Irán no escucha
Mohamed el Baradei, tal y como se anticipaba, ha informado al Consejo de Seguridad de que Irán no ha cooperado con el órgano de vigilancia de la ONU para esclarecer sus intenciones nucleares. El régimen islamista, en abierto desafío a la petición del Consejo de Seguridad de hace un mes, ha acelerado su programa de enriquecimiento de uranio y bloquea el trabajo de los inspectores de Naciones Unidas.
Teherán ha ido escalando el tono de su retórica a medida que se acercaba la fecha de presentación del documento del OIEA. El presidente Ahmadineyad reiteraba ayer que su país seguiría ignorando las advertencias internacionales sobre su experimentación atómica. Mientras, Bush enfatizaba que pretende resolver el contencioso occidental con Irán por medios pacíficos y diplomáticos, en consulta con sus aliados. Pero el ruido generado en las últimas semanas por ambas partes, amplificado por la incesante escalada del barril de petróleo, del que Teherán es cuarto productor mundial, se impone a las declaraciones tranquilizadoras.
A propósito de Irán viene perfilándose lenta pero progresivamente un escenario de confrontación, atizado oblicuamente por responsables estadounidenses y explícitamente por las soflamas del reaccionario presidente iraní. Ahmadineyad, entre otras, reitera con cualquier pretexto sus amenazas contra un Israel que quiere que desaparezca del mapa. Su lenguaje cada vez más radical hace imposible a los países democráticos tender la mano al régimen que representa. En el contencioso de las ambiciones nucleares militares de Teherán se van acumulando así actores y despropósitos que oscurecen su desenlace.
El próximo movimiento de este pulso, cuya gravedad sería suicida menospreciar, debe producirse la semana entrante, cuando los miembros con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, más Alemania, se reúnan en París, antes de que el Consejo analice formalmente el informe presentado ayer por El Baradei. Es probable que el máximo órgano ejecutivo de la ONU transforme en exigencia, a través de una resolución, su petición actual a Teherán para que detenga el enriquecimiento de uranio. Más dudosa en esta fase es la imposición de sanciones directas al régimen iraní, como quiere Washington, contra la opinión de Rusia y China.
El curso de los acontecimientos va a estar en cualquier caso condicionado por las diferentes perspectivas de Estados Unidos y sus aliados europeos. Washington busca un cambio de régimen en un país frontalmente hostil, que fomenta el terrorismo y la inseguridad internacional. Para Europa, que no cree en remedios drásticos, se trata básicamente de un problema de proliferación nuclear. La reconciliación de ambos puntos de vista es necesaria para formular conjuntamente opciones políticas claras y manejar la crisis con Irán con la serenidad y el sentido común que exige la magnitud de sus eventuales consecuencias.
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