Langostinos para Azcona
Se le veía contento a Rafael Azcona al recibir esta semana el Premio Ricardo Franco en el Festival de Málaga. Su conocida timidez no le permitió leer él mismo las palabras de agradecimiento que había escrito y le pidió al actor Juan Echanove que lo hiciera en su nombre. Azcona no había encontrado mejor manera para explicar su estado de ánimo que con la letra "de aquella mocita del fandango de Juan Breva: ...en la cala hay una fiesta / mi madre me va a llevar. / Como voy tan compuesta / me sacarán a bailar. / Llevo yo mis castañetas", aunque de inmediato aclaró el premiado guionista que "lamentablemente, yo no sé cantar ni bailar, y no he traído las castañuelas". Una pena.
He ahí una muestra más del buen humor de este creador que ha esparcido su talento por un centenar de guiones cinematográficos, algunos de los cuales son de lo mejor de la historia del cine español. Así lo cuenta el escritor Bernardo Sánchez en el libro conmemorativo Rafael Azcona: hablar el guión, que ha editado Cátedra. Libro con sustancia, reposado, minucioso, que va más allá de los textos de urgencia que a veces se publican en festivales. Bernardo Sánchez conoce bien a Azcona, por logroñés y por haber sido el responsable de la versión teatral de El verdugo, uno de los grandes guiones de Azcona junto a Berlanga, que interpretó en el escenario precisamente Juan Echanove. Bernardo Sánchez es también autor de la excelente colección de relatos Sombras Saavedra, que publicó José Luis Borau en su desgraciadamente fracasada editorial. Por falta de ventas. Una injusticia.
Azcona disfruta ahora de un éxito reconocido, lo que es raro en este país rácano en elogios. Durante casi toda su vida ha estado empeñado en permanecer en la sombra, negándose a homenajes y celebraciones. "Yo no escribo guiones para tener éxito", les contó a Ángel Sánchez Harguindey y Manuel Vicent en el libro Memorias de sobremesa (El País Aguilar): "Yo escribo guiones para pagar el teléfono y esas cosas, y para comerme de vez en cuando media docena de langostinos".
A uno le gustaría que Azcona se pusiese morado de langostinos -bueno, no tan morado como sus personajes de La grande bouffe-, ello significaría que nos habría regalado otras nuevas obras maestras para el cine, ese cine español que según Bernardo Sánchez se puede dividir en "pre-rafaelita, rafaelita y post-rafaelita". Aún no hay "post" ya que Azcona sigue en activo.
El premio del Festival de Málaga le hace pensar que "quedo etiquetado como producto de toda garantía, en consecuencia podré retocar precios". Que le sirvan langostinos, que le compren castañuelas, que le hagan escribir... A fin de cuentas, Azcona ya no puede cumplir el sueño de su vida, que era "no hacer nada práctico".
Babelia
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