Italia sienta en el banquillo a dos grandes figuras del mercado mundial del arte
La ex directiva del Getty de Los Ángeles Marion True, acusada de formar parte de la red delictiva
Un juicio recién comenzado en Roma tiene en vilo a los mayores museos del mundo. Los acusados son Marion True, estudiosa del arte grecorromano, durante casi 20 años conservadora del Museo Getty de Los Ángeles, y Robert Hecht, viejo aventurero del tráfico de arte. Un presunto cómplice, Giacomo Medici, comerciante en antigüedades establecido en Ginebra, ya ha sido condenado a 10 años. Otro, Robin Symes, un refinado intermediario londinense, no ha sido juzgado todavía. El Gobierno italiano afirma que los cuatro componen una banda de contrabandistas y saqueadores de tumbas que durante décadas ha rapiñado varios países mediterráneos. Si True es declarada culpable, Italia tendrá base jurídica para exigir a los museos extranjeros la devolución de centenares de tesoros arqueológicos.
La persona crucial es Marion True, muy respetada en su especialidad. Decenas de directores y conservadores de grandes museos firmaron el año pasado una carta en su apoyo. True, de 57 años, doctorada en Harvard, fue hasta octubre pasado la responsable de las compras del Museo J. Paul Getty, una institución riquísima de Los Ángeles. El museo la despidió en octubre pasado por aceptar de Symes, uno de sus suministradores, un aval para un crédito de 400.000 dólares. El gesto de la dirección fue interpretado como una excusa, ya que el asunto del aval se conocía desde hacía tiempo. En cualquier caso, la Fundación Getty ha anunciado que se hará cargo de las minutas de los abogados de True.
Según el fiscal Paolo Ferri, Marion True era el último eslabón de una cadena delictiva. Giacomo Medici, de 63 años, condenado ya en 1963 a varios meses de prisión por robo de antigüedades, era el primer eslabón como jefe de un auténtico monopolio del saqueo de tumbas en Italia (se libraba de sus competidores denunciándoles a la policía) y propietario de un almacén en la zona franca de Ginebra. En 1995, cuando la policía registró el almacén, encontró unos 4.000 objetos y miles de fotografías (se tomaban polaroids en el momento de extraer la pieza del yacimiento) que demostraban la procedencia ilegal.
Intermediarios
Medici era conocido como saqueador en el restringido mundillo del comercio de arte etrusco, griego y romano. Necesitaba intermediarios para acceder a los grandes museos y coleccionistas privados. El principal de ellos era Robert Hecht, de 87 años, nacido en Washington y heredero de una fortuna. Hecht combatió en la Segunda Guerra Mundial y en 1945 fue destinado a la American Academy de Roma, como uno de los encargados de contabilizar el patrimonio artístico de la institución. En 1949 ya hablaba italiano, griego y turco, además de inglés, alemán, griego clásico y latín, y era bien conocido en varios países mediterráneos como conocedor y contrabandista de obras antiguas. En 1964, las autoridades turcas le descubrieron sacando del país varios objetos robados y le prohibieron volver a entrar en Turquía por 20 años. Hecht, afincado en París, tenía los contactos internacionales necesarios para comercializar lo que Medici desenterraba.
Robin Symes, de 67 años, acaba de cumplir varios meses de prisión en Londres por otros delitos y era la tapadera de la red. Symes tenía uno de los mejores negocios londinenses de antigüedades, vivía rodeado de riquezas (sólo los muebles de su casa estaban valorados en 15 millones de dólares y poseía un Rolls-Royce y un Bentley, un apartamento en Nueva York y una villa en Grecia) y daba una pátina final de legalidad en el trato con los museos.
¿Cómo se legalizaban los objetos saqueados? Bastaba hacerlos pasar por una casa de subastas. Según el fiscal Ferri, el mecanismo era casi siempre el mismo. Medici ofrecía piezas a Sotheby's o Christie's a través de una empresa instrumental y luego, solo o ayudado por Hecht, pujaba contra sí mismo para elevar artificialmente el precio del lote. Cuando lo readquiría, llevaba ya el sello de la casa de subastas (una de las filiales londinenses de Sotheby's fue cerrada por no controlar la procedencia de lo que vendía) y tenía entre manos las mismas piezas, pero con una valoración altísima y una garantía aparentemente impecable. Sólo quedaba contactar con algún museo adinerado, como el Getty de Marion True, y, normalmente a través de la tienda de Symes, vender las piezas en cuestión.
Robert Hecht llevaba un diario de sus actividades y los fiscales italianos lo utilizan ahora como prueba incriminatoria. En un pasaje, Hecht se refiere a una excavación ilegal en la que se ha encontrado una jarra griega intacta y escribe: "Envié inmediatamente fotografías a M. True en el Museo J. P. Getty. Su primera reacción fue entusiasta. Dijo que lo llevara [el objeto] a Malibú en cuanto estuviera limpio, y el precio de 700.000 dólares no le pareció irrazonable".
Además de las subastas, había otro sistema para elevar artificialmente los precios: romper los objetos que se encontraban íntegros. El primer pedazo se vendía barato. Luego, como por casualidad, iban apareciendo nuevos pedazos y conforme se iba completando el rompecabezas, el museo pagaba más y más por los trozos que faltaban. La propia Marion True reconoció ante el juez que conocía este sistema.
"Dar una lección"
El Gobierno italiano se apoya en una vieja ley mussoliniana de 1939 que impide sacar del país las obras de arte, y parece tener un plan muy preciso: "Dar una lección" a uno de los museos del mundo, conseguir una jurisprudencia definitiva y situarse en una posición de fuerza para empezar a negociar. En realidad, ya está haciéndolo. El nuevo director del Getty, Michael Brand, mantiene contactos con el Ministerio de Bienes Culturales con la idea de alcanzar algún tipo de pacto. Según fuentes próximas al ministro de Bienes Culturales, Rocco Buttiglione, Roma sólo exigiría recuperar formalmente la propiedad de algunas de las piezas ilegales más valiosas entre las adquiridas por Marion True, como una parte de la llamada Colección Fleischman (80 millones de dólares) o una estatua de Afrodita valorada en 20 millones; a cambio, permitiría que esas piezas siguieran siendo exhibidas en Malibú por tiempo indefinido.
También el Metropolitan de Nueva York negocia con Buttiglione y la negociación ha dado ya sus frutos. El pasado jueves, el museo neoyorquino anunciaba la devolución de varias piezas, sin precisar cuántas ni cuáles, aunque The New York Times aseguraba que una de ellas será el Vaso de Eufronios, datado hace 2.500 años, que fue comprado en 1972 a Robert Hecht.
Uno de los abogados del Estado italiano, Maurizio Fiorilli, anunció el pasado día 13 que había planteado una oferta formal al museo neoyorquino, por la que exigía que éste devolviera a Italia un número no precisado de obras de procedencia ilegal. A cambio, Italia estaba dispuesta a prestar al Metropolitan otras esculturas antiguas de gran valor. Sobre la fórmula del canje hubo un principio de acuerdo tras una reunión entre Buttiglione y Philippe de Montebello, director del Metropolitan, celebrada en Roma en noviembre pasado. Otros grandes museos, como el Británico, están también en el punto de mira del Gobierno italiano.
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