Estatuto y Ley de Partidos
Que un presunto demócrata y sedicente progresista como Fernando Savater cuestione la validez de la democracia representativa resulta muy inquietante. Según él (EL PAÍS, 23 de mayo), el inequívoco rechazo de diversas organizaciones y líderes catalanes a la Ley de Partidos de 2002 no reflejaba ni refleja la actitud de sus votantes; los cuales, sin embargo, han renovado e incluso ampliado durante los últimos cuatro años su confianza en aquellas siglas y aquellos dirigentes. ¿Estará el censo electoral de Cataluña compuesto por masoquistas y cretinos?
En cambio, la relación que el filósofo establece entre la Ley de Partidos y el referéndum estatutario del 18 de junio, ésa se me antoja altamente clarificadora; en efecto, a día de hoy, el no a dicha ley y el sí al Estatuto -y el sí a las expectativas de paz abiertas en Euskadi- forman un bloque coherente. De modo que una ratificación nutrida y clara del nuevo Estatuto catalán el próximo día 18 también daría a don Fernando una lección de humildad sobre el objeto de nuestra polémica... Ello, en el supuesto de que Savater fuese capaz de recibir lecciones y recordase qué cosa es la humildad.
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