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Cientos de presos siguen amotinados en el mayor penal de Afganistán

Los presos recluidos en el penal de Policharki, situado en las afueras de Kabul, rechazaron ayer un acuerdo con las autoridades afganas para poner fin al motín. Tras la ruptura de las negociaciones, encabezadas por varios comandantes talibanes y por el jefe de una banda de secuestradores, se oyeron disparos y se pudieron ver cuatro vehículos de la ONU abandonar la prisión.

El motín se inició la tarde del sábado en el bloque dos cuando los presos se negaron a ponerse los nuevos uniformes, encargados por la prisión después de que el mes pasado cuatro talibanes lograran escaparse disfrazados de visitantes. La revuelta se extendió por los otros edificios del penal. Entre las demandas de los presos figuran la exigencia de que unos 200 talibanes sean juzgados cuanto antes, la petición generalizada de no llevar el uniforme carcelario y la retirada de las rejas de las celdas.

Según algunas fuentes, al menos un preso murió y varios resultaron heridos tras reanudarse el motín después de 24 horas de calma. Unos 2.000 reclusos trataron de derribar una de las vallas de la prisión, a lo que las fuerzas de seguridad respondieron abriendo fuego. Según informó un comandante de policía de la prisión, las negociaciones se rompieron después de que las autoridades pidieran a los internos que se movieran a un ala diferente de la prisión, pero éstos se negaron.

Un supuesto portavoz de los presos, que se identificó como Maqsodi, dijo por teléfono desde la cárcel que rechazaron el traslado porque las condiciones de vida en el nuevo bloque al que querían trasladarles eran iguales a las que ya tenían. La prisión fue rodeada por cientos de soldados apoyados por carros de combate y vehículos blindados, parte de los cuales ayer empezaron a retirarse, según la agencia Reuters.

La cárcel comenzó a construirse en la década de los setenta y es conocida por los problemas de hacinamiento y por las malas condiciones en que viven los presos. La policía acusa a los reclusos de Al Qaeda y de los talibanes, unos 350, de organizar los motines, que han causado ya la muerte de cinco personas y heridas a 41.

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