¿La política controla al arte?
Algunos profesionales reclaman que un Consejo de las Artes controle en España la gestión de museos y otras entidades estatales
Les guste o no el arte, lo cierto es que los políticos quieren controlarlo. Y en España se abre paso -desde Cataluña- la posibilidad de que el control del arte que está bajo el dominio de las instituciones del Estado pase a depender de instituciones similares al Arts Council británico y a otras entidades como ésa que funcionan en muchos países del mundo.
Una organización como el Arts Council o como la que prevé la ley catalana -prometida por el tripartito y auspiciada por asociaciones de artistas, gestores y profesionales- dejaría sin sentido parcelas del Ministerio de Cultura y de las entidades autonómicas que ejercen el control sobre museos y otras instituciones dedicadas a la gestión del arte.
Chirino: "Los políticos creen erróneamente que en las artes tienen una bolsa de votos"
Casos recientes de colisión entre lo que quieren los políticos y lo que pretenden los gestores de museos han acabado con la dimisión o la destitución de los profesionales. Una de las últimas dimisiones en este terreno fue la de Alicia Chillida, historiadora del arte que después de dos años al frente del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), dependiente del Cabildo de Gran Canaria, presentó su dimisión "por la insoportable presión" del representante del poder que la nombró, el Partido Popular.
Años antes había dejado el mismo puesto el escultor Martín Chirino, que fue presidente del Círculo de Bellas Artes en los primeros años de la renovación de la entidad madrileña. Chirino dejó su cargo porque también le había resultado intolerable "la injerencia" del poder, cuando en el CAAM mandaba Coalición Canaria.
En los últimos tiempos se han producido hechos similares en museos de titularidad estatal o autonómica en Madrid, Galicia, Salamanca, Murcia o Castellón, dependientes de uno u otro partido.
Cuando dimitió Alicia Chillida, la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo, el Consejo de Críticos Audiovisuales y la Unión de Asociaciones de Artistas Visuales difundió un comunicado (publicado por EL PAÍS el pasado día 4) en el que manifestaba "su preocupación" ante las causas que llevaron a este cese; "una vez más", escribía el representante de aquellas entidades, Florenci Guntín, "la injerencia política se impone a la dirección profesional y a la voluntad del equipo de trabajo de un museo haciéndolo desembocar en una situación indeseada e insostenible".
Guntín proseguía: "La forma correcta y deseable a seguir para la elección de los directores de museos e instituciones artísticas es la convocatoria de un concurso internacional, resuelto por un jurado de expertos, en el que los sectores implicados tengan representación decisoria".
Por esa vía va la ley catalana, que podría estar lista a finales de año, según el propio Guntín, que fue pintor y que desde hace años coordina la Unión de Asociaciones de Artistas Visuales. Él cree que a los políticos "no les gustaría abandonar el control sobre el arte", pero a la larga eso "les favorecería". En Cataluña, donde esta "deseable situación" de control social -y no político- de museos e instituciones artísticas oficiales se abre paso, "también ha habido todo tipo de reticencias".
Pero no queda más remedio que hacerlo, afirma Guntín. "Hay que despolitizar algunas zonas de la vida, y el arte ha de ser una de ellas; ha de asumirlo la sociedad civil, bajo control parlamentario". El Arts Council es un modelo, y lo hace así; "nuestro Ministerio de Cultura sigue el modelo de Malraux [el intelectual y ministro de Cultura del general De Gaulle, en Francia, en los años sesenta], y lo que tenemos ahora en España son 17 ministerios de Cultura, todos queriendo mandar sobre las decisiones de los profesionales".
Hay otra manera de hacerlo. El Arts Council tiene muchos imitadores en el mundo, en Europa y en Estados Unidos. Lo forman, en casi todos los casos, profesionales o notables, resultan incompatibles aquellos que tienen cargos públicos, y las personas que lo constituyen no pueden beneficiarse de sus actividades en el tiempo en que ejercen. Su acción dura cuatro años, y es el Parlamento el que controla su acción, su presupuesto y su autonomía. "Eso deja las artes lejos de los avatares electorales", que interrumpen trabajos de equipos que a veces son cesados abruptamente para pasar a una gestión de otro signo...
El PSOE planteó en su última campaña electoral la creación de un consejo, aunque sin carácter ejecutivo. Los socialistas catalanes y los partidos que luego se coligaron con ellos para gobernar fueron más allá, y ahora ya está en trámite parlamentario la ley.
Este consejo "dejaría la evolución de la cultura en manos de expertos", señala Guntín.
A Chirino la experiencia de su paso por el CAAM le dejó "mal sabor de boca". La experiencia es distinta "en entidades de titularidad privada, como La Casa Encendida, en Madrid, o CaixaForum, en Barcelona; ahí los que ponen el dinero se fían de los profesionales". El ansia de poder sobre el arte que quieren ejercer los políticos "revela nuestro carácter paleto". "Los políticos hallan placer en intervenir, y no dejan que los profesionales hagan su trabajo. Creen, erróneamente, que en el arte tienen una bolsa de votos. Un Consejo de las Artes pondría las cosas en su sitio".
Su sucesora, Alicia Chillida, se fue cuando observó que era reiterada "la falta de confianza del consejero" que la mandaba; tenía un proyecto para cinco años; durante su transcurso quería crear "una tradición museológica", pero halló "boicot e incomprensión", y finalmente se encontró -como Chirino, por otra parte- "que me nombraban un conservador que yo no quería, y se suponía que eso estaba entre mis atribuciones". Ella se considera "un caso entre muchos; necesitamos profesionalizar este trabajo, porque los profesionales trabajamos en una clave y los políticos tocan otra, y, como en mi caso, hacen que la piscina a la que uno se tira esté llena de pirañas".
Babelia
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