Entre la fiesta y la protesta
Un estudio recuerda la historia alternativa de los convulsos e inquietos años 80 en Euskadi
Gaztetxes en los que se difunde el antimilitarismo, movimiento estudiantil y apología del ateísmo, reivindicaciones obreras y radios libres y fanzines, activismo ecologista, creación artística al margen de las instituciones y defensa del cannabis y otras drogas blandas, fiestas callejeras,... Una mirada por el caleidoscopio juvenil alternativo de los años ochenta en el País Vasco ofrece un mundo en ebullición, con banda sonora punk, en el que confluían bohemios herederos del movimiento hippie, jóvenes obreros fabriles, universitarios inquietos, todos ellos en un ambiente muy politizado, poco más de un lustro después de la muerte de Franco.
El libro Tropicales y radicales, de Juantxo Estebaranz, editado por Likiniano Elkartea, recupera aquellos años iconoclastas en los que un fanzine (revista escrita a máquina y fotocopiada) llegaba a vender 5.000 ejemplares y los conciertos en gaztetxes y otras fiestas populares sin subvención oficial podían reunir a una docena de grupos y miles de personas. La caspa dejaba paso a la cresta. Estebaranz (Bilbao, 1966), es un buen testigo de aquellas vivencias: participó desde muy joven en movimientos asamblearios anticapitalistas, como los primeros comités antinucleares. Más tarde, ha tomado parte en asambleas a favor de la ocupación, en grupos antimilitaristas y en experiencias editoriales y contrainformativas.
Eran tiempos en los que muchas actividades se organizaban al margen de instituciones y partidos (por mucho que la izquierda abertzale oficial pretendiera manipular aquel movimiento). El PSOE había llegado al Gobierno de España, la democracia se iba asentando en los ayuntamientos y la autonomía comenzaba a configurar su estructura administrativa, en un País Vasco que comenzaba a sentir las consecuencias de la crisis siderúrgica.
La tensión era palpable cada día en la calle. "Entonces, por ejemplo en Bilbao, bastantes jóvenes vivían por la mañana el virulento conflicto de los trabajadores de Euskalduna, cruzaban las líneas cuando pasaban el puente de Deusto, lo que luego se comentaba en las zonas de poteo por las tardes, mientras se preparaba la creación del primer gaztetxe de la ciudad", recuerda Estebaranz. .
En opinión del autor de Tropicales y radicales, muchas de aquellas reivindicaciones que surgen entre estudiantes y obreros son fruto de la decepción ante las falsas expectativas que creen apreciar en la joven democracia. "Los contenidos de aquellas protestas eran de integración democrática, la radicalidad estaba en las formas", añade. No en vano, el espíritu iconoclasta llega hasta a los modos de actuar de la izquierda oficial: se apuesta por una integración de la fiesta en las expresiones de protesta. "Y no hay que olvidar las reivindicaciones de otra forma de vivir contracultural, con la creación de medios de comunicación (radios libres y fanzines) y la aparición de los gaztetxes". La ola regeneró movimientos alternativos clásicos como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo.
Muchas de esas formas de protesta se mantienen (gaztetxes o radios libres), pero quizás han perdido aquella frescura original. Juantxo Estebaranz considera que "el ambiente social ha cambiado. Cada generación se enfrenta a sus propios problemas, a los que se opone con nuevas formas de protesta, y poco tiene que ver la sociedad actual con la de los años ochenta. Sin entrar en transformaciones tecnológicas; entonces, el conflicto político oficial en el mundo era Este-Oeste, comunismo-capitalismo".
Procesiones ateas
En estos días en que las caricaturas sobre Mahoma han levantado una crisis mundial, no está de más recordar las procesiones ateas que recorrieron varias localidades vascas en aquellos años ochenta en que la iglesia católica, con Juan Pablo II como nuevo Papa, iniciaba el camino hacia el conservadurismo. Tropicales y radicales recuerda alguno de esos episodios.
Llama la atención que fuese Vitoria, ciudad clerical y militar por antonomasia, donde por vez primera se organizó una de estas convocatorias irreverentes, en 1984. Convocados con carteles provocadores, sin duda insultantes para los creyentes, ("pero que no gustaron tampoco a las gentes de izquierda, porque también eran una parodia de las propias movilizaciones rutinarias, de esa izquierda", recuerda Estebaranz), cientos de jóvenes recorrieron las calles del casco medieval burlándose del catolicismo. Azkoitia y Portugalete vivieron actos similares.
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