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Reportaje:

Las ideas que marcaron la transición

Santos Juliá termina un curso sobre las corrientes del pensamiento en la España del siglo XX

José Andrés Rojo

Ayer terminó el ciclo de conferencias que el historiador Santos Juliá ha dictado sobre los Orígenes intelectuales de la democracia en España en la Fundación Juan March. Durante ocho sesiones, el autor de Historias de las dos Españas (Taurus) ha propuesto, primero ante un reducido grupo de profesores de instituto y después ante el público, las líneas maestras que han marcado el pensamiento en España durante la centuria pasada. El regreso a la democracia después de la larga dictadura que Franco impuso tras derribar a la República en una cruenta Guerra Civil ha sido el horizonte hacia el que se han orientado las reflexiones del historiador: ¿qué papel desempeñaron las grandes corrientes del pensamiento cuando murió el dictador y urgía cambiar de régimen?

Empezó el 26 de enero hablando del concepto de democracia en las distintas tradiciones del pensamiento español y, a partir de ahí, Santos Juliá fue configurando a lo largo de siete citas más (hasta ayer) el mapa de las ideas que han influido en la historia de nuestro país en el siglo pasado. Trató de fascismo y catolicismo, de la rebelión universitaria y de la dura vida del liberalismo durante la dictadura, y contó lo que vino después: esa singular mezcla de marxismo. socialismo y democracia. Habló también del desencanto de la transición y de los nacionalismos y el neoliberalismo durante la consolidación de la democracia. Esta conversación con el historiador termina sin embargo ahí: en el momento en que se opera en España el gigantesco paso de dejar una dictadura y afrontar la elaboración de una Constitución democrática.

El desastre de la Guerra Civil

"El bando vencedor de la contienda se propuso terminar con todas las tradiciones de pensamiento que pudieran haber inspirado a sus enemigos. Depurar, erradicar, exterminar, liquidar: ésas fueron las palabras que utilizaron, y se aplicaron a destruir sobre todo la corriente liberal, porque entendían que había sido ésta la que había abierto las puertas de España al anarquismo, al comunismo y al nacionalismo separatista. El régimen de Franco partía de una ideología ultranacionalista y entendía que todas las ideas que se habían ido consolidando a lo largo del siglo XIX -de la democracia al socialismo- eran un virus letal que había que exterminar".

Estado nacional sindicalista

"El gran proyecto de los vencedores durante los primeros años de la dictadura fue construir en España un Estado fascista, pero hacerlo de una manera original, distanciándose del modelo italiano. El partido único que defendieron fue la organización de todos los productores reunidos en la empresa de la reconstrucción nacional. El totalitarismo adquirió así en nuestro país, de mano de sus teóricos (Serrano Suñer, Laín Entralgo, Ridruejo), la forma de un Estado nacional-sindicalista que participaba del espíritu de construcción del nuevo orden europeo que lideraban Italia y Alemania. El proyecto no duró mucho: hacia 1942-1943, la Iglesia y los militares no vieron con agrado el protagonismo de los fascistas. Inglaterra seguía sin caer y en el terreno militar empezaba a fallar la maquinaria de alemanes e italianos. Había que cambiar".

El problema español

"Los pensadores del régimen se volvieron entonces hacia el pasado y empezaron a rastrear un pensamiento político español propio. Buscaron en los neoescolásticos de los siglos XVI y XVII -Soto, Vitoria, Suárez y Molina- la manera de subrayar el catolicismo como elemento constitutivo del Estado. La Iglesia adquirió entonces todo el protagonismo: con la victoria de los aliados, el régimen debía presentarse en la escena internacional no como un régimen fascista, sino como un Estado católico y tradicional fuertemente anticomunista. En la Navidad de 1944, Pío XII habló de que existían varias formas de democracia. Eso permitió a la dictadura la invención de una fórmula que limitara el poder del Ejecutivo. Habría unas Cortes, no elegidas por sufragio universal, y otras entidades, que representarían a la familia, los municipios y los sindicatos, como una suerte de piezas cuya función era la de servir de contrapeso a ese poder. El individuo no era nada si no formaba parte de un órgano. Sólo podía expresarse a través de organizaciones como Acción Católica o el Frente de Juventudes. La Iglesia fue el puente para que el régimen estableciera relaciones con el Vaticano y, más adelante, con Estados Unidos, y tenía el mayor poder en una sociedad totalmente cerrada: la educación y la cultura estaban en sus manos. Había dos corrientes teóricas entre los católicos. Los que entendían España como problema (Laín) y pretendían rescatar a los extraviados (Machado, por ejemplo), y los que creían que España no era ningún problema (Calvo Serer), pues tiraban toda la tradición no católica a la basura".

La llegada del Opus

"En 1957 entra el Opus en el Gobierno de la mano de López Rodó, y controla los ministerios de Hacienda y Comercio. Cambia el reparto del poder. Ya no sólo cuentan los militares, Acción Católica y Falange, sino que existe un nuevo elemento cuyo objetivo fundamental es la secularización del ámbito político. Importa la eficacia, una gestión profesional que permita que España se vincule al capitalismo internacional. La política es un asunto de burócratas, de profesionales. No puede desperdiciarse el potencial desarrollo económico; es importante crear una administración que cumpla con la legalidad".

Los estudiantes se rebelan

"Fueron también años en los que los estudiantes tomaron la palabra, y la tomaron para sostener que no se creían la versión que de la guerra y de la victoria habían dado los vencedores.

Lo que hay detrás de las manifestaciones estudiantiles de 1956 y 1957 es un radical rechazo al esqueleto de la dictadura. El SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios), una de esas organizaciones del régimen, no representa los intereses de los estudiantes, eso vienen a decir. Son los hijos de la guerra, los que no la vivieron, los que crecieron sin otro horizonte que el que el régimen les ofrecía. De pronto, comprenden que entre lo que les han contado siempre y la realidad existe un gran abismo. La herramienta que les permite ver el mundo de otra manera es el marxismo".

Tres líneas maestras

"Con el Concilio Vaticano II, parte del universo católico sufre una profunda convulsión. Se diría que con Juan XXIII y su encíclica Pacem in terris los católicos descubren los derechos humanos. En España se produce un salto enorme: de la escolástica a la Revolución Francesa. Así que junto a la emergencia de los estudiantes, y al pensamiento marxista -ya sea vinculado al Partido Comunista o a socialistas independientes (como Tierno Galván y su Boletín Informativo de Salamanca)-, surge un sector del catolicismo que cambia de registro: Ruiz-Giménez y Cuadernos para el diálogo van a tener una influencia decisiva para la apertura del régimen a la democracia. Pero hay un tercer elemento que cobra una importancia creciente: el regreso de los viejos liberales (que han ejercido de tales exclusivamente en ámbitos privados) a la escena pública. Lo hacen de una manera particular: firmando manifiestos".

"La fórmula de los "abajo firmantes", que hoy no tiene mayor relevancia, entonces era uno de los pocos caminos para disentir y protestar. Muchas de las iniciativas políticas del Partido Comunista se concretaban en esos manifiestos. Pero para que tuvieran más peso necesitaban las firmas de esas figuras de referencia (Vicente Aleixandre, Menéndez Pidal...), y para conseguirlas debían cuidar su tono, evitar los excesos. Así, poco a poco se fue extendiendo el lenguaje común de la democracia (donde el diálogo y el acuerdo son esenciales), y entre los abajo firmantes coincidían los comunistas con los católicos, y los liberales con los falangistas reciclados y los socialistas".

El gran enfrentamiento

"Dentro del régimen conviven durante los años sesenta dos tendencias enfrentadas a la hora de reducir la incertidumbre en el posfranquismo. De un lado, Presidencia (Carrero Blanco) y los ministerios económicos (con López Rodó al frente) reclaman una ley orgánica del Estado que regule la sucesión (se confirma la condición monárquica del régimen) y confirme el Estado como una burocracia que se abra a la sociedad a través de las Cortes y distintas instituciones corporativas. De otro, Fraga y Solís quieren asegurar al Movimiento el protagonismo, controlando la inevitable apertura a través de la creación de asociaciones que nazcan en su interior".

¿Reforma o ruptura?

"Algunos analistas temían que la muerte de Franco desencadenara el caos, pero la transición no se hizo bajo el signo del miedo, y hubo mucho diálogo entre las distintas fuerzas, mucho debate. Al final el escenario se dibujó entre los que defendían la reforma del régimen -el Estado franquista era una conquista con una amplia base social y tenía que evolucionar desde dentro- y los que consideraban que no había reforma posible, que había que acabar con la dictadura y abrir un proceso constituyente. No ocurrió ni una cosa ni otra. Se hizo finalmente lo que quería la oposición (convocar elecciones libres y redactar una nueva Constitución), pero lo hizo la gente del régimen, con Suárez a la cabeza".

El Rey con Xabier Arzalluz, Manuel Fraga, Landelino Lavilla, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Miquel Roca y Leopoldo Calvo Sotelo (de izquierda a derecha), en la jornada de reflexión previa a las elecciones de octubre de 1982.
El Rey con Xabier Arzalluz, Manuel Fraga, Landelino Lavilla, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Miquel Roca y Leopoldo Calvo Sotelo (de izquierda a derecha), en la jornada de reflexión previa a las elecciones de octubre de 1982.MARISA FLÓREZ
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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