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El rey de Nepal cede a la presión de la calle y restablece el Parlamento

Cientos de manifestantes salieron a las plazas gritando "ésta es la victoria del pueblo"

El rey Gyanendra de Nepal cedió ayer a las presiones populares y reinstauró el Parlamento, que había disuelto en mayo de 2002. Aceptó así una de las peticiones clave de los siete partidos de la oposición, que desde el pasado 6 de abril han paralizado el país con una huelga general y protestas, en las que han muerto al menos 14 personas en enfrentamientos con las fuerzas armadas. El monarca convocó el próximo viernes a una sesión del Parlamento.

Poco tiempo después del discurso del rey cientos de personas tomaron las calles de Katmandú y otras ciudades coreando: "Larga vida a la democracia" y "Esta victoria es la victoria del pueblo".

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La oposición calificó de "positivo" el mensaje del rey, aunque al cierre de esta edición no se había desconvocado la multitudinaria manifestación prevista para hoy, a la que se esperaba que acudieran más de 500.000 personas. El pasado viernes, Gyanendra ofreció devolver el poder ejecutivo a la alianza de los siete partidos, pero éstos rechazaron la propuesta porque no satisfacía sus demandas.

En su intervención, a las 11.30 de la noche (tres horas y 45 minutos menos en la España peninsular), el monarca pidió a los partidos que "asuman la responsabilidad de conducir a la nación por la senda de unidad nacional y de la prosperidad, mientras aseguran una paz permanente y la salvaguardia de la democracia multipartidista". También presentó sus condolencias a las familias de los fallecidos durante las movilizaciones.

La oposición había exigido a Gyanendra que devuelva el poder que asumió en febrero de 2005 tras desmantelar el Gobierno con el argumento de que habían sido incapaces de poner fin a la corrupción y a la insurgencia maoísta, que en una década ha dejado casi 13.000 muertos. Katmandú lleva días en estado de sitio, con tanquetas y acorazados coronados de ametralladoras patrullando las avenidas, con policías con palos de madera apostados en las esquinas, con soldados con fusiles en los cruces.

Los cierres metálicos están echados, las calles, casi desiertas. Sólo algunos extranjeros, que representan una importante fuente de divisas, y algunos vecinos desafían la orden, y recorren, acompañados de los cuervos que picotean la basura abandonada, una ciudad vacía, que, en condiciones normales, es un hervidero.

"O me lanzo a la lucha armada o trabajo para dar de comer a los 15 miembros de mi familia", dice Thakur Nath, de 43 años, uno de los pocos comerciantes del barrio de Thamel, en pleno centro de Katmandú, que se ha decidido a abrir su tienda en esta aglomeración de más de un millón de habitantes que desde hace cinco días vive bajo el toque de queda.

El Ejército ha sido facultado para disparar a quien incumpla la prohibición de salir de casa, en vigor durante el día. Las comunicaciones de telefonía móvil han sido cortadas para dificultar la organización de los manifestantes.

La paralización del transporte y la huelga están hundiendo la economía y han multiplicado los precios de muchos productos que comienzan a escasear. "La sal, que costaba 10 rupias, ha pasado a costar 100 [poco más de un euro]", dice una vecina mientras tuesta unas tortas de harina. Los partidos han pedido a la gente que deje de pagar los impuestos "al Gobierno ilegal del rey".

Nepal es uno de los países más pobres del mundo, con un tercio de la población bajo el umbral de la pobreza. Un obrero de una fábrica gana unas 2.000 rupias [23 euros] al mes.

El toque de queda ha sido establecido en el interior del anillo de unos 27 kilómetros de circunferencia que envuelve Katmandú, para impedir que las protestas lleguen al palacio real de Narayanhiti. Ayer, se volvieron a producir enfrentamientos en zonas de la circunvalación, en la que al caer la tarde ardían neumáticos.

Manifestantes convocados por la oposición nepalí, ayer en Katmandú.
Manifestantes convocados por la oposición nepalí, ayer en Katmandú.ASSOCIATED PRESS

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