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Reportaje:

Prohibido el móvil en clase

Una ley municipal de Nueva York impide a los alumnos de institutos llevar sus teléfonos

"Por favor, apaguen sus móviles". Además de ser uno de los mantras del siglo XXI, esta frase ha sido ha sido el padrenuestro que recitan los profesores cada mañana en las escuelas públicas de Nueva York desde que el aparato se convirtió, hace ya varios años, -junto a los reproductores de mp3-, en la segunda piel de los adolescentes. Pero desde finales de abril, la policía se encarga de que no se pronuncie en muchas de las 1.400 escuelas públicas de la ciudad. Cada mañana, varias parejas de agentes se presentan en una decena de centros escogidos al azar, instala detectores de metales, cachea a los estudiantes de secundaria, y les confisca sus celulares hasta el final del día, además de drogas o armas, si es que las llevan (esto se penaliza). Se trata, según el alcalde Michael Bloomberg, de hacer cumplir una normativa de 1988 que prohibe entrar en las escuelas con "aparatos de comunicación y contrabando" para dificultar los contactos entre pandilleros.

Pero en el Nueva York de 2006, con índices de delincuencia ínfimos respecto a su turbulento pasado, nadie se explica por qué Bloomberg ha decidido que hay que hacer cumplir a rajatabla esa ley ahora, seis semanas antes del final del curso escolar. "Cualquier momento es bueno para empezar y no vamos a dar marcha atrás", declaró a este diario el portavoz de Joel Klein, Consejero de Educación de la ciudad. Cuando anunció la medida, el alcalde argumentó que los móviles distraen, se utilizan para copiar exámenes, jugar y organizar actividades criminales.

Pero Nueva York ya no es la ciudad sin ley tomada por bandas de jóvenes como los de la película The Warriors. Y, según los propios neoyorquinos, queda poco del lado salvaje de la vida sobre el que cantaba Lou Reed. Pero sí tiene un fantasma reciente: el 11-S. Y con él una nueva psicosis entró a formar parte de su realidad. "Tras los atentados, muchos padres quieren tener la seguridad de contactar con sus hijos si pasa algo. El 11-S dejó huella y eso no se puede borrar", explicó a este diario Carmen Colon, presidenta de la Association of New York City Education Councils (ANYCEC), defensora de los derechos de los padres.

No se trata sólo de emergencias. "La tecnología es parte de nuestra vida diaria. Nuestros hijos ya no van a la escuela del vecindario. Muchos tienen que atravesar tres barrios. Los padres tenemos que estar en contacto con ellos. El alcalde no puede cambiar el mundo en el que vivimos", prosigue Colon, cuya agrupación solicita el fin de la prohibición. Según datos del departamento de educación, hasta el momento se han requisado más de 1.000 móviles, frente a veinte navajas y cuchillas y una dosis de marihuana. Los padres piden que las escuelas organicen un sistema para que se depositen a la entrada y se recojan a la salida no ha sido escuchada. "No tenemos dinero para hacer eso", ha contestado Bloomberg.

En una ciudad con 1,1 millones de estudiantes, los jóvenes están rabiosos. Al grito de "Queremos seguridad con dignidad en nuestras escuelas", unos 200 miembros del Urban Youth Collaborative Student Union, que representa a unos 1.000 estudiantes, entregaron el jueves una petición al ayuntamiento con 8.000 firmas para que se eliminen los detectores de metales. "No es sólo de los teléfonos móviles. Nos están criminalizando", se quejaba la estudiante Amy Cohen.

Mientras, los profesores urgen a todas las partes a alcanzar un compromiso. "No tenemos demasiadas quejas de los docentes. A veces suenan teléfonos en clase, pero no es exagerado", aseguró Ron Davis, de la United Federation of Teachers, que representa a 100.000 profesores. Sin embargo, que muchos están de acuerdo con los detectores de metales. "Depende de los barrios, algunas escuelas son conflictivas y los detectores ayudan a no sentirse en peligro". Pero según padres y alumnos, de momento, lo importante es conseguir que los móviles vuelvan a sonar, aunque sea entre clase y clase.

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