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Reportaje:

"¿Y si pago...?"

Un empresario vasco que se viene resistiendo desde hace 10 años a pagar la extorsión de ETA explica que tras sufrir un atentado en su negocio se está planteando aceptar el chantaje

Saca de un cajón tres cartas de ETA. La primera está escrita en español y fechada hace más de 10 años. En ella se indica la cantidad a pagar en concepto de impuesto revolucionario y el lugar donde debe hacerlo. En la tercera, redactada en un euskera perfecto, "académico" dice él, la organización terrorista le avisa de que ya no habrá más avisos y de que su empresa y su familia se convertirán en "objetivo prioritario" si no paga inmediatamente una cierta cantidad más un plus en concepto de "intereses". Lo que no especifica la última carta de ETA es dónde debe efectuarse la entrega. Dice el empresario que aunque él nunca pensó en pagar, ese detalle -el no saber adónde dirigirse para conjurar un peligro así- ha aumentado considerablemente su zozobra.

"Me gustaba pensar que era del 80% de los empresarios valientes, de los que aguantaban"

ETA ha cumplido su amenaza. Su empresa es una de las 20 atacadas por la organización terrorista desde principios de 2005. La intensa campaña de atentados ha estado acompañada en las últimas semanas por una nueva oleada de cartas en las que ETA sube considerablemente el listón de sus amenazas. Hasta ahora, según fuentes policiales, cuando una empresa sufría un atentado como escarmiento por no pagar, sus dueños eran dejados en paz durante algún tiempo. Ya no es ni mucho menos así.

En sus últimas cartas, ETA avisa a los empresarios de que "el hecho de haber sido ya atacado no supone que sus propiedades estén libres" y les recuerda que "adeudan" a la organización cantidades que oscilan entre los 30.000 y los 210.000 euros, a las que suele añadir un 5% de interés por cada año de retraso en el pago. Lo nuevo, y también lo más grave, es que algunas de esas cartas van acompañadas de fotografías recientes de los hijos de los empresarios, de sus itinerarios habituales o de la matrícula del coche de algún familiar. Hay todavía una instrucción más que el empresario debe atender para no convertirse en "objetivo potencial de ETA": no dar parte a la policía.

Sentado en su despacho, y después de vencer mil reticencias, el empresario acepta hablar con el compromiso de que nadie -"y menos los que mandan las cartas"- pueda llegar a identificarlo. Dice que él siempre tuvo clara la respuesta a ese dilema macabro, pagar o no pagar, al que se enfrentan tantos empresarios en el País Vasco y Navarra. "Hay una pregunta que me hice hace 10 años, cuando recibí la primera carta. ¿Estoy dispuesto yo a que con mi dinero ETA compre pistolas para matar a otro...? Sé de quien no se lo plantea de forma tan cruda y al final, por miedo, por una cierta simpatía a ese mundo o por las dos cosas a la vez, termina dando el dinero. Pero yo sabía que el día que mataran a alguien no se me iba a quitar de la cabeza que en parte había podido ser gracias a mi contribución. Ahora, sin embargo, ya no lo tengo tan claro...".

Dice que su vida no se parece en nada a la que era antes de que la bomba explotara en su empresa. "Es muy difícil explicar mi estado de ánimo desde entonces, pero sí que el miedo le va ganando terreno peligrosamente a la rabia. Nunca pensé que darían ese paso. Siempre he estado atento a todo lo que se decía o se publicaba con respecto al impuesto revolucionario. Y no sé quién me dijo -sé que no fue la policía, porque nunca acudí a ellos- que ETA sólo aspira a cobrar el 25% de lo que exigía. Siempre se ha dicho que, de todos los empresarios amenazados, sólo un 10%, tal vez un 20% en las épocas más duras, sucumbía y pagaba. A mí me gustaba darle la vuelta a la cifra y pensar que era del 80%, de los valientes, de los que aguantaban...".

Su caso no es el único en el que la amenaza de ETA es gestionada en la soledad más absoluta. Hay quien, si acaso, comenta el intento de extorsión con su persona de confianza en la empresa, pero jamás con alguien de la familia. "La razón, al menos en mi caso, es muy sencilla y de carácter práctico", explica, "se aguanta mejor la presión. Uno puede administrar su miedo, pero la cosa se complica si se trata del miedo de la gente que quieres. Además, si no tienes con quien comentarlo, se te olvida más fácilmente".

ETA lo sabe. De ahí que en muchas ocasiones no sea el empresario el que recibe la carta, sino la esposa o un hijo, y a veces hasta con el remite de otro miembro de la familia. "El interés de los terroristas", explica un oficial de la Guardia Civil, "es demostrarle al empresario que está pillado, que si no paga no vivirá tranquilo vaya donde vaya. Yo sé de gente que ha tenido que dejar de utilizar su segunda casa en el campo o en la playa porque ETA les demostró que sabía de su existencia... No es de extrañar que muchos empresarios cojan a sus familias los viernes por la tarde y no vuelvan al País Vasco hasta el domingo por la noche".

Por si fuera poco, los empresarios vascos están convencidos de que ETA tiene el objetivo firme de recaudar dinero lo antes posible y que para ello no escatimará en crueldad. Se dicen sentir más amenazados que nunca, lo que contrasta con el clima de optimismo que se vive en Euskadi ante un hipotético final del terrorismo. Tanto la patronal como el Gobierno vasco han calificado de "mafiosos" los métodos de ETA. Un ejemplo muy gráfico es lo que le sucedió al empresario José Beola a finales del año pasado.

La noche del 21 de diciembre, una furgoneta cargada con 50 kilos de explosivos destruyó la discoteca Bordatxo, todo un fenómeno social en el pueblo navarro de Santesteban. José Beola, que la había comprado seis años atrás, presenció junto a su hija Eli cómo volaba por los aires. Al día siguiente, durante un programa en euskera de la emisora pública Euskadi Gaztea, decenas de jóvenes pusieron de vuelta y media a ETA y sus sicarios. Tan grande fue el rechazo al atentado que en Santesteban, en la frontera de Navarra con Francia, se organizó la primera manifestación contra ETA que se recuerde en el pueblo. Ni una semana tardó la organización terrorista en intentar echarle agua al asunto de la manera más cruel. Justificó el atentado acusando a Beola de ser "confidente" y "colaborador" de las Fuerzas Armadas. No hay que saber mucho sobre la historia de ETA para entender que una acusación así equivale a una diana en el pecho.

El empresario, sin embargo, no se arredró. Apenas tardó unas horas en difundir un comunicado en el que aclaraba: "ETA miente. No soy confidente ni chivato. ETA me mandó una carta en la que me exigía 42.000 euros más 4.320 de intereses. Este dato lo hago público ahora, muy a mi pesar, ante la campaña para desprestigiarme. ETA decía que era la última oportunidad de detener las acciones operativas en mi contra y como se ve ha cumplido la amenaza...".

Dicen quienes le conocen que Beola ha envejecido 10 años de golpe. También este otro empresario, sentado en su despacho frente a las tres cartas de ETA, admite que su férrea determinación a no ceder al chantaje se va oxidando. Al final de la entrevista, y después de pedir confidencialidad una vez más, deja en el aire una pregunta que suena a derrota: "¿Y si pago...?".

Explosión de una bomba en una empresa de Bilbao el pasado mes de febrero.
Explosión de una bomba en una empresa de Bilbao el pasado mes de febrero.SANTOS CIRILO

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