Limitación o cultura
La forma de enfrentarse a la sordera lleva años dividiendo a las personas que no oyen. Mientras para unos se trata de un obstáculo para integrarse en una sociedad mayoritariamente parlante, para otros es una forma de ser más, con su propia cultura, equiparable a la de otras minorías, aseguran.
En lo que ambos grupos coinciden es en la validez del lenguaje de signos. Pero en su interpretación, de nuevo, aparecen discrepancias. Para el grupo de los que creen que no oír es una limitación, se trata de un remedio, una herramienta que facilita la superación de un obstáculo. Ellos consideran que, aunque no oigan, pueden salir adelante con lo que tienen: aprenden a hablar, a leer los labios, y un lenguaje de signos -ideográfico- que facilita su comunicación. Cuando pueden, recurren a prótesis internas, como los implantes cocleares, o externas, como los audífonos.
Frente a ellos, en cambio, se posiciona la comunidad de personas sordas que afirman que no poder oír no es una limitación, sino una característica que les hace especiales.En Estados Unidos, sobre todo, este grupo ha creado comunidades en las que no hace falta el sonido para nada: todo, desde las escuelas a las tiendas, funciona hablando con las manos.
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