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Reportaje:La reforma del Estatuto

El río Nilo de Andalucía

El Guadalquivir ha marcado el devenir histórico de la comunidad autónoma

El río Guadalquivir ha ejercido un papel decisivo en la historia andaluza como fuente de riqueza, comercio e intercambio cultural. "El Guadalquivir es el último de los grandes ríos de síntesis de civilizaciones. El primero es el Indo; el segundo, el conjunto del Tigris y el Éufrates; el tercero, el Nilo; y el cuarto, que sintetiza todo lo anterior y lo lanza más allá del mar, es el Guadalquivir. Al pasar por Sevilla el Guadalquivir supone el último puente sobre el último gran río de Europa", explica el escritor Antonio Cascales, gran conocedor de la historia andaluza y autor de una trilogía de novelas en la que Sevilla tiene protagonismo.

Manuel Moreno Alonso, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y autor de Historia de Andalucía, señala que "el Guadalquivir para Andalucía es como el Nilo para Egipto". "El historiador griego Heródoto decía que Egipto era un don del Nilo. Andalucía es un don del Guadalquivir o, al menos, buena parte de Andalucía es un don de este río. Los momentos históricos de mayor brillantez de Andalucía están en relación con un uso más beneficioso del Guadalquivir", comenta Moreno Alonso.

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El valle del Guadalquivir fue el centro de la civilización tartesia. El río propició el desarrollo de un comercio que servía para unir las costas de Tartessos con el interior de la actual Andalucía. Los tartesios constituyeron el primer estado organizado de la península Ibérica. Su capital estaba situada a poca distancia de la desembocadura del Guadalquivir. Los tartesios entablaron relaciones con las civilizaciones del Mediterráneo oriental, llegadas al litoral peninsular con el objetivo de enriquecer su red mercantil. Los tartesios explotaban las minas de cobre y plata circundantes y controlaban la ruta del estaño. Los fenicios radicados en las costas demandaban estos minerales. Tartessos alcanzó su época de mayor pujanza entre los años 700 y 535 a. C. Su civilización cayó a manos de los cartagineses.

Los romanos buscaron sacar partido al Guadalquivir para que pudiese ser navegable hasta Córdoba. En la época del emperador Augusto las barcas de ribera llegaron hasta Córdoba. El Guadalquivir, denominado entonces Betis, planteaba problemas: su inestable cauce y su poco calado no permitían a las embarcaciones avanzar. Los ingenieros romanos levantaron diques y pequeñas presas para hacerlo navegable. La actividad del puerto hispalense era inagotable. Esta zona del río Betis acogía en sus arenales el depósito de miles de ánforas. Barcos atracados esperaban la carga de cereales, vino, aceite y esclavos con destino a distintos puntos del imperio. El aceite bético era uno de los productos más apreciados en el mundo romano. La rapidez del transporte por el Betis repercutía en unos obvios beneficios económicos. Cientos de embarcaderos se desplegaban por el Betis. Por la actual Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del río, las naves romanas llevaron los productos andaluces hasta lugares tan remotos como la actual Gran Bretaña o Siria.

Tras la irrupción en la península de los invasores árabes en el año 711 se consolidó la ruta Córdoba-Sevilla-Algeciras como habitual de las embarcaciones. El río Betis pasó a llamarse Guadalquivir. El río mostraba, en ocasiones, su cara más siniestra con riadas que llevaron a la muerte a centenares de personas. La conquista castellana de Sevilla en 1248 mantuvo la estructura comercial del Guadalquivir.

El descubrimiento de América vino aparejado con una época de esplendor para el río. En 1503 se estableció la Casa de la Contratación de Sevilla. De la capital andaluza salían todas las expediciones al continente americano. El río fue puerta de entrada de las riquezas que llegaban de América. Sin embargo, las dificultades en la navegación llenaban de quebraderos de cabeza a los marinos y negociantes. Su poco calado y la lucha contra la corriente acrecentaban los problemas. Todo esto llevó a que los capitanes de las embarcaciones se negasen a subir hasta Sevilla para descargar la mercancía. Cádiz recogió el testigo de Sevilla en la actividad comercial. Los problemas para Sevilla no hicieron sino aumentar, debido a que la disminución del calado y el crecimiento del tapón en la desembocadura originaban numerosas riadas que anegaron distintas zonas de Andalucía.

En el siglo XVIII, los ingenieros se pusieron manos a la obra para intentar que las inundaciones no fueran tan regulares y para recuperar la navegabilidad del río. Así, construyeron las llamadas cortas. Un corte en el río gracias a un canal artificial daba más calado al cauce y controlaba las crecidas. Esta estructura pervive hoy.

El mapa de la cuenca

La cuenca del Guadalquivir ocupa 57.527 kilómetros cuadrados que se reparten de la siguiente forma por cuatro comunidades autónomas.

- Andalucía. Tiene 51.900 kilómetros cuadrados, que representan el 90,22% de la cuenca. Es tal la trascendencia geográfica para la comunidad, que casi el 60% del territorio andaluz pertenece a la cuenca.

- Castilla-La Mancha. Posee 4.100 kilómetros cuadrados, lo que supone una participación en la cuenca del 7,13%.

- Extremadura. Tiene 1.411 kilómetros cuadrados, el 2,45% de la cuenca hidrográfica.

- Murcia. Su participación es anecdótica: 116 kilómetros cuadrados. En total, el 0,2% de la cuenca.

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