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Reportaje:Ciudadanos con problemas

Al límite de la exclusión social

10.677 familias perciben en la Comunidad la Renta Mínima de Inserción, una prestación para quien carece de otros ingresos, y que reciben, entre otras personas, 302 titulados universitarios

Oriol Güell

Tiene un solo nombre y una cantidad modesta de euros (335 de media), pero la Renta Mínima de Inserción (RMI) es un paraguas bajo el que se refugian más de 10.000 historias de supervivencia, exclusión social, enfermedad, luchas por la normalidad, malos tratos, precariedad laboral, dependencias o simples malas rachas.

Cuando alguien llama a la puerta de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales -cuyo titular es Beatriz Elorriaga- para percibir la RMI ha agotado los demás recursos a su alcance: no tiene un salario, tampoco una pensión, ni puede cobrar el paro. Muy probablemente, tampoco le quede otra opción para pagar el comedor o el transporte escolar de sus hijos, que son dos becas que acompañan a la renta. Las opciones de formarse para aspirar a un trabajo también se le han reducido al mínimo.

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Y, por último, se halla muy cerca, a un lado u otro, de la exclusión social, esa "frontera que no se ve pero que se siente". "La percibes en los ojos de quienes empiezan a mirar al resto de la sociedad como un complejo entramado de derechos y obligaciones, de riqueza pero también de esfuerzo, del que cada vez se sienten más ajenos", explica una trabajadora social del Gobierno regional.

Los beneficiarios también sienten la frontera, pero la ven en otros ojos. "En los de la gente que te mira raro, en los que creen que eres un parásito social, en quienes están tras los mostradores a los que acudes a pedir ayuda", explica una mujer de 40 años que la cobra.

El pasado 31 de diciembre había en la región 10.677 unidades familiares, con un total de 29.636 personas, que percibían esta ayuda. El 13% de ellos son inmigrantes. Un titular que viva solo percibe 326 euros al mes. A ellos, sumará 98 si tiene una persona que dependa de él, y 60 más, hasta un máximo legal de 480, si hay más personas a su cargo.

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De la disparidad de situaciones personales que esconde la renta da un ejemplo la formación de quienes la cobran: 1.571 son analfabetos, pero 302 son licenciados o diplomados universitarios. Según Asuntos Sociales, sin embargo, el perfil medio es el de una mujer de 40 años, con estudios primarios, en el paro, con hijos a su cargo y que vive de alquiler.

"Hay una gran disparidad de perfiles, es cierto, pero pueden apuntarse tendencias", explica Ana González, responsable de Políticas Sociales de CC OO. "La pobreza se cronifica y es cada vez más femenina. Se cronifica porque son muy pocos los que logran integrarse en el mercado laboral. Algunos lo logran por un tiempo, pero recaen y vuelven a necesitar la renta. Y se feminiza porque las mujeres tienen menos instrucción y más personas a su cargo, dos elementos que las castigan a la hora de integrarse laboralmente", añade.

CC OO considera un fracaso que sólo 446 personas hayan consolidado su inserción laboral en dos años y que ya no necesiten la renta. "Es necesario replantear las políticas de empleo para incidir en herramientas contra la exclusión social", afirma González. Ésta destaca dos datos: dos de cada tres perceptores están en paro y la mayoría supera los 40 años, un pasaporte hacia la expulsión definitiva del mercado laboral.

CC OO también pide un aumento de las cuantías de la renta. "El máximo legal es de 480, pero la media de ingreso por beneficiario es de 335, por lo que hay margen para aumentar los ingresos de la mayoría de los perceptores. Hay que tener en cuenta que la mayoría vive en viviendas de alquiler, lo que les consume la mayor parte de la ayuda", pide González.

Carmen Pérez Anchuela, directora general de Servicios Sociales, admite que la cronificación es un peligro a combatir. "La renta es un derecho reconocido por ley, pero debe trabajarse con ella con un enfoque temporal porque al ser un ingreso seguro y sin condiciones puede llevar a que algunos se acomoden", explica. "Por esto se incide en la participación social y económica de los beneficiarios. La renta no es sólo una paga, es un programa de recursos a disposición de quienes la necesitan", añade.

Asuntos Sociales dice trabajar cada caso de forma individual. "Algunos casos son de personas con un grave deterioro físico o emocional. Con ellos, se realizan proyectos que inciden en el aseo personal, la supervisión médica, las habilidades sociales... Otros son más sencillos: personas a las que sólo quedan unos pocos años para la pensión de jubilación y para los que la renta cubre una situación temporal de falta de recursos", relata Pérez Anchuelo.

Otro grupo lo forman quienes, por las circunstancias que sea, han caído en una mala racha. "Con ellas basta con darles los recursos: formación, apoyo... Tras unos meses, salen adelante", añade.

Pérez Anchuelo no comparte el pesimismo de CC OO. "En sus cinco años de historia, han percibido la RMI 17.000 personas en algún momento. Ahora son menos de 11.000. Esto significa que ha habido 6.000 personas que han logrado vivir sin la renta", concluye.

Una empleada de Asuntos Sociales dibuja otro horizonte. "Quienes salen son una minoría, aquellos que han tenido un mal momento y necesitaban un apoyo para tomar impulso. Para la mayoría la renta es un flotador que les impide hundirse, pero que no les saca del agua. Y en el otro extremo, están los sin techo, para los que la renta no es más que la mayor limosna que reciben al mes", concluye.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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