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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chirac, el equilibrista

La protesta social que ha generado en Francia el contrato de primer empleo (CPE) no parece que haya llegado a su final, ni mucho menos, después del discurso del viernes por la noche del presidente Jacques Chirac para salvar la cara de su primer ministro y protegido, Dominique de Villepin. Como bien resumió ayer el líder centrista François Bayrou, es la primera vez en la historia que un jefe de Estado anuncia que va a promulgar una ley para pedir luego que no se aplique. En realidad, la intervención del inquilino del Elíseo refleja, por si no estuviera claro, la agonía del chiraquismo, pero igualmente la grave situación social que respira el país vecino y la desorientación de las fuerzas políticas, que se resisten a poner en marcha la reforma laboral para frenar el desempleo.

Chirac ha pretendido con su discurso no enviar a la hoguera a su protegido Villepin, pero el jefe del Gobierno, que amenazó con dimitir si el presidente no firmaba la ley, ha salido bastante chamuscado tras el funambulismo del septuagenario mandatario. A éste no le quedaba más remedio que promulgarla una vez que la Asamblea Nacional lo había hecho antes, y después de que el Consejo Constitucional la hubiera validado sin reservas el jueves. Sin embargo, el jefe del Estado, con su alocución televisiva, reconoce ahora los fallos que encierra la norma al proponer que sea sustancialmente enmendada por el Parlamento, y sugiere que se reduzca a un año el periodo de prueba y se exija una justificación del empresario si el despido se produce antes de ese plazo. Es decir, una cariñosa bofetada a Villepin por no hacer bien los deberes, al no consultar a los agentes sociales, y, aunque le cueste mucho, una palmada en la espalda a su enemigo y cada vez más sólido candidato a la presidencia, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. El ministro comenzó a desmarcarse de la ley, que sólo convence al 6% de los franceses, y a pedir diálogo cuando estallaron las primeras protestas hace tres semanas.

El escenario dista mucho de cambiar. El discurso de Chirac ha sido recibido negativamente por las fuerzas sindicales y organizaciones estudiantiles, que ya han anunciado que no desconvocarán la nueva jornada de movilizaciones anunciada para el martes. La mayoría conservadora se ha apresurado a su vez a comprometerse a sacar cuanto antes las enmiendas en la Asamblea Nacional. Pero tal vez eso no baste para calmar la protesta de la calle. Todo ello puede desembocar en una crisis de Gobierno y en la caída de Villepin, que vería así truncadas sus aspiraciones al Elíseo, y en el adelanto de las presidenciales y generales.

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