_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cerrojazos

Durante el fin de semana, varios kilos de pasado se me han venido sobre la cabeza. Por eso hoy, con la venia de mi amigo Xavier Ribera y del ex consejero y sin embargo también amigo Andrés García Reche (y colegas de aquí, ambos), quisiera escribir sobre algunas empresas que en su día existieron y que fueron valencianas. No se asusten: por prudencia torera me cuidaré de analizar la dinamicidad, evolución de la composición sectorial, valor total acabado o índice de incremento de la productividad. Gracias por seguir leyendo y permitir que me explique un poco más: andaba yo presa de un ataque de ordenitis aguda, entre libros y papeles amontonados de mala manera durante años, cuando desde lo alto de una estantería se ha desprendido cierta polvorienta carpeta repleta de recortes de prensa. Algunos, color salmón; otros todavía mucho más viejos que este invento de pintar con suavidad las noticias económicas. Muy, muy amarillos, oscurecidos hasta casi la tonalidad del azafrán con que tiñen sus sayos los monjes budistas.

En otro ataque, esta vez de curiosidad no exenta de nostalgia, acabé abriendo la carpeta desde la que un puñado de fantasmas me vinieron a saludar, obligándome a revivir el principio del fin de Pascual Hermanos, aquel holding esplendoroso erigido sobre tierras, almacenes, helicópteros y películas. Con sus grandes establecimientos en los mejores mercados europeos, sus oficinas de alcurnia, sus residencias en el extranjero (ay, aquel palacete de París donde se inflaban a canapés embajadores y ministros...). He presenciado de nuevo el abandono de la producción de pollos por parte de Avidesa, controlada finalmente por cierto banco; la crisis de los helados; la venta de los cartonajes a los italianos. He recordado operaciones relacionadas con firmas otrora boyantes y punteras: a Frudesa pasando a unos franceses y a Damel convertida en propiedad de una multinacional sueca; Carmencita en manos de Kio; Óscar Mayer para los alemanes y Tycesa gobernada desde Abu Dhabi.

García Reche, Ribera y otras eminencias de la economía que me honro en tratar de vez en cuando explicarían mucho mejor estas debacles que creo tienen que ver con la desestructuración de los sistemas productivos (aunque no me hagan mucho caso). Pero sí quiero anotar otro aspecto, que ni siquiera se refiere a la grave situación en que han ido quedando tantos trabajadores y trabajadoras en Alzira, Pego, Elche, Novelda, Torrent, Alcoi, Onil, Tavernes, Requena, Biar... en todas y cada una de las ciudades y pueblos afectados por el cerrojazo de la industria sobre la que pivotaba la vida laboral, social y hasta personal. Porque no hace falta remitirse al paradigma de Segarra como referente totémico. Todas estas compañías familiares de cierta envergadura han sido patriarcales y frecuentemente paternalistas, aunque caciquiles. Nacidas en los años 50 y agonizantes en los 90 significaron, para sus respectivas comunidades, bastante más que un modo de ganarse el pan. Han tenido que ver con el nombre del grupo escolar y el economato, las fiestas patronales, las viviendas obreras y el equipo de fútbol, con el primer coche de lujo que se contoneó por calles aún sin asfaltar... Unas se han deslocalizado, adiós muy buenas. Otras quebraron. Y aún nos preguntamos cómo pudo ser, qué se hizo de tantos beneficios obtenidos, en qué bancos suizos, yates o joyeros fueron enterrados... Porque aquí lo que queda son las quiebras vitales, los paisajes rotos con cada bajada de persiana. Mi generación, por ejemplo, siempre conservará en la arqueología de su memoria, junto con las luchas obreras en Macosa, Uniwall, la siderurgia o la naval, algunos hitos como el día en que liberaron a Luis Suñer, o cuando supimos del misterioso secuestro de José María Pascual. Ahora, los sindicatos se movilizan. En cinco años han petado más de 18.600 empresas valencianas y según CC OO en 2005 desaparecieron 17.300 empleos industriales. Los avatares de Marie Claire, Jesmar, Ferrys o Sáez Merino son preocupación para hoy, y mañana quedarán anécdotas, recuerdos y páginas amarillas en la hemeroteca. Internet no colorea lo viejo, lo que no deja de ser un fallo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_