La receta del éxito de Andreas Schleicher
Si los problemas están a la vista, también lo están las soluciones. Así lo asegura Andreas Schleicher, célebre por ser el autor del Informe PISA sobre educación en la OCDE (que mostró el bajo nivel del sistema español) y que ahora ha dirigido este trabajo sobre la pérdida de competitividad europea. "La evidencia muestra -una y otra vez- que los países y los continentes que invierten decididamente en educación y formación se benefician económica y socialmente de esa elección", dice. Pero la inversión, por sí sola, tampoco es garantía de resultados, así que, además, la educación europea también "debe aprender" a ser "más flexible", "más efectiva" y "más accesible para el mayor número de gente" para "poder mantener la competitividad".
El primer punto de la receta de Schleicher es crear instituciones educativas diversas y flexibles, con libertad para poder responder en cada momento a las necesidades de conocimientos que se vayan generando. Pone el ejemplo de Finlandia para explicar que la educación debe dejar de estar enfocada a controlar los recursos y contenidos, para buscar mejores resultados, marcando objetivos altos y ofreciendo una enseñanza diversificada e individualizada.
En cuanto a la universidad, Schleicher asegura que es necesario aumentar el número de titulados, pero con criterios de calidad y equidad. Schleicher apuesta por una financiación pública y privada que refleje "mejor los beneficios sociales y privados de la educación universitaria". El informe apunta que los países del norte de Europa han conseguido mejorar su educación universitaria invirtiendo grandes recursos desde el Estado, mientras que otros como Australia, Japón o Corea lo han hecho, sobre todo, por medio del dinero que aportan los propios estudiantes. Schleicher se queja de que la "mayoría de los países de la Europa continental" están "dando la espalda a sus universidades" por no hacer "la inversión necesaria" ni "dejar a los estudiantes" pagar más por su matricula.
Además, propone que la gestión y dirección de las universidades sea equiparable a las de las empresas. Por último, recomienda que los equipos que dirigen esas universidades reflejen un abanico "más amplio de intereses", que vayan más allá de la "comunidad académica", concluyen las recomendaciones de Schleicher.
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