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Una tesis desempolva los archivos franquistas de la Universidad de Sevilla

Todos los profesores contrarios al régimen fueron expulsados

Jaume Claret, investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, presenta en la Hispalense El atroz desmoche, una tesis sobre la represión fascista en las universidades españolas. En concreto, Claret recordó el capítulo de su trabajo en el que la institución sevillana cae en manos del ejército franquista. Como resultado, todos los profesores contrarios al régimen fueron expulsados.

Los ejércitos medievales cuando asaltaban una ciudad mandaban desmocharla por completo. Destruían las torres y todo lo que sobresaliese de la media. Tal es el significado de El atroz desmoche, título con el que Jaume Claret, investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha encabezado su tesis sobre la represión franquista de las universidades españolas. Ayer, en la Hispalense, el profesor catalán dedicó una hora a desempolvar los archivos cerrados que escondían el recuerdo de una Universidad de Sevilla difuminada con la llegada del fascismo.

Al estallar la Guerra Civil española, el 18 de julio de 1936, la Universidad de Sevilla se encuentra en la zona ocupada por el ejército afín al golpista general Franco. En el mismo momento, Manuel Martínez Pedroso, profesor de Derecho Comparado de la Hispalense y, a la sazón, traductor al castellano de El Capital, de Carlos Marx, acaba de llegar a Madrid, zona republicana donde reside el Gobierno de Azaña. Suerte.

Claret leyó su tesis doctoral a principios del año pasado en la Pompeu Fabra de Barcelona. Antes había recorrido las 11 universidades españolas que existían a la llegada del fascismo español al poder.

El investigador regresó ayer a Sevilla para explicar el capítulo en el que la Hispalense cae en manos del ejército fascista y todos los profesores contrarios al régimen son expulsados. Sus delitos podían variar según la envidia que les profesase el denunciante: haberse divorciado, ser un rojo o tener una amante. Otros docentes se exilian o son fusilados, y sus pizarras quedan en manos de quienes los denuncian a la Guardia Civil.

La conferencia de ayer estaba auspiciada por el historiador Francisco Espinosa, el profesor de Historia Medieval de la Hispalense, Laureano Rodríguez, y el profesor de Matemáticas, Antonio Durán Castreño, todos ellos implicados en movimientos de recuperación de la memoria histórica.

Una de las tesis que sostiene el profesor es tan demoledora que no es de extrañar el sonoro silencio de las universidades ante su libro. "La cultura y la educación española perdieron más con los que se quedaron que con los que tuvieron que exiliarse", afirmó ayer. "Las cátedras universitarias robaron a los expulsados y reprimidos, ganaron por méritos políticos, se apropiaron del saber, borraron el pasado de la República y prolongaron una única visión de España durante más de 40 años".

Los docentes que se apropiaron del aulario universitario crearon, a juicio de Claret, "una tradición nueva, justificada científicamente". "Algunos de los que siguen hoy son discípulos o hijos de los que asaltaron la Universidad en el 39", dijo el investigador.

Vencedores

Los vencedores escriben la Historia, sería la conclusión. De las 11 universidades que existían en 1936, sólo cuatro quedan en el lado republicano: Madrid, Murcia, Valencia y Barcelona.

Los rectores del resto de academias asumen el nacional catolicismo y las consignas falangistas, se reúnen en Salamanca y redactan un llamamiento que hacen llegar a oídos de los países europeos vecinos. Viene a decir así: "No es cierto que todos los intelectuales españoles estén del lado republicano".

Al finalizar la guerra, se reabrió la Universidad de Sevilla con un nuevo rector, el catedrático José Mariano Mota Salado, de 69 años. "La Universidad está dando gran ejemplo de abnegación y sacrificio de los alumnos. Muchos morirán con gloria, otros trocarán los libros por las armas", reza una de sus frases, recogida por Claret en un archivo de la Hispalense.

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