El golpe de Estado permanente
El guión que sigue al pie de la letra el PP, la del golpe de Estado permanente, que diría Mitterrand, es la aplicación en negativo de su experiencia positiva en dos asuntos: la reforma del Estado de las Autonomías y el terrorismo de ETA. José María Aznar no pudo formar Gobierno en 1996 hasta que selló con Jordi Pujol el pacto del hotel Majestic. Mediante dicho acuerdo, el futuro Gobierno del PP se comprometía a transferir a la Generalitat de Cataluña hasta el 30% de la gestión del IRPF, desde el 15% que Felipe González había cedido, y que Aznar cuestionó.
El segundo asunto, el terrorismo etarra, conoció un momento estelar en 1998, cuando ETA declaró una tregua y propuso la negociación. Unos meses antes, presos etarras que habían cumplido sus condenas salían de prisión. Aznar respondió inmediatamente a la tregua. Hasta tal punto que en Lima se refirió a ETA como Movimiento de Liberación Nacional Vasco.
El PP ha decidido, en esta legislatura, convertir estos dos asuntos en lanzas contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero. ¿Por qué? La actual dirección del PP es responsable, objetivamente, de haber perdido las elecciones del 14 de marzo de 2004. Dadas las circunstancias en que tuvo lugar la victoria del PSOE -atentado terrorista del 11-M-, Mariano Rajoy, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, con el apoyo de Aznar, se negaron a extraer consecuencias políticas; a saber, dejar el sitio a otros dirigentes. El argumento es sencillo: si nos han robado las elecciones, no tenemos la culpa. Ergo: ¿por qué vamos a dimitir? En consecuencia, la dirección obtuvo así una prórroga. Es, por tanto, una dirección prorrogada. Obtuvo un mandato de hecho: el de presentarse a las próximas elecciones legislativas. Hasta entonces no habrá conclusiones.
Por esta razón, la dirección prorrogada necesita evitar que una presunta elección robada, la del 14-M, se convierta en una elección legítimamente ganada. El PP teme que la reforma del Estado autonómico aporte, al final del camino, un dividendo al PSOE. El dividendo de las autonomías. Pero hay otro dividendo más relevante: el de la paz que podría venir con el final del terrorismo de ETA.
Sobre el primer punto, el dirigente del PP catalán Josep Piqué lo ha dicho muy claro: Aznar no habría llegado a presidente del Gobierno en 1996 si hubiera tenido una "confrontación eterna" con el nacionalismo. En realidad, hizo algo más: ofreció en 1996 y en 2001 concesiones importantes en materia de financiación autonómica.
Y sobre el tema del terrorismo, ¿cómo es posible dudar de que Acebes manipule estos días la realidad de los presos etarras utilizando como testigo de cargo a Otegi, cuando la mañana y la tarde del 11-M atribuía a ETA la autoría de los atentados y consideraba miserables a quienes osaban invocar el desmentido de Otegi? Todo esto lleva a una conclusión: a la dirección del PP le va la vida política en cada uno de estos temas, porque si los dividendos los cobra el PSOE, pasará de ser una dirección prorrogada a tirar la toalla.
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