hora de marcar las diferencias. Por lo menos a corto plazo, PSE, bajo la guía de Zapatero, y Batasuna, a la sombra de ETA, han emprendido un camino en común, lo cual implica que todos han alcanzado a estas alturas un notable nivel de acuerdo. Y ello es posible porque en contra de lo que se dice, y sobre el telón de fondo de una ampliación del autogobierno, los grandes temas a debatir son sólo dos: presos y autodeterminación. No hace falta que en la negociación con ETA sea abordado el segundo: para eso está Batasuna, con la espada de Damocles (para los demás) del regreso de la violencia en caso de ruptura.
Pistas para resolver el enigma. ZP excluye el pago de precio político por "la paz", pero es que la mesa con ETA no es el lugar para las concesiones políticas. Blanco defiende la Constitución, pero admite que Batasuna plantee en la mesa de partidos la autodeterminación. ZP habla de "valores constitucionales" a defender, no de Constitución, y propone "respeto a las decisiones de los vascos respetando (sic) las normas y procedimientos legales". ¿Cuáles y con qué finalidad concreta, más allá del soñado "gran acuerdo político de convivencia" (sin el PP, claro)? De ampliar el Estatuto, ni palabra. Entramos, pues, en una senda comparable en la forma a la que fue seguida en Cataluña en torno a "la nación", sólo que con más riesgos. Hay que dar con la cuadratura del círculo en que "el marco vasco de decisión" sea reconocido, garantizando que a corto plazo los nacionalistas no van a utilizarlo para hacer saltar el marco omitido, el constitucional. Una vez normalizada la vida política vasca, piensa ZP, todo será diferente, incluso para Navarra. ¿En qué sentido? Esa es otra cuestión.
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