"Afecta a los insectos, a las aves, incluso al hombre"
"Por los datos que tengo, creo que se ha logrado minimizar el impacto (de la contaminación lumínica), pero todavía se hacen barbaridades", dice Javier Díaz Castro, jefe de la Oficina de Protección de Cielo de Canarias. Es en esta comunidad, en gran medida por la presencia de dos observatorios, donde mejor se ha controlado el problema. Entre 1992 y 1997 se reemplazaron allí 4.000 luminarias, con un ahorro de energía de un 15%.
En España, la contaminación lumínica se disparó en la década de los noventa. Actualmente hay cinco millones de puntos de alumbrado público en toda España y se estima que al menos un 20% necesita adaptarse.
Madrid, como otras grandes urbes, muestra una gigantesca aureola que obliga a los aficionados a la astronomía a alejarse 80 kilómetros en dirección a Somosierra para observar las estrellas ("un mal cielo, pero se puede ver algo", apunta Francisco Pujol). Incluso para los astrónomos, el hecho de que sobre Madrid sólo puedan verse unas 70 estrellas en vez de 7.500 (si todas las luces estuvieran apagadas) es sólo una arista del problema.
Cada vez se encuentran más evidencias del impacto de la contaminación lumínica sobre los ecosistemas. "Afecta a los insectos, a las aves migratorias e incluso al hombre", dice Díaz Castro. Y señala, por ejemplo, que algunas especies de aves pierden el rumbo y otras especies salen a procurarse alimento más tarde que lo habitual y, por ello, terminan con los estómagos vacíos. También se ha estudian posibles consecuencias en el metabolismo y comportamientos humanos.
En general, cualquier luminaria que permita que un 25% o más de la luz que produce se proyecte encima de la horizontal es deficiente. Así lo establece, por ejemplo, la norma de la Generalitat de Cataluña, pero los activistas consideran que este porcentaje podría ser todavía menor. En zonas rurales, no debe ser mayor a un 5% y en zonas protegidas, nulo.
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