Voluntarios, desde El Cabanyal a Katmandu
Los universitarios participan en proyectos sociales locales e internacionales
Hay tantos voluntarios universitarios como situaciones. Estudiantes que ayudan a compañeros discapacitados; que desempeñan su labor en situaciones de marginalidad; que se encargan de tareas educativas... El común denominador es el altruismo.
Rosario Pérez y Laura Soler, estudiantes de Filología Hispánica en Alicante, son amigas desde hace tres años. Acaban de venir de Erasmus de la Universidad Paul Verlaine, de Metz (Francia). Dicen que se marcharon siendo amigas y ahora son como hermanas. Laura tiene una parálisis cerebral que la obliga a utilizar silla de ruedas. Su amiga Rosario quería irse a Francia y a ella le sedujo la idea. Por eso acudieron a su universidad para gestionar la ayuda voluntaria. El estudiante voluntario recibe una beca por ayudar al Erasmus. La experiencia ha sido para ambas la mejor de su vida. Las estudiantes destacan que las dos universidades son lugares accesibles, un estatus no trasladable a la sociedad. "En Francia, a diferencia de España, me sentí libre, no tenía que pensar cómo llegar porque todo estaba adaptado. Soy discapacitada, pero aquí te hacen sentir minusválida", concluye.
La educación constituye uno de los ejes centrales del voluntariado universitario
La estudiante de Psicología de la Universitat de València, Isabel Moix se encarga desde hace cuatro años de ayudar a estudiantes discapacitados. La última asistencia ha consistido en ayudar a una profesora con esclerosis. Empezó tras realizar un curso de voluntariado en el Centre d'Assessorament i Dinamització dels Estudiants. "Me siento a gusto haciendo esto. Deseo orientar mi futuro profesional en este ámbito".
Otro ejemplo es el de Aurora López, Elena Perkins y Laura Soriano, voluntarias de Naciones Unidas a través del Programa Unites, que se centra en disminuir la brecha tecnológica en países subdesarrollados.
Aurora, estudiante de ADE, en la Politécnica de Valencia, se marchó a Ecuador para elaborar bases de datos y ordenar información estadística en un Consorcio Provincial. "Al principio asusta un poco, porque podían enviarte a un ministerio para explicar un proyecto, pero te necesitan". Entre risas confiesa que antes de ir a Ecuador sabía "que era pequeño, que había muchos aquí y que estaba en las Galápagos", ahora ha absorbido tanto que su proyecto final de carrera ha versado sobre ello.
Elena vivió en Kathmandu, Nepal. La ya licenciada en Historia del Arte por la Universitat, coincide con Aurora en la sensación de miedo tecnológico. Se encargó de elaborar toda la información de la web y difundir los proyectos de la oficina de Naciones Unidas. Recuerda que lo más difícil fue acostumbrarse a una sociedad de castas con unos parámetros culturales diferentes. "Al día siguiente de llegar me reuní con cuatro nepalíes que hablaban un inglés casi ininteligible y que me presentaban como la responsable de un proyecto". Sobre todo, explica, fue complicado comunicarse en una cultura donde es de mala educación decir que no. También se extrañó del arraigo religioso, sin ir más lejos su compañero, ingeniero informático era el nieto del astrólogo mayor del rey, y de la situación de un país en el que a diario había toques de queda.
También Laura Soriano colaboró como voluntaria de Naciones Unidas en Colombia. Su trabajo se centró en el área de la participación ciudadana promoviendo la visibilidad de las organizaciones sociales. "He visto a niños correr por las calles descalzos, personas mendigando por el conflicto armado... esto te cambia la perspectiva de mirar el mundo". Durante sus estancias todas recibieron ayudas económicas de sus universidades y hubieron de interrumpir los estudios, pero repetirían.
Cooperación Social Universitaria, una ONG que tiene su sede en la Politécnica de Valencia, colabora con la realidad más cercana. La asociación creada hace más de una década, persigue mitigar la situación de marginalidad en la que viven los niños del Cabanyal, a través de actividades al aire libre, formación informática, deportiva... La filosofía es que los niños no pasen tanto tiempo en la calle. También tienen una línea de sensibilización y presión sobre las administraciones. Reciben ayudas de algunas unidades de la Politécnica, de profesores que permiten que los alumnos realicen las prácticas en la ONG, además de disfrutar de algunos espacios universitarios, aunque tanto Andrés Hueso como Jorge Aguilar, consideran que "a nivel institucional, por parte de la universidad falta más apoyo para el voluntariado". Con todo, Jorge estima que "lo idóneo sería que este trabajo no fuera voluntario, sino que lo asumieran las autoridades competentes".
La educación también constituye uno de los ejes centrales del voluntariado universitario. Chus Olaso, que finaliza Historia del Arte en la Universitat este curso, ha realizado durante tres años visitas guiadas a las exposiciones del edificio de la Nau como voluntaria cultural. Además de "pasárselo bomba" en los talleres con gente de todos las edades, destaca que tras su experiencia sabe cómo dirigirse a cada colectivo. Sin embargo reconoce que el voluntariado evita que esta actividad sea remunerada.
Por otra parte, Isabel Vidal se enroló como voluntaria lingüística en el programa que la Universitat Jaume I ha creado este curso. A la estudiante de Empresariales, a la que le encanta enseñar valenciano, le asignaron como pareja a una compañera de Magisterio, que quería mejorar la competencia oral. Superaron las diez horas que se estableció como "compromiso voluntario" y cuando pasen los exámenes manifiesta que seguirán quedando. "Repetiría el curso que viene, pero este año éramos más estudiantes cicerones que alumnos", asevera.
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