La participación ciudadana enfrenta al Ayuntamiento con los colectivos vecinales
Las asociaciones dicen que sólo son informadas y el Consistorio cree que el movimiento está en crisis
Ni las asociaciones de vecinos tradicionales tienen representatividad, ni mucho menos las plataformas que se van creando casi a golpe de conflicto, ni las normas de participación estipuladas en los reglamentos municipales son las idóneas. Ése es el diagnóstico que hace el Ayuntamiento de Barcelona del modelo participativo de la ciudad. Las reivindicaciones se plantean, en muchas ocasiones, en defensa de intereses de pequeños colectivos. En opinión de las asociaciones de vecinos y las plataformas, lo que ocurre es que no hay verdadera participación: el Ayuntamiento sólo les informa.
El movimiento vecinal tradicional que representan la Federación de Asociaciones de Vecinos (FAVB) y las asociaciones de los barrios adscritas a ella fueron excelentes instrumentos hace 30 o 40 años para exigir y plantear reivindicaciones ciudadanas. Han sido, además, una auténtica cantera para los partidos políticos de izquierda tras el paso de no pocos dirigentes vecinales a las filas del PSC y de Iniciativa per Catalunya-Esquerra Unida.
En los últimos años, los acontecimientos están demostrando que los colectivos vecinales mantienen posiciones contrapuestas. "Las asociaciones representan a la izquierda y dentro de ella al sector más cercano a Iniciativa per Catalunya y a lo que queda de otras siglas todavía más a la izquierda. Son ideológicas y quieren representar la vanguardia de los vecinos", opina el teniente de alcalde y concejal de Nou Barris, José Cuervo.
Hay un problema generacional, además, porque gran parte de ese movimiento asociativo descansa en personas de cierta edad. Tal vez por esas circunstancias y por el escoramiento de las viejas asociaciones de vecinos a la izquierda, en los últimos años proliferan las plataformas -alentadas por ideologías conservadoras- que no comparten esas visiones. Las asociaciones de vecinos de la zona de Vall d'Hebron se han desmarcado abiertamente de la plataforma vecinal creada contra la narcosala que cada miércoles ha realizado manifestaciones y cortes de tráfico en la Ronda de Dalt.
En líneas generales, el movimiento asociativo siempre ha mantenido cierta visión de conjunto de ciudad. Las plataformas, en cambio, suelen ir estrictamente a la suya, con sesgo conservador. Pero tanto un modelo como el otro se basan en la capacidad de arrastre y liderazgo y en la disponibilidad de tiempo de sus representantes. "Y eso no quiere decir que sean verdaderamente representativos de los vecinos", opina la regidora de Participación Ciudadana, Assumpta Escarp, que hace cierta crítica a los partidos porque cree que deben fomentar el asociacionismo.
Las normas y los sistemas de participación (consejos de distrito, plenarios, periodos de alegaciones, etcétera) están reglamentados. "Es un sistema encorsetado", reconoce Escarp, "que en realidad propicia que siempre intervengan los mismos. A veces, cuando se trata de proyectos de distrito, no de grandes intervenciones de ciudad, se pueden buscar otras fórmulas más directas. Para el proyecto de reforma de la avenida de Roma, por ejemplo, el distrito hizo un buzoneo para convocar a una asamblea. "Fue útil: los que querían hicieron sugerencias por escrito. Y algunas cosas se modificaron por las sugerencias". Algo parecido hizo Carles Martí, regidor de Ciutat Vella, para definir la reforma de la plaza de la Gardunya. Por norma general, el esfuerzo que hacen los distritos por debatir los proyectos y abrirse a las opiniones e ideas de la gente es esencial para que luego no se levanten conflictos. Pero eso depende del talante de cada concejal.
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