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Reportaje:ENERGÍA

El gigante tiene un punto débil: el gas de Rusia

Europa despertó al año nuevo con el sobresalto de la drástica disminución del suministro de gas, que en algunos países de la UE llegó hasta el 50%. De la noche a la mañana, el gigante económico se sintió con los pies de barro, dependiente, vulnerable, sometido a la incierta voluntad de terceros. Fue un choque. Al sonar de las alarmas siguió la frenética actividad diplomática y el alivio del acuerdo entre Rusia y Ucrania. Es una falsa tranquilidad, porque la era de la abundancia energética está dando paso a la de la inseguridad, con la energía como bien limitado y en creciente demanda. "El gas ruso seguirá siendo la columna vertebral del suministro, pero habrá que sacar lecciones", señala Martin Bartenstein, ministro de Economía de Austria, país que este semestre preside a los Veinticinco.

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Al pavor y el frenesí de los primeros días del año les ha seguido un engañoso silencio. La profunda dependencia de una UE que importa la mitad de la energía que consume se ha vuelto a perder en el magma de otras actualidades. Bartenstein prometió, al comentar el aparente final de la crisis gasística ruso-ucrania, que la dramática peripecia "justifica la alta prioridad que la energía va a tener en la presidencia austriaca". Pasado el sobresalto, al gas fue el gran ausente de la presentación, esta semana, de los planes austriacos. Acabó despachado con una referencia superficial, dada la magnitud del desafío, a que es un problema para el que habrá respuestas en la cumbre europea de marzo. Para el canciller Wolfgang Schussel esa respuesta será un ejemplo de cómo la UE puede producir soluciones concretas a problemas de la vida cotidiana de los europeos.

La EU ha estado centrada durante dos décadas en la liberalización de los mercados de gas y electricidad, un proceso prácticamente concluido, aunque falto del importante ajuste que permita la libre circulación de la energía a través de las fronteras. Justo un mes antes de esta crisis del gas, la comisaria de Competencia habló de energía exclusivamente en términos comerciales, y sólo aludió a un potencial conflicto de abastecimiento al apuntar que ante la inevitable China (el principal rival, y competidor industrial y amenaza energética del futuro de Europa, dada su elevada dependencia energética, que contribuirá a encarecer los precios de las cada día mas escasas materias primas), la UE estaría en mejores condiciones de competir si acudiera a los mercados como un solo agente.

La Agencia Internacional de la Energía vaticina que, con la irrupción de China, India y otros países en vertiginosa progresión económica, dentro de 25 años la demanda energética global será un 60% superior a la actual. "La economía europea se ha desarrollado en las pasadas dos décadas a partir de bajos precios: tendrá que adaptarse a una serie de circunstancias muy diferente", escribe Dieter Helm, experto en energía del New College de Oxford, en el documento Política energética europea: asegurar suministros y hacer frente al desafío del cambio climático, presentado a los líderes europeos en octubre, en la cumbre de Hampton Court (Londres).

Desde la crisis del petróleo de 1973, Europa no ha sentido peligrar sus suministros energéticos, salvo excepciones muy localizadas: un conflicto italo-argelino, en los ochenta, y una disputa ruso-bielorrusa, muy parecida a la actual y que afectó a Polonia y Alemania, hace un par de años. Helm subraya que ahora hay múltiples circunstancias que amenazan el suministro energético. En el papel presentado en octubre a los jefes de Estado y de Gobierno europeos, Rusia figura en primer lugar entre ellas: "La dependencia externa del gas, en especial de Rusia", escribe el especialista británico.

A este aldabonazo siguen: la dependencia de los suministros petroleros, con la producción crecientemente concentrada en Oriente Próximo; las amenazas terroristas a instalaciones cruciales; averías en las redes por falta de modernización inducida por los bajos rendimientos de los ochenta y noventa; envejecimiento de refinerías de petróleo y de centrales eléctricas; mala interconexión entre la redes europeas de gas y electricidad, y falta de mecanismos paneuropeos para abordar las amenazas a la seguridad del abastecimiento y para coordinar inversiones en infraestructura.

El documento de Helm fue elevado a la Comisión Europea para que sirva como guión al Libro Verde con recomendaciones que el Ejecutivo comunitario debe presentar en marzo al Consejo Europeo, con vistas a definir una política energética comunitaria a finales de este 2006. Bartenstein apunta que para hacer frente a la situación "hay que ser tan eficaz en el uso de energía como sea posible, producir energía de fuentes renovables, invertir en crear capacidad de producción y transporte, y diversificar".

La diversificación incluye desde buscar suministradores alternativos para el gas (Noruega, Argelia, Nigeria) y abrir nuevas conducciones (Alemania y Rusia tienen previsto poner en marcha en 2010 un nuevo gasoducto por el Báltico, mientras se reactiva el plan de abrir un cuarto corredor para allegar gas y petróleo desde Oriente Próximo y el Caspio, a través de Turquía y el sureste de Europa) hasta explorar el papel a atribuir a la energía nuclear en el futuro, pasando por cómo potenciar las fuentes de energía renovables y alternativas y cómo aumentar la llegada de gas licuado, que al ser transportado en buques goza de una flexibilidad imposible de conseguir con los gasoductos fijos.

También quiere la Unión explotar la veta política y consolidar una relación de confianza y fiabilidad con los países vecinos que son zonas de tránsito. Para ello se ha creado la Comunidad Energética, con sede en Viena, entre la UE y los países balcánicos, según el viejo modelo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, precursor de la Unión. La Europa rica les ofrece ayuda económica vinculada a las redes de transporte energético a cambio de la garantía de esos países de que permitirán el paso sin trabas del gas. A esa comunidad han mostrado interés en sumarse Noruega, Turquía, Ucrania y Moldavia. A ella se podrán vincular en un futuro no determinado, y adaptando estatutos a sus propias características, otros países de la cuenca mediterránea: Argelia, Túnez y Marruecos.

Refinería petrolera en Leipzig (Alemania).
Refinería petrolera en Leipzig (Alemania).REUTERS

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