Vargas Llosa persigue el amor moderno
El autor recrea en 'Travesuras de la niña mala' una pasión imposible en las ciudades en que ha vivido
Cuando París era el centro del mundo, aquellos años en que Londres vivió sin querer la revolución de las costumbres, los días en que Madrid salió de su pacatería para adentrarse en la era moderna, la Lima que acogió a las chilenitas que quitaron el sentido a Ricardo Somocurcio, ese niño tan bueno... Son ciudades en las que transcurre Travesuras de la niña mala (Alfaguara), la última novela de Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936). Las mismas en las que ha vivido el autor y en las mismas épocas también. "Es una historia de amor moderno, y no es autobiográfica, pero sí hay en ella un tono de nostalgia", aseguró ayer en una rueda de prensa en la sede del Grupo Santillana. Hoy la presentará por primera vez en público en el teatro Español de Madrid.
"Soy optimista. Espero que América Latina no regrese a los cuartelazos"
"París ya no es ese mito, hoy los artistas latinoamericanos prefieren España"
No será el único escenario que pise Vargas Llosa en España para la presentación de su nueva novela. El libro aparece simultáneamente en España y en 18 países de América Latina con una tirada inicial de 300.000 ejemplares, según anunció su editora, Amaya Elezcano, directora de Alfaguara. También la presentará en Barcelona (teatro Romea, el 29 de mayo), Sevilla (teatro Lope de Vega, 5 de junio) y en Jerez de la Frontera (en la Fundación Caballero Bonald, el 6 de junio).
En Travesuras de la niña mala no hay sátrapas ni artistas locos, como en La fiesta del Chivo o en El paraíso en la otra esquina, sus dos últimas obras narrativas. "No necesité documentarme a fondo, tan sólo me ha bastado cerrar los ojos y evocar esos años de los que fui testigo y actor", dice Vargas Llosa. Es una novela de la memoria y de ese mundo inmediato que nos ha transportado hasta el de hoy.
Como todas sus obras, ha ido creciendo en su cabeza durante años, como una llamada. "Nunca sé por qué hay ciertas historias que se me imponen. Viene de hace muchos años, cuando en Lima, en un barrio de clase media, aparecieron dos chilenitas. Fue una historia que yo vi, que recuerdo de niño y desde entonces supe que acabaría por escribir un libro con ellas".
Pero Lily, la niña mala, que bailaba con ritmo sabroso y mucha gracia, no existe. Tampoco Ricardo Somocurcio, ese niño bueno que se enamoró de ella, "como un becerro", escribe Vargas Llosa en el primer capítulo. "Los personajes sólo existen en las novelas, aunque, por supuesto, hay modelos de los que salen", dice el escritor.
Pero esos mundos por los que todos los personajes de la nueva obra de Vargas Llosa discurren y palpitan sí son verdaderos y él los vivió intensamente. Aunque ya no se parecen a lo que fueron. "París ya no es ese mito, hoy los artistas latinoamericanos ya no sueñan con ir allí, prefieren venir a España, o, si son artistas plásticos, a Nueva York. Londres vivió una de esas revoluciones que no se planean, sino que ocurren, como fue la de las costumbres. Creo que ése es uno de los temas de la novela".
¿Y Madrid? "España, para mí, ha vivido la más notable transformación que haya ocurrido en un país en dos generaciones", asegura el escritor y académico. "Si alguien nos hubiera dicho en los años sesenta que los europeos acabarían por venir a corromperse a Madrid, no lo habríamos creído".
Pero Travesuras de la niña mala es una historia de amor, de amor moderno. "Ése es el principal reto. En todas las novelas hay historias de amor. Lo difícil es plantear el asunto de un modo diferente, original", afirma. "Digo que es una historia de amor moderno porque hasta ahora hemos construido ese tema con las patentes del romanticismo, con el mismo uso, ritual y vocabulario. El amor en cada época es una cosa determinada y ahora hay que tener en cuenta que las mujeres no son lo mismo que en el siglo XIX, y eso se refleja en el amor, más libre, menos contenido por la familia y los prejuicios".
Nada de política, advirtieron él y su editora al comienzo de la rueda de prensa. Bastó aquel aviso para que los presentes se retorcieran los sesos en busca de formulaciones que bajo un disfraz literario escondieran intenciones políticas. Y, al final, el autor dio juego. No tuvo más remedio que contestar asuntos sobre la izquierda en América Latina, sobre las próximas elecciones en Perú...
Es imposible que huya del fuerte contexto en el que enmarca todas sus novelas, incluso Travesuras de la niña mala. ¿Si dentro de unos años escribiera otra historia de amor situada en la Latinoamérica de hoy? "No soy un visionario y es difícil hacer pronósticos. Es un continente que cambia, pero tengo esperanza en que América Latina no regrese a los cuartelazos. Espero que ese populismo no resista y no empobrezca a algunos países. Yo creo que son casos aislados, no tengo una visión tan pesimista como otros".
¿Y ese apoyo a Alan García en Perú? "Cuando eliges leer un libro o contemplar una obra de arte, decides entre la excelencia. En política no ocurre eso. En Perú hay dos opciones. Una, García, que puede preservar la débil democracia, mientras que con Humala ésta corre peligro. Es sencillo, entre las dos opciones se trata de escoger la menos mala".
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