Contra ¿Catalunya?
Hay políticas, por local o sectorial que sea su aplicación, que afectan a todos los que viven en una misma comunidad política, ya sea entendida como nación, país o estado. Como el anteproyecto de Ley de Identidad de Género que el Gobierno se ha comprometido a aprobar en breve después de varias iniciativas parlamentarias y proposiciones no de ley, algunas de ellas a cargo de las diputadas valencianas Isaura Navarro (IU) y Carmen Montón (PSOE). Reclamada desde hace tiempo por los colectivos de transexuales, esa ley beneficiará directamente a unas nueve mil personas que podrán evitar numerosas fatigas al inscribirse en el Registro Civil como hombres o mujeres con independencia de sus características morfológicas. Pero me corrijo, la ley afectará a esos nueve mil ciudadanos y a otros muchos: sus familiares y amigos también se alegrarán. Incluso importa a un sinnúmero de gentes más, pues la ampliación de los derechos civiles y la extensión de garantías que se derivan -sea la inclusión de ese colectivo en la acción prioritaria del Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social- satisfacen a todos los que ponen el contento de las personas, si no la felicidad, por encima de las tradiciones asfixiantes.
Si esto es así en el caso de la Ley de Identidad de Género, también lo es en otro asunto identitario: el nuevo Estatut de Catalunya. Catalunya nos interesa a todos, pero no porque vaya a romperse "la indisoluble unidad de la patria" (española, se entiende), sino porque Catalunya es una de las comunidades más dinámicas y modernas de España. Casi todo lo que pasa en Catalunya tiene un eco directo en el resto. Merece pues comentario el desafortunado lema elegido por el PSC para la campaña del referéndum: "El PP utilizará tu 'no' contra Catalunya".
Cierto es que la reacción del Partido Popular es propia del delirio que últimamente le aqueja. Ver a Ángel Acebes tildar de fascista el eslogan resulta cuanto menos chocante. Tan chocante como ver a Eduardo Zaplana ponerse serio y reclamar con semblante grave honestidad, bla, bla, bla. Recurrir a los tribunales por la vía civil y penal, como quieren hacer, es otro desatino que es de esperar los tribunales desestimen. Hay para echarse a reír. Pues risible es que ahora los líderes del PP se sulfuren de tal modo, cuando llevan años proclamando que cualquier medida de política nacional o internacional del gobierno, y de sus aliados parlamentarios, destruye o corrompe España.
El PSC tiene todo el derecho a elegir ese eslogan, no hay ninguna objeción formal a que lo haga, pero sustantivamente es de lo más decepcionante, como si en esa gota se concentrarán sus últimos desaciertos y torpezas. Porque calificar a los que elijan el no de estar contra Catalunya, o de colaboracionistas malgré soi, es del mismo corte que llamar antiespañola una opción política particular en un momento determinado. Como el PP en Catalunya es residual, parece evidente que ese lema demuestra el temor ante la posible magnitud de los seguidores de Esquerra Republicana. Pero semejante temor se expresa en una fórmula que condensa hasta qué punto la política en Catalunya gira en torno a parámetros identitarios, aboliendo o relegando otros posibles. Ese "contra Catalunya" pone otra vez a la patria por encima de los ciudadanos, el peor cariz que cualquier nacionalismo puede adoptar. Es más fácil, y menos dramático, pensar que los que voten "no" -igual que los que voten "sí"- lo único que expresan son diferentes concepciones políticas sobre cómo quieren vivir en común y no traiciones terribles o lealtades férreas un tanto apolilladas.
Lo cual no tiene que ver con la necesidad de negociar un nuevo estatuto, pues la conveniencia de este -otra cosa era el tempo político de su ocasión- también puede defenderse de maneras complementarias a las de la identidad nacional: desde una justificación funcional y democrática, tal como acercar la administración a los administrados, distribuir racionalmente los recursos o mejorar la representatividad y participación en la toma de decisiones. Asuntos estos que importan a todos -ya se sientan hombres o mujeres, catalanes o no-, pues afectan a la identidad democrática de todos los ciudadanos del estado.
Nicolás Sánchez Durá es profesor del departamento de Metafísica y Teoría del Conocimiento de la Universitat de València.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Referéndum Estatuto Cataluña
- PP
- Referéndum
- PSC
- Comunidades autónomas
- Propaganda electoral
- PSOE
- Comunidad Valenciana
- Política municipal
- Cataluña
- Administración autonómica
- Elecciones
- España
- Partidos políticos
- Administración pública
- Estatutos Autonomía
- Estatut Cataluña
- Estatutos
- Política autonómica
- Normativa jurídica
- Legislación
- Política
- Justicia