Amores de compra
Ya se ha dicho, con ocasión del pase de esta incómoda, bien que muy interesante última película del francés Laurent Cantet por el festival de Venecia 2005, que si el sexo de sus protagonistas fuera otro, la película seguramente hubiera sido muy distinta. O dicho más directamente, que si en lugar de situar como protagonistas del asunto a un grupo de mujeres que, en el Haití de comienzos de los setenta (antes del sida, un dato a tener en cuenta), lo hubiera hecho con uno de hombres, el filme se quedaría en la simple denuncia del turismo sexual masculino, a la usanza de un Michel Houellebecq, pongamos por caso, y poco más.
Pero lo cierto es que, fiel a su consigna de retratar (y en eso sí que se asemeja a su coetáneo escritor) a la sociedad en la que le tocó vivir, y hacerlo, además, fuera de toda comodidad, el director de Recursos humanos y de El empleo del tiempo ha puesto en imágenes un tráfico menos evidente, pero no menos real: el de mujeres ricas que, aburridas de su existencia en el paraíso del Primer Mundo, se van hacia el sur que menciona el título para comprar sexo. De ahí la incomodidad de la propuesta: porque contra el turismo sexual masculino, todo hijo/a de vecino está en contra, pero ¿ocurre lo mismo con el femenino?
HACIA EL SUR
Dirección: Laurent Cantet. Intérpretes: Charlotte Rampling, Karen Young, Louise Portal, Menothy César. Género: drama, Francia, 2005. Duración: 107 minutos.
Buceando en busca de comportamientos no estereotipados, Cantet da con una clave: a diferencia de los hombres, las mujeres son incapaces de sólo comprar sexo, lo cual las lleva a comprometerse con la vida, y la suerte, de sus partenaires, de forma que, a la corta o a la larga, por la ficción afloran sentimientos complejos, que tienen que ver con el deseo sexual, claro; pero también con el de protección, con una maternidad nada evidente; también, con el arrepentimiento.
Narrada con un tono contenido, haciendo un difícil, y bien logrado, equilibrio entre denuncia de la explotación y la miseria, pero también entendiendo a sus protagonistas femeninas, o al menos, mostrándolas también como víctimas de otro tipo de explotación mucho más sutil (la educación; el patriarcado, en suma), Cantet borda un retrato complejo y absorbente, al cual le va bien el pasado histórico (entre otras razones, para hablar de la represión del dictador Duvalier y de su régimen de terror institucionalizado), pero que podría ocurrir aquí y ahora, en cualquier rincón del Tercer Mundo. Conviene verla sin anteojeras; porque no es simple, porque es siempre exigente: porque su incomodidad es éticamente necesaria.
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