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Entrevista:GABRIEL TORTELLA | 75 AÑOS DEL 14 DE ABRIL

Expansión de la enseñanza

1 y 2. La República produjo una eclosión cultural en todos los órdenes: aparecieron editoriales nuevas (como Cénit), se renovaron otras viejas (Espasa Calpe, Biblioteca Nueva), se tradujeron autores hasta entonces desconocidos, aumentó el número de lectores (usuarios de bibliotecas, compradores de libros y prensa, floración de la novela y del ensayo), aparecieron o adquirieron nuevo relieve autores, como Sender, Barea, García Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Ortega, Azaña, Machado, Valle-Inclán, Unamuno, Juan Ramón, Pérez de Ayala, etcétera. Se percibió, intensamente, el empuje intelectual de la Institución Libre de Enseñanza, tanto en el predicamento de muchos de estos escritores (y de científicos como Menéndez Pidal, Sánchez-Albornoz, García Morente, Bernis, Cajal, Cabrera, Catalán, etcétera) como por la creación de programas tan originales como las Misiones Pedagógicas, La Barraca, las Universidades Populares, el renovado prestigio de la Residencia de Estudiantes, de la Junta de Ampliación de Estudios, del Instituto Escuela... Se trataba de un renacimiento cultural que unía valores de élite (palabra a la que vulgarmente se atribuyen connotaciones injustamente peyorativas), tan exaltados por Ortega o el propio Azaña, con valores, sentimientos y propósitos decididamente democráticos, como los que animaban a los citados proyectos de las Misiones y otros. Durante la República tuvo lugar una gran expansión de la enseñanza, sobre todo primaria; pero es forzoso reconocer que esta expansión también es una continuación de la obra de la dictadura de Primo de Rivera y de los gobiernos de la monarquía, especialmente tras la creación del Ministerio de Educación en 1901. Las tasas de escolarización, por ejemplo, aumentaron fuertemente en primera y segunda enseñanza; pero la tendencia se inicia hacia 1925. En enseñanza superior, en cambio, aumentaron con la República más en enseñanzas técnicas que en la universitaria, todo lo cual también indica esa relativa democratización.

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La cultura no se improvisa: cultura es correlato de acumulación; en la República floreció una planta que venía cultivándose y creciendo desde finales del XIX. Fue la culminación de la llamada Edad de Plata de la cultura española. Esta culminación y esta eclosión se debieron al nuevo ambiente de libertad y de entusiasmo popular que la República alumbró, pero no hubieran sido posibles sin el desarrollo cultural y científico de los decenios anteriores, que quizá comenzó con el nacimiento de la generación del 98 o quizá antes, con el establecimiento de la Institución en 1876.

3. Hay que insistir en la importancia de la acumulación en materia cultural y científica; la Guerra Civil cortó de cuajo la floración de que hablaba y de las consecuencias de ese corte seguimos siendo víctimas hoy día, porque nuestra cultura hoy probablemente desmerezca comparada con la cultura de la República y, desde luego, desmerece comparada con lo que hoy sería de haber tenido aquélla la debida continuidad.

Los valores culturales de la República han pervivido más como un recuerdo romántico que como una base firme sobre la que construir, tanto más cuanto que la República en paz sólo duró cinco años y tres meses y, sobre todo, que la guerra segó la vida de muchos y mandó al exilio (exterior, pero también interior) a un número aún mayor. Podría decirse (exagerando un poco) que las huellas culturales de la República son más perceptibles en México o en Argentina que en España.

Es doloroso decirlo, pero las instituciones culturales y científicas en la España de hoy son más herederas de las franquistas que de las republicanas. La autocomplacencia es la mayor enemiga de la reforma profunda y ésta es necesaria si realmente queremos volver al espíritu y la cultura de la Segunda República.

Gabriel Tortella es catedrático de Historia Económica y autor del libro Los orígenes del siglo XXI (Gadir).

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