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Reportaje:El difícil proceso de paz en Colombia

Tras los pasos de Ingrid Betancourt

Cuatro años después de su secuestro, la ex candidata presidencial se ha convertido en la rehén más valiosa en manos de las FARC

"Imagínese un país en peores condiciones que Colombia, Níger por ejemplo. Si en aquella nación africana hubiera 3.000 secuestrados, sería el primer problema en la agenda del presidente. En Colombia, es el problema 34, por decir algo". Así opina Juan Carlos Lecompte, marido de la candidata presidencial Ingrid Betancourt, de 45 años, cautiva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la principal guerrilla del país, desde el 23 de febrero de 2002. "No es cierto", replica Francisco Santos, vicepresidente de Colombia. "El asunto de los secuestrados y de la seguridad de los colombianos es prioritario para el presidente. En tres años hemos reducido en un 80% los secuestros extorsivos".

La realidad es que hay más de 3.000 secuestrados en las selvas colombianas
"La campaña por su liberación lo único que ha conseguido es subir el precio", dice Santos
El secuestro, tras el narcotráfico, es la segunda fuente de ingresos de las FARC

La realidad es que hay más de 3.000 secuestrados en las selvas colombianas o quién sabe en qué otro rincón de aquel país, que el 28 de mayo volverá a las urnas para elegir presidente. Un selecto grupo son los llamados canjeables por guerrilleros encarcelados. Se trata de 21 víctimas de secuestros políticos -seis parlamentarios, 12 diputados regionales, un ex ministro, un ex gobernador y la ex candidata presidencial Betancourt-, y 47 oficiales y suboficiales del Ejército, y tres instructores militares de Estados Unidos camuflados como contratistas.

Cada día a las cinco de la mañana, Yolanda Pulecio envía un mensaje a su hija Ingrid a través de Antena 2, una emisora de radio de Cali. "Le cuento lo que he hecho durante el día. Hoy le diré que vino a casa un periodista de EL PAÍS. Le hablo de la actualidad política, de las elecciones". Son mensajes sin respuesta. En cuatro años de secuestro no ha habido una comunicación directa entre madre e hija, ni una frase, ni una sola palabra. "¡Ay! ¡Ojalá pudiera oír su voz! Les he dicho a los comandantes de la guerrilla presos: 'Es el colmo; ustedes pueden recibir visitas en la cárcel. A mí me incomunicaron totalmente de Ingrid". Nadie de la familia ha tenido contacto alguno con la secuestrada.

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Ingrid Betancourt se ha convertido en un valioso botín para las FARC a la hora de negociar "el intercambio humanitario" que pide la guerrilla. El valor de la rehén tiene que ver con la repercusión internacional del secuestro. En Francia, autoridades y medios de comunicación la consideran una nueva versión de Juana de Arco.

Nacida en Colombia, pasó buena parte de su vida en París, donde estudió desde pequeña. Su padre, Gabriel Betancourt, destacado político liberal, fue ministro de Educación en dos periodos y embajador ante la Unesco en la capital francesa. Su nombre sonó como presidenciable a finales de la década de los sesenta. La madre, doña Yolanda, fundadora de un centro de atención a niños de la calle, ha tenido una dilatada carrera parlamentaria en el Partido Liberal.

La política se vivía intensamente en casa de los Betancourt, por la que desfilaron figuras ilustres de la cosa pública y de las letras latinoamericanas: Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana, Virgilio Barco, Fernando Botero, Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda eran algunos de los asiduos visitantes. El escritor chileno entabló una relación de inusitada ternura con la pequeña Ingrid, según cuenta ella en su libro La rabia en el corazón.

Ingrid obtuvo una licenciatura en el prestigioso Institut des Sciences Politiques de París, donde era profesor Dominique de Villepin, actual primer ministro francés. Se casó con un diplomático galo, Fabrice Delloye, y adquirió la nacionalidad francesa, que comparte con la colombiana, como sus dos hijos, Melanie y Lorenzo.

La plácida vida en destinos como las islas Seychelles y Los Ángeles le insatisface mientras Colombia se desangra por la violencia de la mafia narcotraficante que golpea salvajemente en Medellín y Bogotá en los años ochenta. "Mi comodidad me parece cada día más vacía, vana e indecente, porque se construye lejos de los míos", escribe Ingrid.

La ruptura del matrimonio y el regreso a Colombia se precipitan con un hecho luctuoso que echa por tierra muchas esperanzas de cambio. Luis Carlos Galán, candidato a la presidencia de la República por el Partido Liberal, es asesinado en pleno centro de Bogotá, en agosto de 1989. Las balas llevan un sello inconfundible. Galán había prometido durante la campaña firmar el tratado de extradición a Estados Unidos para los jefes del narcotráfico. Ingrid hace las maletas, se separa de Fabrice y vuelve.

Inicia una carrera política que la lleva sucesivamente a la Cámara de Diputados por el Partido Liberal, al Senado (es la candidata más votada en 1998, con 200.000 sufragios) y a encabezar la candidatura por Oxígeno, una pequeña formación ecologista, en las elecciones presidenciales de 2002.

En su nueva etapa colombiana se casa con Juan Carlos Lecompte, un publicista de Cartagena sin vinculación con la política, que diseña la imagen de la campaña de Ingrid. Oradora brillante, denuncia sin ambigüedades la corrupción política y la violencia delirante de las FARC, el grupo guerrillero más antiguo de América Latina y, probablemente, el mejor armado gracias a las enormes sumas de dinero que obtiene del narcotráfico. El líder supremo, el legendario Manuel Marulanda Vélez (76 años), conocido como Tirofijo, es un personaje central en la historia contemporánea de Colombia. Hasta Fernando Botero, el artista colombiano más famoso, ha pintado al viejo jefe guerrillero en medio del bosque, en uniforme de combate y empuñando un fusil.

En plena campaña electoral, Ingrid Betancourt viaja a la localidad de San Vicente del Caguán, en el departamento meridional de Caquetá, para participar en una mesa de diálogo con los rebeldes. Son tiempos de conversaciones de paz promovidas por el Gobierno de Andrés Pastrana, en los que las FARC controlan una zona desmilitarizada, que ellos llaman de despeje, de 42.000 kilómetros cuadrados, equivalente a la superficie de un país como Suiza.

Sentados frente a frente están algunos de los máximos líderes de las FARC y representantes del Gobierno. Ingrid Betancourt está flanqueada por otros dos candidatos, Horacio Serpa (liberal) y Lucho Garzón (izquierda). En su intervención, habla sin contemplaciones de "una escalada terrorista de las FARC" y advierte de que una victoria de Álvaro Uribe en las elecciones podría significar graves violaciones de derechos humanos. Los comandantes insurgentes escuchan impertérritos. La candidata concluye su discurso con una petición solemne a las FARC: "No más secuestros. Ustedes aquí pueden tomar la decisión. Sería un gesto unilateral de grandeza". Dos semanas después, el proceso de paz salta por los aires y la guerrilla secuestra a Betancourt. Faltan tres meses para las elecciones presidenciales del 29 de mayo de 2002.

Ante el colapso de las conversaciones Gobierno-FARC, Betancourt viaja a Florencia (Caquetá) con la intención de llegar a San Vicente del Caguán. El Ejército y los paramilitares se disponen a recuperar por la fuerza el territorio dominado por la guerrilla y se temen feroces combates. El presidente Pastrana preside una ceremonia para colocar la bandera de Colombia. La candidata no consigue autorización del Ejército para viajar en helicóptero hasta San Vicente y decide finalmente hacer el trayecto por carretera. Una decisión arriesgada, en opinión de los conocedores de la zona, que sigue controlada en buena parte por las FARC. Betancourt inicia la aventura a bordo de una camioneta policial camuflada, en la que viajan su compañera de fórmula electoral, Clara Rojas, un conductor y un fotógrafo francés. No llevan escolta.

El vehículo sigue hasta que un autobús atravesado impide el paso entre las localidades de Montañita y El Paujil. Es un retén de las FARC. "Soy Ingrid Betancourt, candidata presidencial, déjenme pasar". Mientras los rebeldes consultan por radio con sus superiores, estalla una mina que arranca la pierna de un guerrillero. El desconcierto es mayúsculo y en este instante Ingrid y sus acompañantes son obligados a adentrarse en el bosque a bordo de dos vehículos. Poco después el fotógrafo y el conductor son liberados. Las dos candidatas pasan a engrosar la lista de rehenes de la guerrilla.

¿Por qué secuestraron a Ingrid? "Es una pregunta que les hice a los comandantes de las FARC que se encuentran presos", afirma su madre, Yolanda Pulecio. "Recorrí todas las cárceles. Tuve reuniones larguísimas. En ellas les decía: Explíquenme, por qué ustedes -que saben que Ingrid luchaba por una justicia social, contra la corrupción y que tenía toda la influencia para cambiar un poco este país-, cometieron semejante estupidez. Y me respondían que era una retenida de guerra para lograr la libertad de los guerrilleros presos. Para presionar al Estado".

El alcalde de París la nombró ciudadana honoraria, existen más de 1.500 comités de solidaridad en la capital francesa, los medios de comunicación le dedican una cobertura digna del mayor ídolo local, y el presidente, Jacques Chirac, y el primer ministro, Dominique de Villepin, hacen múltiples gestiones.

El vicepresidente colombiano, Francisco Santos, opina que "la campaña internacional lo único que ha conseguido es subir el precio". "Cada vez que la familia de Ingrid consigue que el ayuntamiento de un pueblo la declare ciudadana honoraria, el precio sube. Y las FARC, felices. Subió tanto el precio que Ingrid se ha convertido en la joya de la corona, con lo que probablemente será la última secuestrada en ser liberada. Es el as que tienen bajo la manga".

Álvaro Uribe, el candidato de la mano dura contra la guerrilla, ganó claramente las elecciones presidenciales del 29 de mayo de 2002. Ingrid Betancourt obtuvo 55.000 votos, cantidad suficiente para mantener con vida el partido Oxígeno. "Al día siguiente de ser elegido, Uribe vino a esta casa y se sentó ahí donde está usted", explica su madre. "Me dijo que iba a firmar un acuerdo humanitario y que haría todo lo posible por Ingrid. Pura mentira. Es la persona más mentirosa que he conocido".

El eje central de la política de Uribe en sus años de gobierno ha sido el llamado Plan Patriota en el sur de Colombia, en el que participan 25.000 miembros de las Fuerzas Armadas con apoyo logístico y humano de EE UU. Varios analistas militares consultados admiten que las FARC se han visto obligadas a retroceder, pero ello no ha significado un avance significativo de las fuerzas gubernamentales. En su retirada, los guerrilleros dejan el terreno sembrado de minas, que dificultan los movimientos del Ejército El triunfalismo del Gobierno sobre el éxito de la política de seguridad democrática no impide al vicepresidente admitir que la capacidad de hacer daño de las FARC sigue viva. "Tienen mucho dinero y un arsenal militar moderno. Al señor presidente y a mí, a la primera oportunidad que tengan nos matan. Lo intentan y lo seguirán intentado".

Durante el mandato de Uribe ha habido como mínimo una decena de iniciativas para un diálogo con las FARC sobre un eventual intercambio humanitario. Todas han fracasado por la intransigencia de unos y otros, asegura una fuente de la Iglesia católica.

"El Gobierno ha hecho lo imposible para sentarse a hablar con las FARC y ellos no se han movido un milímetro en su posición", subraya el vicepresidente Santos, que vivió en carne propia un secuestro de ocho meses (1990-91) cuando era jefe de redacción del diario El Tiempo. Sus captores eran sicarios del narcotraficante Pablo Escobar, en un caso que Gabriel García Márquez reprodujo en la novela Noticia de un secuestro.

Según Santos, el único cambio que han hecho las FARC en cuatro años es hablar del despeje (desmilitarización) de los municipios de Florida y Pradera, en el Valle del Cauca, que constituyen unos 800 kilómetros en el corazón de Colombia. "Es como si dijeran: está bien, no nos den el País Vasco, pero por qué no nos despejan Madrid o Guadalajara. Eso es inaceptable para cualquier Estado".

La iniciativa más reciente está respaldada por Francia, Suiza y España, países que han estado trabajando sigilosamente junto a la Iglesia católica en el diseño de una zona desmilitarizada de unos 120 kilómetros cuadrados para sentarse a negociar un intercambio de prisioneros y secuestrados. Carlos Lozano, director de La Voz, órgano del Partido Comunista, y con relaciones fluidas con la cúpula de las FARC, sostiene que dicho plan ha fracasado momentáneamente por la indiscreción del presidente Uribe, que lo difundió en diciembre, antes de que la guerrilla se hubiera dado por enterada.

Según la empresa británica de seguridad Control Risks Group, América Latina concentra el 75% de los secuestros que se cometen en el mundo. Colombia ocupa el primer lugar. El secuestro es la segunda fuente de financiación de la guerrilla de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional, la otra guerrilla colombiana, después del narcotráfico. Desde junio de 2003 todos los martes por la mañana un reducido grupo de familiares de militares prisioneros de la guerrilla se congregan en la plaza Bolívar de Bogotá, frente al Congreso, siguiendo el ejemplo de las madres de la Plaza de Mayo de Argentina. Los congresistas pasan junto a las mujeres y ni les miran. "Aquí todas tenemos una sensación de soledad y de una gran insolidaridad", dice Marlene Orjuela, presidenta de la Asociación de Familiares de Policías y Soldados Secuestrados (Asfamipaz), que llevan hasta nueve años en cautividad. El Gobierno no renuncia al rescate de secuestrados, siempre y cuando las posibilidades de éxito sean muy altas. "Si podemos, lo haremos, que no lo duden los colombianos ni nadie en la comunidad internacional", anuncia el vicepresidente Santos.

En la mente de todos está el fracaso del operativo de Urrao (Córdoba) el 5 de mayo de 2003, cuando el Ejército intentó liberar a un grupo de secuestrados. Al aproximarse los helicópteros, los captores mataron al gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria, al ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri y ocho militares.

El Gobierno no ha podido descubrir dónde están Ingrid y los otros secuestrados. "Si lo supiéramos seguramente habríamos intentado el rescate". Santos rechaza la idea de fracaso del Gobierno: "No haber descubierto dónde los ocultan sólo demuestra la complejidad geográfica de este país". Un estudio de la Universidad de Harvard señala que Colombia es el segundo país del mundo con la geografía física más inaccesible para el hombre, después de Nepal.

Juan Carlos Lecompte, delante de una enorme foto de su mujer, Ingrid Betancourt, en un acto en Bogotá en el segundo aniversario del secuestro.
Juan Carlos Lecompte, delante de una enorme foto de su mujer, Ingrid Betancourt, en un acto en Bogotá en el segundo aniversario del secuestro.AP
Betancourt (derecha) junto a  Clara Rojas en una imagen tomada en julio de 2002.
Betancourt (derecha) junto a Clara Rojas en una imagen tomada en julio de 2002.AP
Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt,  tras un acto celebrado en la catedral de Bogotá para pedir la liberación de su hija, en febrero de 2005.
Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, tras un acto celebrado en la catedral de Bogotá para pedir la liberación de su hija, en febrero de 2005.EFE

La fuga de un rehén de la guerrilla

José, cabo del Ejército colombiano, transportaba víveres para el Ejército en una zona de operaciones militares del departamento de Arauca, junto a la frontera con Venezuela. Una decena de hombres uniformados con siglas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el segundo grupo rebelde más numeroso de Colombia, interceptó el vehículo. Se apoderaron de los víveres, la munición y el dinero para pagar la nómina de los soldados. Los guerrilleros internaron a José y a su acompañante en la selva.

"Durante la mañana, después del desayuno, nos daban charlas de marxismo-leninismo y de ideología militar. Me decían, 'mi cabo, es mejor que cambie de bando. A usted nunca lo van a rescatar", recuerda.

Los mandos del ELN creyeron haber logrado su objetivo y José empezó a tener mayor libertad de movimientos. Jugaba al fútbol con los rebeldes, tenía derecho a jabón y pasta dental. Y, lo más importante, comprobó cómo era la vigilancia del campamento.

"Suelen tener tres anillos de seguridad. El último es el más peligroso. La idea era aprovechar un combate. O me escapaba o me mataban. Entablé una buena relación con una enfermera y me gané su confianza. Le propuse escaparnos con otros dos guerrilleros de 14 y 15 años".

El día D hubo un cambio de última hora, porque sustituyeron a uno de los integrantes de la guardia que iba a participar en la fuga. "Me tocó inmovilizarlo y eliminarlo sin que se enteraran los demás. Mientras le tapaba la boca con fuerza le clavé en todo el cuello un puñal de bambú que había fabricado los días anteriores. Nos escapamos los dos guerrilleros y yo caminando con sumo cuidado para evitar pisar las minas".

Los fugitivos se enterraron completamente bajo el barro en una cañada, y respiraban con ayuda de unos juncos. A las cuatro de la tarde dieron la voz de alarma. Toda la base se puso en pie disparando a diestro y siniestro. El comandante ordenó fusilar a tres miembros de la guardia. "Estuvimos bajo el lodo durante dos días y oíamos cómo caminaban encima de nosotros", recuerda José.

Cuando salieron del lodo, caminaron durante horas tras los pasos de la guerrillera, que conocía la zona perfectamente. Hasta que llegaron a una casa de un campesino, que era colaborador del ELN. Por suerte, la enfermera lo conocía. "Nos dieron comida y nos dijeron que el Ejército andaba cerca. Llegamos a otra casa, donde nos apoderamos de una camioneta con la que escapamos hacia la base militar. Era tan grande la emoción que no reparé en que los tres vestíamos uniformes de la guerrilla y que íbamos armados. Me salté el último control y nos cayó encima una lluvia de fuego. Llegué a la entrada de la base y estrellé la camioneta contra la barrera. Tumbados en el suelo, teníamos numerosos fusiles apuntando nuestras cabezas. El jefe de la base me reconoció. Ahí acabó la pesadilla". Habían pasado nueve meses desde el día del secuestro. José se reincorporó al Ejército y hace dos años se retiró voluntariamente. Actualmente, trabaja en una empresa de seguridad. La enfermera del ELN se incorporó a una brigada de inteligencia del Ministerio de Defensa. Del otro guerrillero, no hay noticias.

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