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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Uribe arrasa

El presidente colombiano, Álvaro Uribe, ha obtenido un triunfo clamoroso, alcanzando en la primera vuelta un 62% del voto, que hace innecesaria una segunda; pero otro resultado de la jornada es la aparición de una nueva formación de izquierda como primera fuerza de oposición. El candidato del Polo Alternativo Democrático, Carlos Gaviria, ex presidente del Tribunal Constitucional, ha quedado segundo, con un 22%, y aunque sean 40 puntos menos que lo obtenido por Uribe es el mejor resultado que jamás haya obtenido la izquierda en unas presidenciales, además de que ha acabado de hundir a la oposición oficial, que encarnaba el partido liberal.

Hoy se vislumbra un nuevo bipartidismo en Colombia, sucesor de la destartalada fórmula dual liberal-conservadora. Una derecha que irá depurándose en torno a varias formaciones del uribismo, entre las que se incluye el propio partido conservador, muy amigada de Washington, pero que no olvida su origen hispánico; no en vano, a los conservadores en Colombia se les ha llamado siempre godos; y una izquierda tornasolada que irá desde algún resto del comunismo más o menos difuminado a un centro apenas izquierdoso, que en Europa sería la derecha de la socialdemocracia.

Hoy, el que encabeza esa amalgama, sujeta a toda la trifulca propia de un país tan antropológicamente extenso y socialmente crispado como Colombia, es el senador Gaviria -nada que ver con el ex presidente César Gaviria, liberal-, y por primera vez en décadas jefe de una verdadera oposición en los hechos y en la calle, más que en el Congreso, donde hay una fuerte mayoría uribista, que promete un efectivo marcaje del poder. Y ante ello, ¿qué cabe esperar de un segundo mandato de Álvaro Uribe?

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Proseguir la ofensiva contra las FARC, a las que ha hecho recular en los cuatro años pasados, y ofrecerles negociaciones de paz, pero sólo desde una posición de fuerza, a las que no es nada seguro que respondan positivamente los terroristas del narco, que se hacen pasar cada vez con menos éxito por marxistas; completar la desmovilización de los paramilitares, haciendo, aunque sólo sea pro forma, que alguno pague los crímenes nefandos de los que tantos son responsables; iniciar o llevar a cabo otra reintegración a la sociedad, la del ELN, guerrilla ex maoísta y todavía cristiana, que hoy parece desligada de las FARC; y si hay suerte, vida y medios, atacar el bacilo de la pobreza -el 50% del país-, que parece inmune al crecimiento macroeconómico, que se cifra en más del 5%.

Todo un plan, todo un mandato para cuatro años sin tregua. Es lo mínimo que se merece Colombia, la nación de los tres mares: que Álvaro Uribe Vélez cumpla sus promesas.

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