Esperanzas europeas
Desde hace tiempo se anticipan mejoras en las principales economías europeas, aunque su concreción está resultando lenta. Ahora, la Comisión Europea, en su actualización de las previsiones económicas, confirma esas expectativas al elevar la tasa general de crecimiento para este año hasta el 2,3%, y al 2,1% para los Doce de la eurozona. No son cifras que provoquen euforia. La UE sigue siendo la zona de menor crecimiento del planeta, con la más elevada tasa de paro.
Llama la atención el escaso impacto del incremento en el precio del petróleo que se anticipa sobre el crecimiento económico. La hipótesis es que en el conjunto del año, el encarecimiento de la energía no será excesivo en comparación con 2005. En todo caso, su efecto será ampliamente compensado por la mejora de las expectativas empresariales que desde hace meses se extiende a las principales economías de la región.
Las empresas alemanas han sido capaces de competir en los mercados internacionales. El optimismo que mantienen desde hace meses, refrendado por el indicador IFO, supone que en algún momento las familias abandonarán las razonables cautelas e incrementarán su gasto. Para ello es necesario que las cifras de paro empiecen a reducirse o, al menos, se estabilicen. A partir de ahí, la confianza debería extenderse y, con ella, la elevación de los otros componentes de la demanda interna. Si así fuera, toda Europa se beneficiaría, España incluida.
Convenir con el comisario Almunia en que las cosas pueden ir mejor en Europa no significa que la recuperación esté asegurada. El entorno internacional no es mejor hoy que a principios de año, y tampoco lo son las condiciones de financiación de las empresas y familias. Bueno sería que el Banco Central Europeo mantuviera la prudencia que ha mostrado en su última reunión y no precipitara un endurecimiento de la política monetaria subiendo los tipos de interés, como hizo ayer la Reserva Federal norteamericana. La apreciación del euro frente a todas las monedas, y en especial frente al dólar, viene a compensar el bajo nivel de los tipos.
A la economía española le viene hoy mejor que nunca encontrar apoyos en la demanda exterior con los que reducir el inquietante desequilibrio de la balanza de pagos por cuenta corriente, y avanzar en la diversificación de un patrón de crecimiento excesivamente polarizado y, por eso, vulnerable.
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