Quien tiene un amigo...
En la película que cierra su filmografía, Aquí, un amigo, Billy Wilder puso en imágenes la más bien patética historia de un flemático asesino a sueldo (Walter Matthau), en cuyo camino se cruza un más bien patoso hombrecillo común (Jack Lemmon), sólo para arruinarle la vida. Se diría que Richard Shepard, el director y también guionista de esta película, se ha visto muchas veces el filme de Wilder, tanto como para construir una historia que va justamente de lo contrario: con un arranque parecido (el asesino es Brosnan, el cenizo es el eficaz Kinnear), aquí se trata de hablar, en tono harto jocoso, de la soledad del killer, que entre copa y copa, polvo y polvo con jovencitas y muerto y muerto se aburre sobremanera. ¿Por qué no trabar amistad, en el lejano México DF, con un americano de Denver, cualquier cosa menos excitante?
MATADOR
Dirección: Richard Shepard. Intérpretes: Pierce Brosnan, Greg Kinnear, Hope Davis, Philip Baker Hall. Género: comedia de crímenes. EE UU-Alemania-Irlanda, 2005. Duración: 97 minutos.
Convertido desde hace años más que en actor, en un eficaz hombre de negocios, Pierce Brosnan ha construido como productor una película a la medida de su imagen en la pantalla. Es imposible no pensar en que, en Matador, estamos también ante una broma que tiene como objeto al personaje que dio fama mundial al actor, James Bond, eso sí, con un tipo con licencia para matar no a sueldo de un Gobierno, sino de oscuros, enigmáticos poderes económicos. Y una parodia que hace del personaje omnipotente del agente su patético revés.
Desparpajo
No le falta gracia al arranque y a buena parte del metraje de esta comedia negra. Durante más de la mitad, sobre todo en el primer encuentro entre ambos hombres, el filme se desarrolla con soltura, no poco desparpajo y un vitriólico sentido del humor. No es ajeno a ello el buen juego que establecen entre sí Brosnan y Kinnear: opuestos en todo en la vida, al anodino hombre de negocios le termina fascinando el misterioso asesino; y a éste, otro tanto: no tiene casa, no tiene esposa, tiene una vida demasiado peligrosa, con lo cual Danny / Kinnear es no sólo su opuesto, es también la representación de la vida que nunca podrá tener.
Todo el edificio de la película, no obstante, hace agua hacia el final. Primero, porque en una pirueta de guión indecente, Shepard nos presenta la cara más impresentable de sus personajes; luego, porque el deslizamiento de la peripecia hacia la parodia convierte en piezas de humor grueso sus últimos momentos. Y luego, en fin, porque la inverosimilitud se apodera de la función, sólo porque al conjunto le falta la suficiente dosis de mala uva como para hacerla coherente con su planteamiento de partida.
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