La fuerza de los jugadores
En 20 años casi se ha erradicado el problema desde que los propios futbolistas se asociaron para decir basta
"Lo primero que debes hacer es darte cuenta de que tienes un problema y de que has de actuar", concluye Lucy Faulkner, directora de Ética y Deportes de la federación inglesa de fútbol, la FA (Football Assocation), tras narrar cómo ha afrontado Inglaterra la lucha contra el racismo. Dice que no se refiere a España, pero parecen palabras de cortesía. El fútbol español vive como lo hacía el inglés en los 70 y 80: negando o minimizando la existencia del problema.
En los años 70, los espectadores tiraban plátanos a los jugadores negros. En los años 80, las gradas, siempre cantarinas en Inglaterra, entonaban himnos racistas. Y, en los 90, empezaron afrontar el problema. "El gran mensaje es que el problema se ha de abordar de manera conjunta, esto no lo puede afrontar un club en solitario o la federación o la policía, han de ir todos juntos y a la misma velocidad. Y hemos aprendido que los jugadores son un elemento crucial: los hinchas les escuchan y si ellos dicen que no van a tolerar el racismo muchos les seguirán", explica Faulkner. "La situación es ahora mucho mejor, está mucho más bajo control, pero sabemos que no hemos cambiado la actitud de cierta gente, lo único que hemos hecho es modificar su comportamiento en los estadios".
Todos han aportado algo en la lucha contra el racismo. Los jugadores, porque fueron los primeros en decir basta y crearon en 1993 la campaña de sensibilización Kick it out, algo así como Chútalo fuera. El Gobierno, consciente del problema, ha tomado la iniciativa legislativa introduciendo figuras delictivas y aumentando penas. En 1989 creó la ley de Espectadores de Fútbol, que sintetizaba en una norma las medidas contra la violencia que hasta entonces se aplicaban a través de la ley de Orden Público. En 1991 el Parlamento aprobó la Ley de Delitos en el Fútbol, que introducía el racismo entre los hechos delictivos en torno al fútbol.
Pero eso sirve de poco si no se aplica, y la aplicación depende de los clubes, la policía y, más aún, de la coordinación entre ésta y los servicios de seguridad de los estadios.
Los clubes empezaron por colgar pancartas y avisos en los estadios y a introducir avisos contra el racismo en los programas de mano de los partidos. Al mismo tiempo, los servicios de seguridad empezaron a coordinarse con la policía, a recibir cursos de formación sobre qué es el racismo y cómo deben reaccionar ante una actitud racista.
La policía se infiltró en las gradas con agentes camuflados, estudiando las zonas más conflictivas con cámaras de seguridad, para identificar a los instigadores y acumular pruebas para llevarles al juez. Los jueces disponen ahora de herramientas legales para condenar a los culpables y de una amplia horquilla de penas que incluyen la cárcel, pero sobre todo medidas disuasorias como la prohibición de acceder a determinados estadios durante un tiempo o incluso la de pisar un campo de por vida. Los árbitros tienen poderes para expulsar a los jugadores por comentarios o gestos racistas. Pero, ¿deben suspender un partido por la actitud racista del público? "Lo discutimos hace un año y pensamos que es una cuestión de seguridad. Debemos seguir los consejos de la policía. No podemos dejar esa decisión en los árbitros, jugadores o técnicos: ese no es su trabajo", explica Lucy Faulkner.
La lucha contra el racismo cuesta dinero. Los clubes no suelen dar cifras pero Simon Jordan, presidente del Crystal Palace, de segunda A, explicó hace poco en un artículo en The Guardian que su club se gasta cada año 375.000 euros en seguridad, "la segunda partida más alta tras los salarios de los jugadores". Ni el Manchester United ni el Arsenal, contactados por este diario, revelaron su inversión, aunque el club londinense facilitó este significativo dato: en cada partido trabajan 350 stewarts en Highbury, a razón de uno cada 100 espectadores.
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