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Reportaje:

Unos antiguos intocables

El proteccionisma italiano tiene su origen en la atomización empresarial

Enric González

Antonio Fazio, el defenestrado ex gobernador de la Banca de Italia, cayó entre rotundas y generalizadas acusaciones de proteccionismo bancario. Sufrió, sin embargo, una larga agonía, y finalmente fueron los jueces los que, incluyéndole en el registro de investigados junto a varios de sus amigos financieros, forzaron su dimisión. El Gobierno de Silvio Berlusconi evitó mientras le fue posible que el gobernador se marchara, porque era consciente de que los bancos italianos, como los españoles hasta hace unos años, son en realidad una cartera de participaciones industriales, con la actividad comercial detallista relegada a un segundo término. Cuando un banco italiano queda en manos extranjeras, un pedazo de la industria nacional se va con él.

Cuando un banco italiano queda en manos extranjeras, un pedazo de la industria nacional se va con él
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Europa blinda sus empresas nacionales

Los reflejos proteccionistas italianos, antiguos y profundos, proceden en parte de la atomización empresarial. Las empresas suelen ser medias y pequeñas y se mantienen a distancia del mercado bursátil, que impone unas normas elementales de transparencia ajenas a la tradición italiana; como resultado, cuando necesitan capitalizarse ofrecen acciones a los bancos, que acumulan cientos de participaciones en sociedades de todo tipo. La banca, como se vió en la batalla de las OPA del último año, es uno de los sectores más sensibles.

Silvio Berlusconi, que durante el desarrollo de las ofertas del BBVA por Banca Nazionale del Lavoro (BNL) y de ABN Amro por Antonveneta se definió "neutral", afirmó hace unos días que el desenlace de BNL, que no fue ni para los españoles ni para los italianos de Unipol, sino para la Banque Nationale de Paris (BNP), resultaba "negativo" para los intereses nacionales.

Industria participada

La banca italiana se ha protegido tradicionalmente de la competencia exterior con la excusa de salvaguardar la "italianidad" de su industria participada. Como resultado, es una de las más ineficientes de Europa. Otro sector históricamente intocable es el automóvil, a causa de Fiat. Cuando Ford quiso comprar Alfa Romeo, un cuarto de siglo atrás, el avvocato Gianni Agnelli opuso su veto personal. Agnelli y Fiat se quedaron con Alfa Romeo. El actual presidente de Fiat, Luca Cordero di Montezemolo, reconoció en 2004 que aquel obstruccionismo a Ford había sido "un error rotundo", porque había frenado otras posibles inversiones externas y había perjudicado de forma duradera la competitividad de la propia Fiat y de toda la industria auxiliar del automóvil en Italia.

El energético es otro sector sensible. Eni, la Empresa Nacional de Hidrocarburos, fue privatizada a partir de 1995, pero el Ministerio del Tesoro mantiene el control sobre un tercio de las acciones. La privatización de Enel, en 1999, fue compleja porque se quiso evitar que una sociedad extranjera tomara una posición importante. Como resultado de ese interés por atomizar el capital, Enel es la sociedad europea con más accionistas.

Otro de los mecanismos clásicos del proteccionismo italiano es la creación de sindicatos de accionistas, como ocurre con RCS (un grupo que, entre otras cosas, edita el Corriere della Sera y El Mundo). Un síntoma del ambiente: la única OPA hostil que se recuerda dentro de Italia, sin intervención foránea, fue la de Unicredit sobre Credito Romagnolo. Todas las demás fusiones y absorciones se han realizado al margen del mercado, a través de acuerdos entre bancos y otros grandes accionistas.

El presidente de Enel, Piero Gnudi.
El presidente de Enel, Piero Gnudi.

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