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Los lobos en invierno

Rosa Montero

Acabo de leer El simple arte de escribir, de Raymond Chandler (Emecé), un libro fascinante pese a no ser más que la recopilación de un puñado de sus cartas personales. Chandler era un neurótico, un misántropo que vivió una existencia desarraigada y rara. En 1924 se casó con Cissy. Él tenía 36 años, ella 53. Pero Raymond probablemente no supiera por entonces que su flamante esposa le llevaba diecisiete años, porque Cissy había alterado sus documentos y se había quitado una década. Con Cissy al lado, Chandler prosiguió su vida errática y llena de altibajos: en 1932, por ejemplo, el escritor perdió su empleo en una compañía petrolera por alcoholismo. Para 1946, sin embargo, se había hecho rico trabajando en Hollywood y su personaje, el detective Phillip Marlowe, era famoso en todo el mundo.

" Las razones por las que perdura una pareja siempre son un enigma"

Pero la fama y el dinero, como dicen los cuentos ejemplares, no siempre proporcionan la felicidad. En diciembre de 1954 falleció Cissy, a los 84 años, tras una larga y cruel decadencia física. Las cartas que se refieren a su muerte son lo más conmovedor de este libro espléndido: "Ella fue todo lo que usted dice y más. Fue el latido de mi corazón durante treinta años. Fue la música oída apenas en el borde del sonido. Mi gran pesar, ahora inútil, es no haber escrito nunca nada realmente digno de su atención, ningún libro que pudiera dedicarle. Lo planeé. Lo pensé. Pero nunca lo escribí", le dice, por ejemplo, al director literario de The Sunday Times, en respuesta a un mensaje suyo de pésame.

Y a su editor británico le escribe: "Durante treinta años, diez meses y dos días fue la luz de mi vida, mi única ambición. Todo lo demás que hice fue para alimentar el fuego en el que ella pudiera calentarse las manos. Es todo lo que puedo decir". Dos meses más tarde, Chandler intentó suicidarse. A partir de entonces malvivió en una espiral de alcohol y depresión, residiendo en tristes cuartos de hotel y arrastrando una vida miserable hasta su muerte en 1959.

Bien, supongo que esto es el amor. El verdadero amor. ¿Y en qué consiste? En algo muy raro, muy indefinible, muy indecible… En esa música apenas oída en el borde del sonido. Desde luego no parece tener nada que ver con la tópica interpretación de la palabra amor: pasiones desatadas, sexo furioso, embelesado disfrute de la compañía del amado. En el resto de las cartas de Chandler, y el libro recoge textos desde los años treinta, Cissy apenas aparece (salvo al final, cuando enferma) y se diría que el escritor es un hombre bastante ensimismado. Tras la muerte de su esposa, en cambio, Chandler ofrece un retrato de su matrimonio tan romántico, perfecto e hiperbólico que uno no puede creérselo de ningún modo. En cuanto a esa frase que antes he citado, "mi gran pesar es no haber escrito nunca nada realmente digno de su atención", ¿no resulta incluso un poco ominosa, si se piensa bien? ¿Tal vez ella le ninguneó de alguna manera, quizá le hizo sentir que su obra no tenía la suficiente altura literaria?

Esto no es más que una hipótesis probablemente descabellada, pero estoy segura de que, en esos treinta años de convivencia, Raymond y Cissy no estuvieron comiendo perdices durante todo el tiempo. Seguro que se enfadaron, que discutieron, que se hirieron. Quizá incluso se enamoraron de otros, y probablemente hubo momentos en los que se odiaron. La vida es así. La convivencia es así. Una larga travesía llena de accidentes. Tal vez sea precisamente esa travesía lo que termine uniendo a las personas. Es la construcción de un pasado común, de una vida a dos. Es el recuerdo de los instantes dulces, pero también, y quizá sobre todo, la superación de los malos momentos. Cuando, tras la muerte de Cissy, Chandler describe su matrimonio como algo perfecto, quizá esté dando una de las claves del éxito sentimental: uno sigue amando si insiste en amar, si decide seguir queriendo al otro, si persevera en ello pese a todo. Es algo muy obvio, pero con frecuencia lo olvidamos.

Las razones por las que perdura una pareja siempre son un enigma. Cada cual hace lo que puede con su vida emocional, y por lo general podemos poco. Creo que puedo entender el amor de Chandler, basado, como el de todos, en la extrema necesidad. Entiendo el aislamiento del escritor, su incapacidad para relacionarse con los demás, su desarraigo. Y esa vida a veces infernal, pero, cuando menos, vivida en compañía. Como lobos que entrecruzan su aliento en el cubil y que se calientan mutuamente en la helada soledad de un largo invierno.

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