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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

A regañadientes

El cambio fiscal promovido por el Ministerio de Economía y Hacienda que pilota el vicepresidente Pedro Solbes ha sido calificado, con bastante acierto, como una minirreforma o un conjunto de meros retoques tributarios. Con independencia de los criterios que se expongan sobre su oportunidad -no son pocos quienes sostienen que no era necesario reducir de nuevo los impuestos-, resulta evidente que la reforma se queda más corta que las anteriores ejecutadas por los Gobiernos del PP y que además contradice algunas de las propuestas iniciales del modelo tributario socialista antes de las elecciones. Por ejemplo, cuando amplía la distancia entre la tributación por sociedades -baja del 35% al 30% y además de forma acelerada, en tres años, después del acuerdo parlamentario con CiU y PNV- y la tributación por IRPF, que baja menos que la societaria. Así que, en principio, el sistema fiscal español seguirá favoreciendo que las personas físicas se conviertan en personas jurídicas.

También plantea aspectos polémicos la decisión de gravar únicamente al 18% las rentas de capital -depósitos, dividendos, renta fija- que tenían tratamientos distintos según la norma vigente. La simplificación que ha realizado el equipo actual de Hacienda, sin reducir la diferencia entre las rentas de trabajo y las rentas del capital, se plantea el supuesto propósito de convertir en neutral la tributación del ahorro. Para creer en tal motivo, debería demostrarse al detalle que esa neutralidad se produce con el actual proyecto. Por el momento, queda en evidencia que esta reforma rompe con el principio de que todas las rentas queden sujetas a la misma tributación sea cual sea su origen.

Tampoco es posible saludar sus efectos sobre la economía. La rebaja del marginal del IRPF, del 45% al 43%, apenas servirá para sostener el consumo, y la rebaja en el impuesto sobre sociedades carece de profundidad para estimular la inversión. La tributación por sociedades no está entre las principales preocupaciones de los empresarios. Quizá la reducción del impuesto para las pequeñas y medianas empresas -del 30% de los beneficios al 25% en el ejercicio de 2007- produzca un impulso mayor. La sensación dominante es que la microrreforma se ha elaborado a regañadientes, con el convencimiento de que perturba más que resuelve. Así que el balance final se sitúa entre la indiferencia y la frustración. Y la mejor prueba es que Solbes se ha apresurado a prometer nuevos cambios en el futuro. Que sean pronto y que tengan mayor profundidad.

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