Mohamed VI aparca su reivindicación territorial
El rey de Marruecos explicó a Rodríguez Zapatero, y antes a Aznar, que Ceuta y Melilla no figuran entre las prioridades de su agenda, aunque no por eso renuncia a su aspiración histórica
Es probable que Marruecos proteste en las próximas horas por la visita que este martes -la primera en un cuarto de siglo de un presidente español- efectuará José Luis Rodríguez Zapatero a Ceuta y Melilla. Será una queja pro forma, porque el rey Mohamed VI ha aparcado desde 1999 su reivindicación sobre las dos ciudades autónomas españolas en la costa norteafricana. Así lo confirman fuentes de ambos países. En este asunto, como en tantos otros, marca distancias con su padre Hassan II.
El buró político de los socialistas marroquíes fue el primero en criticar el viaje de su correligionario español. "[...] la prolongación de la colonización de ambas ciudades no está en el interés de ambos países y no favorece la relación de buena vecindad y de cooperación", reza el texto aprobado el jueves por la noche pero del que, curiosamente, la agencia oficial de prensa (MAP) no se hizo eco. Ayer lo reprodujeron, sin embargo, los dos diarios del partido, Libération y Al Ittihad al Ichtiraki.
El viaje de Zapatero no favorece la buena vecindad, según los socialistas marroquíes
Sólo tras la humillación sufrida en Perejil el monarca desempolvó el contencioso bilateral
Zapatero supo el 18 de diciembre de 2001 que para el monarca alauí Ceuta y Melilla no eran una prioridad aunque no por eso renunciaba a pedir que se incorporasen a su reino. Ese día el soberano recibió al secretario general del PSOE que se desplazó a Rabat en plena crisis diplomática hispano-marroquí. Al final de la audiencia se lo llevó aparte junto con su ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaissa.
Lejos de los oídos indiscretos, Mohamed VI le dijo a su huésped español que no se preocupase, que las dos ciudades no figuraban en un lugar preferente en la agenda diplomática marroquí, que ese contencioso no perturbaría la relación bilateral. A continuación le manifestó, en cambio, su intranquilidad por las trabas puestas al Acuerdo Marco, el proyecto de solución para el Sáhara que más le agradaba porque preveía un referéndum de autodeterminación con un censo muy ventajoso para Marruecos. El Acuerdo Marco no prosperó en la ONU.
A su regreso a Madrid, Zapatero quiso trasladar ese mensaje al entonces presidente, José María Aznar, pero éste se negó a recibirle quizá porque consideraba que con su visita a Rabat en plena crisis había "traicionado" los intereses de España. Aznar sabía desde hace tiempo que el nuevo rey marroquí había puesto en sordina la reivindicación territorial en la que su padre, Hassan II, insistió con discreción hasta casi los últimos momentos de su vida en 1999.
El anterior jefe de Gobierno lo supo dos años antes que Zapatero, el 16 de agosto de 1999, cuando interrumpió sus vacaciones en Oropesa del Mar para hacer un viaje relámpago a Rabat, donde se reunió con Mohamed VI tres semanas después de su entronización. Su primer ministro, Abderramán Yussufi, acababa de pedir en los micrófonos de la cadena SER "un nuevo estatuto" para ambas ciudades pactado entre Marruecos y España. Aznar se temía que su anfitrión empezase por reiterar la misma exigencia.
No fue así. Nada más desembarcar el monarca explicó al presidente que las frases de Yussufi no eran del todo oportunas y le invitó a dejar claro ante la prensa española, cuando concluyese su visita, que el asunto no había sido evocado. Aznar no se privó de hacerlo y repitió hasta la saciedad que Ceuta y Melilla "no forman parte del ámbito de los temas que tengan que hablarse entre España y Marruecos".
Humillado por el brutal desalojo de sus infantes de marina del islote de Perejil, el 17 de julio de 2002, Mohamed VI sí desempolvó entonces la antigua aspiración marroquí. En el discurso del trono que pronunció el 30 de julio de ese año repitió la vieja letanía marroquí: "Desde su independencia, Marruecos no ha cesado de reclamar el fin de la ocupación española de Ceuta y Melilla, y de las islas vecinas expoliadas en el norte del reino".
Fue la única vez que lo hizo en público. Desde entonces el monarca no ha vuelto a sacar a la luz su aspiración en discursos o en las audiencias que concede a personalidades españolas. A principios del otoño pasado, durante los asaltos de subsaharianos a las verjas de Ceuta y Melilla sus íntimos colaboradores reconocían en privado que la reivindicación "sigue estando entre paréntesis".
Hassan II se había comportado de otra manera. En 1987 aprovechó una visita del entonces ministro del Interior, José Barrionuevo, para entregarle una carta para el rey don Juan Carlos que acabó en manos del presidente Felipe González. En ella abogaba por la creación de una "célula de reflexión" en la que funcionarios y destacados miembros de la sociedad civil española y marroquí discutirían del porvenir de las dos ciudades.
González desestimó la propuesta, pero aceptó, en cambio, que se constituyese el llamado Comité Averroes, un foro de debate entre representantes de la sociedad civil pero que los marroquíes llenaron con funcionarios. Rabat dejó caer incluso que ese comité era la antesala de la "célula de reflexión". Diez años después Hassan II volvió al ataque con Aznar que rechazó la idea con más contundencia aún que su predecesor.
¿Por qué Mohamed VI ha dejado de lado su reivindicación? El afán por desmarcarse de su padre no lo explica todo. Algunos diplomáticos españoles expertos en Magreb sospechan que no desea abrir un nuevo frente mientras no prospere en el Sáhara una solución satisfactoria para sus intereses; que puede sacar más provecho de una relación amistosa con España sin tirantez por Ceuta y Melilla.
Pese a su animadversión hacia Aznar, Mohamed VI ya le solicitó su ayuda por carta para que la presidencia española del Consejo de Seguridad impidiese, en julio de 2003, que se aprobase el Plan Baker sobre el Sáhara. La diplomacia española aceptó diluir su redacción.
A Zapatero no tuvo necesidad de pedírsela. Su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se la brinda espontáneamente. Por ejemplo, en las reuniones preparatorias del Consejo de Asociación con Marruecos, que se celebró en 22 de noviembre en Bruselas, la Representación permanente de España luchó a brazo partido por suprimir del texto comunitario la palabra "autodeterminación" con relación al Sáhara.
Mil millones de contrabando
A juzgar por las entradas de sus puertos, ceutíes y melillenses son los españoles que más postres lácteos consumen y que más fuman. En realidad, gran parte de esas mercancías acaban en Marruecos.
Luís Carrera, consejero ceutí de Economía, fue el primer político español que se atrevió, en noviembre pasado, a hacer una estimación de lo que llamó púdicamente el "comercio fronterizo" de las dos ciudades autónomas con Marruecos. Lo evaluó en unos mil millones de euros al año.
El contrabando -un nombre más apropiado porque las mercancías se introducen ilegalmente en Marruecos- asciende, según los cálculos de Rabat, a 1.300 o incluso 1.500 millones de euros al año.
La estimación de Carreira equivale, aproximadamente, al volumen de las exportaciones españolas a China. La que proporciona Driss Benhima, director de la Agencia del Norte marroquí, se corresponde con las ventas españolas a China y a Hong Kong.
Si se añade el contrabando a las exportaciones legales, España es el primer socio comercial de Marruecos, por delante de Francia.
Este comercio irregular, principal motor económico de Ceuta y Melilla, parece tener los días contados, según informes oficiales españoles, marroquíes y de la Comisión Europea.
A partir de 2010 el acuerdo de libre comercio firmado entre Rabat y Bruselas en 1996 debería dar todos sus réditos. Los aranceles desaparecerán en Marruecos y resultará entonces tan barato importar directamente como a través de las dos ciudades.
Para más inri a finales de este año el noroeste de Marruecos dispondrá, por fin, de un puerto en condiciones, el de Tanger-Med, una vía de entrada para las mercancías que competirá con Ceuta.
¿Qué porvenir económico tienen las antiguas plazas de soberanía española? La pregunta se la hacen las autoridades de ambas ciudades y también se la harán al presidente Zapatero cuando, a partir de pasado mañana, las visite. Será el primer viaje de un jefe de Gobierno español en un cuarto de siglo.
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