La Fundación Miró reivindica la figura de Carles Santos como artista conceptual
Una exposición recorre el mundo imaginario y la trayectoria del pianista y compositor
Lo de Carles Santos (Vinaròs, 1940) con el piano es un amor con 60 años de historia. Un fecundo amor del que han nacido partituras y singulares y sorprendentes espectáculos musicales de potentes imágenes visuales que beben del surrealismo de Joan Brossa, uno de sus padres espirituales. Un recorrido por el mundo imaginario del compositor y pianista valenciano y su trayectoria es lo que propone la Fundación Miró de Barcelona con la exposición Carles Santos. ¡Viva el piano!, que hoy se inaugura y con la que el museo reivindica la figura del músico como artista conceptual.
Música, artes plásticas, teatro, cine y literatura confluyen en la obra de Carles Santos, un artista cuya heterodoxia fue comparada ayer, en la presentación de la exposición, con la de Joan Miró, a quien el músico conoció a mitad de la década de 1960 y con quien trabajó en algunos proyectos de cine documental sobre su obra junto a Pere Portabella. "En la entrevista documental Miró parle (1974), de Clovis Prévost, el pintor responde a la última pregunta con esta frase que sintetiza su ética personal y su manera de entender la creación: 'Soy un hombre normal, pero cuando trabajo me lanzo al vacío'. He aquí la lección de Miró que Santos ha seguido", escribe Manuel Guerrero, comisario de la exposición, en el excelente catálogo que se ha editado.
Y al vacío se lanzó Carles Santos a mitad de la década de 1960 cuando, con todo el conservatorio prácticamente digerido y espoleado por el poeta Joan Brossa, a quien el músico ayer, en la presentación de la exposición, calificó como "el gran pervertidor", se lanzó a la aventura de crear su propia música y defenderla desde el piano. "Después de haber tocado las obras clásicas del repertorio, Brossa me dijo un día: 'Y después de esto, ¿qué?'. Y aquí estoy, con este bagaje que no existiría si antes no hubiera digerido toda la literatura clásica", explicó el músico.
Una exhibición en la que el piano es el gran protagonista, porque "es el instrumento esencial de Carles Santos" y el más emblemático de los elementos de su universo. Un mundo en el que, afirma el comisario, "la música se interrelaciona con otras artes". Ha sido precisamente esa transversalidad de su obra la que ha facilitado trasladarla a un espacio expositivo, "dado el carácter efímero de la obra musical que se transmite en el tiempo", apuntó Guerrero. El comisario ha dedicado un año de su vida a bucear en el mundo artístico y personal del pianista y compositor, quien aseguró que "la intromisión" en su pasado personal y artístico le ha forzado a realizar un "ejercicio de regresión" que le ha dejado "una sensación agridulce". Sensación que el músico espera que desaparezca con el tiempo.
Ayer Carles Santos parecía flotar de satisfacción entre las escenografías de sus espectáculos músico-teatrales y óperas revividos para esta exposición que, además de las escenografías y elementos diversos, exhibe en las 10 salas dedicadas al músico pinturas, serigrafías, litografías, collages y poemas objeto de Antoni Tàpies, Joan Brossa o Josep Guinovart, artistas que han trabajado con él; las surrealistas fotografías de los carteles de sus espectáculos; los programas de mano y pósteres de sus conciertos en España y en el extranjero desde mitad de la década de 1950; y, sobre todo, pianos. Porque el piano es el hilo conductor de la exposición, el instrumento que introduce al visitante en el mundo imaginario del músico, donde se mezclan filias y fobias y obsesiones y perversiones. Todo ello presentado con el propósito de potenciar "la figura de Carles Santos como artista visual", afirmó el comisario.
En la exposición está su propio piano traído desde su casa de Vinaròs, y otros muchos pianos. Instrumentos que han pertenecido a alguno de sus espectáculos, como el media cola de La greña de Pasqual Picanya (1993) bajo una enorme lámpara en forma de araña que sube y baja; o el también media cola bajo una imponente y amenazante cruz que también sube y baja de Ricardo y Elena (2000). Y antiguos pianos de pared "intervenidos" por el músico y convertidos en poemas visuales al estilo Joan Brossa: el Piano turbo, con una hélice de barco clavada en el teclado; el Piano adolescente, con las teclas forradas de imágenes pornográficas; el Melómano orejudo, con dos enormes orejas pegadas en los laterales del instrumento... Y la andarina pianola que otrora recorría el escenario en el espectáculo La pantera imperial (1997) y que ahora se abalanza sobre el visitante mientras sus teclas tocan solas partituras de Bach, el compositor fetiche de Carles Santos.
Ensayo en el museo
El piano de Carles Santos, el imponente Bösendorfer Imperial de ocho octavas con el que el pianista y compositor trabaja en su casa de Vinaròs, situada precisamente en la calle de Carles Santos, está ahora en la Fundación Miró de Barcelona. Forma parte de la exposición y ha sido colocado en una suerte de habitación en una de cuyas tres paredes cuelgan numerosos cuadros que formaban parte de la escenografía de Ricardo y Elena, el espectáculo en el que Santos reconstruía su entorno familiar y homenajeaba a sus padres.
Allí ensayará el músico a partir del próximo martes su nuevo espectáculo, El fervor de la perseverancia, que se estrenará el próximo otoño en el Festival Temporada Alta de Girona y después se presentará en el Teatre Lliure de Barcelona antes de iniciar gira. "Tengo ganas de ver la reacción de los visitantes mientras trabaje en mi nuevo espectáculo", bromeaba ayer Santos. "La exposición permanecerá abierta hasta el 5 de noviembre, así que la Fundación Miró será durante cuatro meses mi estudio de ensayo. Ahora sólo falta que me pongan una cama para que también se convierta en mi casa".
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