_
_
_
_
_

El tren de la innovación

¿Cuántos jóvenes investigadores y científicos perdemos cada año en el País Valenciano, bien porque no encuentran trabajo aquí, bien porque lo encuentran en mejores condiciones fuera, bien porque arrojan la toalla ante la precariedad que les espera? Ignoro si alguien lleva la cuenta de esta deserción forzada, pero han de ser muchos -y siempre demasiados- debido a la escasa capacidad de nuestros sectores productivos para absorber una mano de obra tan cualificada y la poca atención que se le presta a las ciencias básicas. Hace tan solo unas semanas que una asociación de Joves Investigadors trató de llamar la atención del Gobierno autonómico acerca de este problema crónico.

Crónico y al parecer duradero o desde que el Consell del PP optó resueltamente por un modelo económico cimentado en el turismo y el ladrillo. El tren de la innovación, exponente del desarrollo más sólido y competitivo, apenas si ha pasado por el país. Aquí se ha preferido poner todos los huevos de las finanzas públicas en los parques míticos e ilusorios, cuya iniciativa por sí misma tan solo es objetable en la medida que ha desviado la inversión en I+D. Parece que por estos pagos no se tiene noticia de Silicon Valley, como símbolo de la invención y la prosperidad. Ni siquiera cuajó un Parque Tecnológico que se estableció en Valencia para propiciar iniciativas punteras y se redujo a la condición de mero suelo industrial. Casi hay que celebrar no verlo convertido en solar residencial. ¿O ya lo está?

Lo grave es que si el Gobierno autonómico no invierte en esta área y tampoco lo hacen las pymes indígenas por su dimensión insuficiente, el País Valenciano sigue colocado entre las comunidades que dedican a este capítulo menos de la media estatal. O sea, menos del 1% del PIB, lo que no es precisamente alentador ni exponente de las maravillas que el Consell propala acerca de nuestro presente y futuro económico. En sus eufóricos discursos suelen olvidar que solo el 23,1% de la industria valenciana tiene un alto nivel tecnológico, frente al 32,1% del conjunto español. Un déficit que se corresponde con la baja productividad, inversión, innovación e investigación.

Son datos y observaciones que se vienen repitiendo cada legislatura sin que mejoren las expectativas de quienes, a pesar de todo, apuestan por la carrera investigadora. Imaginamos los apuros que debe pasar el consejero de Empresa, Universidad y Ciencia, Justo Nieto, con tantos quinquenios al frente de la Universidad Politécnica, cuando ahora ha de recortar presupuestos y becas, además de desoír las peticiones a este respecto de las universidades valencianas. Y también de las corporaciones empresariales, si bien da la impresión de que éstas no han puesto mucho ardimiento en la instancia. Al fin y al cabo, lo que a la patronal le interesa no es la investigación, sino las aplicaciones prácticas de rentabilidad inmediata, como pueda ser el diseño de jaulas para el cultivo del lenguado en mar abierto, que se proponía -entre otros negocios similares- a los becarios.

A nuestro juicio, el gobierno autóctono del PP no tiene animadversión a la ciencia y su cultivo. No está en su proyecto político, ciertamente, pero lo peor del caso es que no tiene dinero y le sobra endeudamiento. Además, ha de pagarse lujos fútiles como el Ágora, ese edificio de la Ciudad de las Artes, que nadie sabe para qué demonios sirve. En tal tesitura habría de resignarse a que nuestros jóvenes investigadores emigren y renunciar a recuperar los ya emigrados. Se nos ocurre únicamente una fórmula de arbitrista que no resulta tan chocante si la sintonizamos con la voluntad política.

Nos referimos a los fondos sociales de las grandes cajas de ahorro valencianas, tan pródigas. ¿Hay mejor opción que destinarlos, en todo o en parte, a financiar la investigación básica y convertir el País Valenciano en esa California a la que hoy por hoy solo nos homologa el clima y los discursos? Perder el tren de la innovación y de la ciencia no es una metáfora, sino un error histórico y práctico que no se enmienda con pirotecnias arquitectónicas, en las que tantos recursos públicos y privados se han enterrado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_