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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ha sido un buen trabajo

"Das war ein stück arbeit" ("Ha sido un buen trabajo"). En dos ocasiones se repite esta frase en el libreto de Lulú. La primera, a cargo del doctor Schön, en el cuadro segundo del primer acto, cuando descubre a El Pintor cómo es en realidad la protagonista de la ópera; la otra es debida a Jack el Destripador, en la escena final, después del asesinato de la misma. Podría servir también la frase para sintetizar el resultado artístico de la representación en la Maestranza. El reto marca un punto de inflexión en la trayectoria del teatro sevillano. Por una parte supone un indicador del desplazamiento del repertorio hacia el siglo XX, y por otra la consolidación de una atención prioritaria al planteamiento integrador de música y teatro.

Lulú

De Alban Berg. Con Marisol Montalvo, Jürgen Freier, Robert Künzli, Siegfried Vogel, Anne Gjevang, Eduardo Santamaría y otros. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: Pedro Halffter. Puesta en escena: Willy Decker, realizada por Werner Lahnsteiner. Escenografía: Wolfgang Gussmann. Producción de la Staatsoper de Viena. Teatro Maestranza, Sevilla, 14 de mayo.

Se contó con un buen reparto vocal, desde luego, pero el espectáculo no habría sido tan gratificante sin la excelente puesta en escena de Willy Decker, con escenografía y vestuario de Wolfgang Gussmann, procedente de la Ópera de Viena. La tensión visual es paralela a la tensión dramática de la obra. Los códigos de lenguaje plástico y teatral del director alemán se están volviendo familiares para el espectador español. Conviven en Lulú varios niveles de lectura y unos planteamientos puramente expresionistas en el movimiento y el desarrollo. La multiplicidad y el desdoblamiento enriquecen las perspectivas de las diferentes escenas. La dirección de actores rueda alrededor del personaje protagonista, tan víctima como verdugo de una serie de situaciones movidas por el deseo o la frustración. Marisol Montalvo, con una voz de escasa potencia, resuelve el personaje de Lulú con una soltura admirable. Tiene ingenuidad pero también maldad y utiliza el cuerpo como reclamo, con un desparpajo no por sutil menos efectivo. Jürgen Freier, como Doctor Schön; Eduardo Santamaría, como El Pintor; Siegfried Vogel, como Schigolch, o Robert Künzli, como Alwa, desarrollan a la perfección sus cometidos, en un reparto en el que hay escasas lagunas.

La orquesta sonó francamente bien, a las órdenes de un Pedro Halffter que dominó las estructuras y las sirvió con claridad y sin excesos. No se le fue la ópera de las manos y eso ya es mucho, aunque algún contraste más acentuado e incluso algún desgarramiento más acusado no habrían venido de más. Seguramente los habrá en las próximas funciones. De momento lo fundamental: el control, la visión global y la administración del sonido estuvieron a punto. ¿Puerta grande? Sin duda.

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